La silla se giró lentamente y ante mis ojos apareció la mujer más bella jamás vista. Parecía como un hada salida de alguno de los cuentos que había leído en la biblioteca. Tenía el cabello dorado y muy largo, una tez blanca y delicada, como la porcelana más fina, y, sus ojos parecían un profundo océano.
Se acercó a mí y empezó a desprender una intensa luz. Puso su mano sobre mi hombro y dio una vuelta a mi alrededor. Después se paró en seco y miró a mi padre.
-Después de estar ocultándolo tantos años- hizo una breve pausa para mirarme otra vez- no nos podemos arriesgar a que lo encuentren aquí-. dijo con su dulce voz.
-¿Qué estás proponiendo?- masculló mi padre con terror en los ojos.
-Debe irse de aquí- respondió la dama con calma.
-¿Irme?- pregunté confuso.
-Imposible, si se tiene que ir, me iré con él- dijo mi padre con firmeza.
-Se debe marchar solo y esconderse, si vas tu, se levantarán sospechas de que algo extraño pasa y todo nuestro esfuerzo habrá sido en vano- le replicó la dama a mi padre.
-Es un niño- contestó mi padre mientras una lágrima le resbalaba por la mejilla.
-Es el único que no es un niño, por eso debe huir, para salvarlos a todos....- concluyó la dama y con un giró sobre si misma desapareció, dejándonos a los dos sin palabras.
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