Skule nos miraba fijamente, ni parpadeaba. Se empezó a acercar poco a poco. Cuando estaba a escasos metros, se paró y dio una patada a la corteza de un árbol. Cuando miró sus ramas, los ojos negros la empezaron a brillar y comenzó a soltar aire gris por la boca. Las ramas del árbol fueron arrancadas bruscamente con aquel aire. Se formó un gran remolino que fue a parar directo a nosotros. Fue un movimiento tan rápido que no tuvimos tiempo a reaccionar. Sin darnos cuenta eramos el epicentro de aquella bestia de aire. Sus paredes invisibles nos impedían movernos del lugar y escapar. Skule había sido muy hábil al conjurar aquello. Se quedó parada observando nuestra reacción. Al ver que estábamos atrapados, su carcajada resonó entre los árboles. El pequeño ser se estremeció con aquella risa. No revelaba nada bueno.
Intentando disimular lo máximo posible miré al suelo. El caballo de fuego seguía escondido detrás del matorral. Por suerte no le había descubierto. Miré otra vez a la mujer. Seguía teniendo la sonrisa dibujada en su cara. Chasqueó los dientes y se elevó por los aires. No alcanzó mucha altura, pero si la suficiente como para mirarme a los ojos directamente. Se acercó caminando sobre el aire.
-Así que tu eres el temeroso Erwan- me dijo con una profunda voz- con tu fiel escudero Balder- y se rió nuevamente- no sois más que apestosos niños-.
Sus monstruos la siguieron y se colocaron en un círculo debajo de ella. Comenzaron a golpear el suelo con el pie de forma muy violenta. Sus lanzas y sus hachas miraban al cielo y se movían a un ritmo frenético. Estaban excitados ante la visión.
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