Cerré los ojos con fuerza, intenté concentrarme, encontrar una solución. No tenía mucho tiempo. Abrí los ojos, sentí un nuevo quemazón en las manos. Pequeños destellos verdes recorrían mi mano derecha, y dorados mi izquierda. No entendía nada. Miré hacia abajo, los colmillos seguían reluciendo en la negrura de la noche, además, sus ojos rojos se empezaban a encender de furia. Eso era mala señal.
A lo lejos observé como se acercaba el pequeño ser que había visto antes. Cuando se acercó lo entendí todo. La bestia era la madre furiosa.
Cogí una liana cercana y decidí que lo mejor sería intentar llegar al árbol siguiente, y seguir avanzando de esta manera, hasta encontrar una solución. Cuando la apreté con las manos y me dispuse a saltar una luz blanca se acercó volando. Era una pequeña hada.
-Vengo en nombre de mi señora La Dama Blanca- dijo rápidamente- ha visto lo que podría suceder y quiere evitarlo. No puedes huir, debes enfrentarte a la bestia, usa tu poder y tu habilidad, sino te perseguirá siempre-
-¿Enfrentarme?,¿mi poder?, ¿mi habilidad?- pregunté aterrorizado.
Al segundo la pequeña hada desapareció sin darme más instrucciones. Me aferré nuevamente a la liana, pero esta se desprendió con mucha facilidad. Cogí otra y pasó lo mismo. Mi vía de escape había desaparecido en un suspiro.
Tomé una gran bocanada de aire y empecé a bajar lentamente. La bestia comprendió mis gestos y se sentó a esperar.
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