Todo aquel sometimiento sin sentido había hecho que el mundo que yo conocía fuese cruel. Todos los seres vivos habían tenido miedo a enfrentarse a la élite del mal. Habían huido al calor de sus hogares. Nadie les había plantado cara hasta ahora. Estaba dispuesto a llegar al final. Sabía que había dos desenlaces posibles, o la destrucción de ellos, o mi propia destrucción. También sabía que era mucho más probable que se cumpliese la última. No por ello iba a desfallecer. Por lo menos sería el primero que les hizo frente. Quizás detrás de mi viniesen más. Por lo menos, esa era la esperanza que aguardaba.
Seguía flotando por el aire. Las ramas eran cada vez más livianas y mi espíritu más intrépido. Volví a aquel lugar que tantas veces había visitado en sueños. El árbol flotante. Esta vez no estaba lleno de neblina, ni el frío congelaba sus raíces. Cuando aterricé a su lado, el cielo se oscureció. Una tormenta de rayos estaba a punto de caer. Quizás eran consecuencias de mi ataque a los guardianes. La electricidad fluía por todas partes. El aire se cargó tanto que era complicado respirar. No sabía si era tan solo una ilusión o quizás un mensaje oculto. Cuando toqué la corteza, los rayos y truenos retumbaron por todas partes. Una punzada de miedo invadió mi pensamiento. La tensión eléctrica del ambiente y la tormenta no eran una buena combinación. Me eché para atrás. Mis instintos más básicos actuaron y comencé a correr para atrás. La tormenta se había acumulado entorno al árbol. De repente un rayo impactó en el centro de él. Verle atravesado de esta manera me dolió.
Algo estaba pasando, tenía que darme prisa. Los malos presentimientos se estaban apoderando de mí.
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