Otro rayo alcanzó una nueva raíz del árbol. Esta vez se estremeció entero. A pesar de ser un árbol oscuro, parecía que no estaba de acuerdo con aquel tipo de abuso. Se volvió a estremecer. Skule miró con el entrecejo fruncido. Aquel árbol, aunque mínimamente, se estaba revelando. Si ella decidía fulminar algo, la enfurecía que alguien intentase lo contrario. Movió los brazos en círculos para acentuar la tormenta. El estruendo que producía era más monstruoso que antes. El caballo relinchaba sin parar, quería librarse de sus ataduras. Debido a las espinas cuanto más se movía más daño se hacía. Estaba desesperado. Al mirarle sentí una punzada de dolor en el pecho, sus alas tenían serios desgarros.
Rayos empezaron a impactar por todos lados. Primero iban por decenas, pero ahora no dejaban un lugar sin devastar. Toda la superficie olía a quemado. Estaba masacrando los pocos árboles que había quedado a nuestro alrededor.
Nuevamente satisfecha, centró toda su atención en nosotros. Se acercó aún más y contempló atentamente al pequeño ser.
-¿Qué especie de animal eres tú?- preguntó y al ver que no contestaba se enfureció otra vez, lo consideraba una ofensa.
-No sabe hablar- intervine rápidamente.
- Encima de ser unos niñatos, ¿ estáis mudos?- y se empezó a reir con malicia- esto va a ser más aburrido de lo que pensaba si no me podéis suplicar clemencia- .
Invocó una cuerda y la ató en la cintura del pequeño ser. Lo elevó por los aires en dirección a la tormenta. Me quedé paralizado de miedo. El pequeño ser intentaba librarse de aquello pero no podía. Sus ojos era donde residía su fuerza, pero no conseguía que cambiasen de color para hacer magia. La influencia de Skule era demasiado fuerte y su magia demasiado negra. Había perturbado su equilibrio.
Verle tan indefenso me lleno de ira. Mis manos empezaron a brillar. Esta vez no eran ni verdes ni amarillas, era un color rojo oscuro. Según más veía en peligro a mi compañero, más me brillaban. Intenté salir de aquella trampa en la que estaba metido. Era imposible, todavía no tenía tanta fuerza. No podía enfrentarme a Skule de manera directa.
Uno de sus súbditos se dio cuenta de mis movimientos. Empezó a gruñir hasta que llamó la atención de su ama. Ella miró divertida, y reforzó la magia que me tenía cautivo. Mientras, con la otra mano soltó un trozo de cuerda y el pequeño ser quedó expuesto a los rayos.
Un nuevo impacto en una rama cercana hizo al árbol temblar. De repente una idea brilló en mi mente. Chasqueé los dedos y coloqué mis manos encima del tronco. No sería suficiente, pero por lo menos ganaría tiempo.
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