Empecé a correr, no sentía los pies, ni el suelo debajo de ellos. Aún así sabía que estaba corriendo. Todo era confuso. Miré al cielo, allí estaba Axel, me había descubierto y me acechaba. Su cuerpo era más grande y musculoso de lo que recordaba. Todavía tenía cierta ventaja sobre él, pero avanzaba hacia mí. Cuanto más se acercaba, más sudores me entraban.
Una dulce voz empezó a escucharse a lo lejos. Me dejé llevar por aquella melodía. Cerré los ojos. Cuando los volví a abrir estaba en una habitación pequeña. Había rosas de fuego dibujadas por todas las paredes. Iban apareciendo poco a poco, hasta llenarlo todo. Cuando la pared estuvo totalmente cubierta por ellas, desaparecieron. En su lugar aparecieron rosas de agua. Se produjo un estallido y la voz que había escuchado se intensificó. En el suelo quedaron resquicios de fuego y de agua. Guiados por la voz, se entremezclaron y apareció una imagen. A pesar de que era la primera vez que la veía, supe que era Kaysa.
Estaba pidiendo ayuda. Debíamos darnos prisa en encontrarla.
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