El monstruo estaba a poca distancia de mí. La roca estaba casi pulida. En uno de los lados tenía una punta afilada. La lancé con rabia. Durante su trayectoria empezó a girar con furia. El guardián no tuvo tiempo pare reaccionar. Le dio de lleno en el hombro. Se paró irritado. Cuando se quitó la piedra, el musgo se le quedó pegado. Quitándole importancia siguió avanzando hacia mi. Justo cuando me iba a atacar con un nuevo zarpazo, el musgo se movió de sitio. Se deslizó hacia el cuello y comenzó a extenderse por todo el cuerpo. Su velocidad era tan rápida que el guardián no tuvo opción a arrancárselo. Pronto le cubrió todo el cuerpo. Sus movimientos se entorpecieron. Intentó golpearme pero apenas pudo levantar el brazo. Su compañero acudió a socorrerle. Dado que no podía hacer nada, se giró en mi dirección. Tenía los ojos llenos de cólera. Me asusté. Busqué más rocas a mi alrededor. Ni una encontré. Había utilizado todas las que se encontraban en aquella zona. Un vistazo rápido me bastó para localizar las demás. Estaban todas detrás del monstruo. Tenía que llegar hasta allí de alguna manera.
Miré a Asks. Comprendió mis intenciones. Empezó a moverse rápidamente de un lado a otro para confundir a su adversario. El pequeño ser seguía con sus ataques en el aire. Eran ataques pequeños pero efectivos. Con tres saltos más Asks se situó al lado de mi adversario. Tenía que ser una maniobra muy rápida. No tenía mucho tiempo antes de que el segundo guardián se abalanzase sobre el felino. No podía luchar con dos a la vez. Aproveché el momento de despiste. Rápidamente me deslicé al otro lado. Iba pegado a la pared. No podía permitir que se diesen cuenta de la estratagema. Conseguí llegar al lugar en el momento justo. Asks no podía aguantar más. La energía de su fuego estaba disminuyendo. Aquellos ataques estaban durando demasiado tiempo. Cogí dos rocas y me concentré. Empezaron a girar a mucha velocidad sobre la palma de mi mano. El monstruo se dio la vuelta. Intenté concentrarme aun más. Debía actuar con la mayor prontitud posible. Mi mano verde empezó a brillar con mucha intensidad. Era tanta la energía que tenía acumulada que noté como la temperatura de mi cuerpo subía. Cuando la piedra estuvo casi completamente pulida una llama verde se encendió. El fuego se había encendido directamente en mi mano. Lancé las dos piedras hacia el guardián. Una de ellas estaba cubierta de musgo y la otra de fuego. Una combinación mortal. Las puntas afiladas se clavaron en cada uno de sus hombros. Un grito desgarrador salió de su garganta. Las llamas se extendieron. Alcanzaron al oponente del pequeño ser. Los dos cayeron fulminados en el acto. El musgo se extendió por todo su cuerpo. Les dejó inmovilizados. El fuego hizo el resto. Ya solo quedaba uno. Asks estaba en sus últimas fuerzas. EL pequeño ser yacía en el suelo con la profunda herida torturándole
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