Una nueva melodía llegó hasta mis oídos. Era tan suave como una flor y dulce como la miel. Capaz de evadir a los mismísimos confines del planeta. Porque a pesar de que no sabía que había más allá del bosque, tenía fe en que el mundo inexplorado fuese infinito. Todos estos pensamientos fluían en conjunto con las notas de música. Moví la cabeza de un lado a otro con furia. Debía volver a la realidad.
El pequeño ser seguía convaleciente. No sabía que podía hacer. Mis energías habían disminuido. Estaba demasiado cansado para poder continuar con la sanación. Por lo menos había conseguido restablecer el flujo de su sangre. Esto había ayudado a cerrar sus heridas más internas. No quedaba mucho trabajo, por lo menos eso esperaba. Necesitaba encontrar alguna fuente de energía alternativa.
Me levanté despacio. Investigué todo lo que había a nuestro alrededor. Me quedé desilusionado. Todo era roca. Me acerqué al pasillo por el que salieron los guardianes. Quería asegurarme de que ninguno más nos entorpecería el camino. Me adentré hasta una distancia prudencial. Pegué el oído a la pared, procuré olfatear todo, pero nada. A pesar de ello no podía relajarme. Volví sobre mis pasos.
Cuando me acerqué a mis compañeros, vi que nada había cambiado. El pequeño ser seguía inconsciente. A pesar de la rabia que tenía en mi interior, por el momento no podía hacer nada más.
Una vez más la melodía comenzó a sonar. Miré a los demás, pero no se habían inmutado. Le pregunté a Asks si lo escuchaba, pero negó con la cabeza. Estaba confuso. ¿Eran voces en mi cabeza? ¿Me estaba volviendo loco?. Miré arriba. La rosa de fuego adquirió un tono azul intenso. La melodía se intensificó.