Me quedé quieto. No tendría las suficientes fuerzas para volver trepando. Miré abajo, allí los guardias efectivamente se multiplicaron. Era una situación que no habíamos previsto. Mi cerebro funcionaba a la velocidad de la luz para encontrar una solución. Miré al símbolo de la rosa para que me diese fuerza. El fuego en ella había comenzado ha arder con más fuerza. ¿Cómo era aquello posible?, no importaba. Estaba convencido de que era un buen presagio. Un soldado más apareció. Ya eran cuatro. Este último portaba una pequeña bandeja. Con risas se acercó a los demás y les señaló lo que tenía. Los demás lo toquetearon con sus grandes manos de cuatro dedos y lo devolvieron a su sitio. Me dio asco solo de imaginarme como aquella comida se acercaba a mi boca.
Aquel ser se acercó al otro extremo de la superficie. Se adentró allí sin ninguna dificultad. Me imaginé que allí habría otro pasillo. Pocos minutos después se escuchó el ruido de una pesada puerta. Allí debía ser donde tenían a la prisionera. Cuando volvió las risas siguieron. No se movió del círculo. Los sonidos que emitían se expandían por todo el espacio y retumbaban en las paredes. Era parecido al chirrido de una puerta. Con decisión bajé otro segmento. Me cuidaba mucho de no hacer ruido. Nuestra única ventaja es que contábamos con el factor sorpresa. No podíamos estropear eso.
Asks por su parte se fabricó pequeños escalones de fuego. Eran similares a los que había hecho el caballo de fuego tiempo atrás. La diferencia radicaba en el tamaño; los de Asks eran considerablemente más pequeños; y en el color celeste de estos últimos. Saltaba de un escalón a otro con habilidad. Según avanzaba, sus creaciones iban desapareciendo. Pronto nos cogería ventaja. Cuando miré abajo, calculé la distancia que podíamos tener. Llegue a la conclusión de que ya habíamos recorrido las tres cuartas partes del camino. Pronto estaríamos en el suelo.
Descendí otro buen trecho. Debíamos actuar con rapidez. Estábamos al alcance de los ojos de aquellos guardianes. Tarde o temprano nos descubrirían. Respiré profundamente para saltar al suelo. Una ola de miedo recorrió mi cuerpo. Aún así no tenía otro remedio. Miré arriba para asegurarme de que los demás estaban conmigo. Visto desde allí, parecía que habíamos bajado un abismo de piedra.
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