-¿Por dónde deberíamos ir?- le pregunté al pequeño ser, el cual levantó los hombros en señal de incertidumbre- pues debemos pensarlo bien-.
Un ruido se escuchó a mis espaldas. Me di la vuelta y apareció Asks. Me quedé sorprendido. Desde su última desaparición, no sabíamos nada de él. Supuse que había seguido nuestro rastro. Al contrario que los demás, no se dio ningún golpe en la cabeza. Estaba algo confundido, pero nada más. Se acercó a nosotros sin bajar la guardia. No conocía aquel sitio y no se sentía cómodo con eso.
Volvimos a prestar la máxima atención a todos los pasillos que nos rodeaban. Eran exactamente iguales. Ninguna marca distintiva, ningún sonido fuera de lo común, ningún saliente de roca.
El pequeño ser se acercó a una pared. Cerró los ojos y empezó a realizar un ritual. Cantaba en voz muy bajita, casi parecía un susurro. Colocó sus manos encima de una roca. Las situó de manera simétrica. Después colocó la frente y aumentó un poco el tono de voz. Entorno a toda la sala se empezó a formar una capa de energía. Iba cambiando de colores. Era un espectáculo increíble. Incluso las llamas de Asks se volvieron de un color celeste más intenso y aumentaron su tamaño.
Cuando la capa de energía desapareció, las piedras se llenaron de marcas. Había de todos los tipos y de todos los tamaños. Me acerqué, era complicado distinguirlas, todas tenían el mismo color gris. Fui revisando una a una , pero eran demasiadas. De repente, una de ellas me llamó la atención. Estaba en el lado contrario al que me encontraba yo. Era de un leve color rojo oscuro. Me acerqué a toda prisa. Mi alegría fue inmensa cuando descubrí que tenía la forma de una rosa. Se encontraba situada en una de las entradas.
-Esta marca debe de ser de la náyade- sonreí satisfecho. Me adentré en un oscuro pasillo. La humedad me azotó, pero en aquel momento era optimista.
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