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martes, 18 de octubre de 2011

Aparición de colores

Estaba concentrado en los pequeños animales blancos. La mayoría tenían muchas patas, parecían crustáceos. Se movían de manera lenta. Todos tenían las mismas características. A pesar de sus grandes ojos rojos, parecía que estaban ciegos. Las grandes antenas que salían de sus cabezas, parecían satélites en busca de obstáculos. Estaba totalmente hipnotizado con aquellas criaturas. Parecían no mágicas, y eso me fascinaba, por fin algo de normalidad en mi vida. 
Avancé un poco más, siempre siguiendo a la náyade y al pequeño ser. Un poco más allá los colores empezaron a aparecer. Rosas, verdes, anaranjados. Todos los tonos alegres aparecieron ante mí. Me pareció todo muy extraño, miré a mis compañeros. Ellos seguían nadando como si nada. Quise preguntarles, pero no me oirían, estaban demasiado lejos. Nunca había visto algo tan colorido. Me sentí atraído por ello. Ralenticé mis movimientos. Siempre nadábamos en línea recta, así que pensé que no pasaría nada si me retrasaba. Una sonrisa se dibujó en mi cara. Observar todo aquello era de lo más relajante. La vida tranquila se encontraba ante mis ojos. Cada vez me sentía más relajado. A lo lejos escuché un canto. La melodía más dulce jamás soñada. Levanté los ojos buscando el origen. Algo se acercaba nadando hacia mi. Algo muy bello y lleno de luz. Me detuve por completo. Anhelaba a aquella criatura. Cuando la pude distinguir del todo, mis ojos no pudieron apartarse de ella. Una muchacha de largos cabellos rojos se encontraba delante de mí. Su sonrisa era tan inocente que parecía   la hija de un ser puro, de un dios de la naturaleza. Sus grandes ojos azules contrastaban con el azul del agua. No tenía piernas, tan solo una larga cola de pez. Con rápidos movimientos llamó a más sirenas. Pronto estuve rodeado por ellas. Cada cual más bella. Debía ser el humano más afortunado del universo entero. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Parálisis

De la nada apareció el pequeño ser. Levantó las manos hasta alinearlas con su cabeza. Lo hizo todo con un movimiento muy lento. Se estiró lo máximo que pudo. Repentinamente bajó los brazos hasta abajo y se agachó hasta formar una bola. Una luz se proyectó encima de su cabeza. Adoptó la forma de una perfecta circunferencia. Empezó a girar sobre sí misma y se precipitó contra las algas.
En cuanto tocó la primera, la bola se hizo añicos. Se expandió por toda la superficie y se adentró en el campo de algas. Estas se quedaron inmovilizadas. Parecía como si se hubiesen dormido y tan solo se dedicasen a flotar en el aire. Se movían a poca intensidad. El alga que quería atacarme volvió a su lugar de origen. Miré a los demás. Se encontraban en buen estado. Kaysa bajó la guardia. El arco que tenía en las manos desapareció. El mio en cambio permaneció en mis manos.
-¿Por qué sigue aquí este arco?- pregunté a la náyade.
-Eres el arquero real- me contestó Kaysa sorprendida por la pregunta.
-El arquero ¿qué?- inquirí- no se utilizarlo, ni tan siquiera se como se sujeta- la contesté indignado.
- Eso va a ser un problema entonces- parecía preocupada- tu fuiste predestinado como el arquero salvador, Erwan es lo que significa- frunció el ceño- debemos ir a buscar tus flechas-.
-Pues vamos mal entonces- refunfuñe por lo bajo para que no me escuchase.
Para evadirse de aquel contratiempo comenzó a nadar de manera elegante. Nos hizo un gesto para que la siguiésemos. El agua era su medio natural, así que adquirió tal velocidad que apenas eramos capaces de verla. No la había preguntado hacía dónde nadábamos, me imaginé que íbamos a buscar las flechas que nombró justo antes de empezar a nadar. Procuré concentrarme en todo lo que nos rodeaba. Nadábamos muy pegados al fondo, con lo cual había todo tipo de vegetales marinos. Por desgracia, lo que un día seguramente fue colorido y lleno de vida, ahora era negro o grisáceo. Los pequeños animales que salían de allí eran de color blanco, con grandes ojos rojos. Normalmente no nos hacían caso. Ni siquiera nos miraban cuando pasaba a su lado y movía las plantas marinas, haciendo que saliesen de su hogar. Aquel era un mundo muy extraño, totalmente diferente al mio.

viernes, 14 de octubre de 2011

Algas

Kaysa llegó de repente.  No sabía ni de dónde había salido, ni en que momento, pero me alegró verla.  Estaba demasiado ocupado vigilando las algas eléctricas como para fijarme en sus movimientos. Cuando la segunda descarga eléctrica estaba a punto de producirse una flecha la atravesó. Me quedé atónito. Había disparado una flecha inyectada en fuego. La miré con los ojos bien abiertos. Tenía en sus manos un poderoso arco. Se movía con mucha agilidad.
Las demás algas reaccionaron al impacto de sus hermanas. Empezaron a moverse con rapidez y a atacarnos por todos lados.  Eran demasiadas. La pequeña náyade era veloz, pero no tanto como para poder con todas. Yo no podía tocarlas porque me daban fuertes calambrazos. Mis poderes estaban tocados, no entendía por qué pero no podía usarlos. Me movía hacia la derecha, después hacia la izquierda. Nadaba dando vueltas. En el agua mi agilidad era mayor, incluso mi velocidad era más grande. El problema radicaba en que no sabía si iba a poder seguir ese ritmo durante mucho tiempo.
Me acerqué a la náyade lo máximo que pude. Cuando estaba a tan solo un metro de distancia, las algas se movieron con más furia que nunca. Era demasiado complicado esquivarlas. En un movimiento rápido, Kaysa me tiró su arco. Yo no sabía que hacer con él, nunca había disparado una flecha. La miré preocupado, ahora ella se había quedado desprovista de armas.  Pocos segundos después, su cuerpo comenzó a brillar y a expulsar un tipo extraño de electricidad, su brazo se alargó, y de el nació un nuevo arco. Si no fuese porque estaba siendo atacado, me quedaría totalmente boquiabierto. Un nuevo brote de alga se acercaba hacía mí. Quería atacarme.