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martes, 16 de agosto de 2011

Raíces y colmillos inesperados

-El gran Erwan, muerto debido a una tormenta, un accidente que conmociona a todos- dijo Skule desafiándome - los amigos que te buscaste no son lo suficientemente fuertes, ni astutos para mi- estaba tan cerca que me acarició con una de sus uñas. Me la clavó en la mejilla, estaba tan afilada que parecía de acero. Me hizo una raja que atravesó la mitad de mi cara, hasta llegar la comisura de mis labios. Noté como gotas de sangre se deslizaban por mi boca, era un sabor salado y cálido. Me estremecí entero al pensar que mi vida podría acabar de una manera tan triste.
La hechicera nos dio la espalda y empezó a conjurar más rayos. Esta vez iban dirigidos hacia los caballos blancos y los druidas. Parecía que quería acabar con todo aquel ser vivo que nos hubiese ayudado. Cuando más gritaba sus conjuros, más se elevaba en el aire. Sus brazos estaban extendidos en señal de bienvenida. Cada rayo que impactaba contra el suelo era una bendición para ella y una maldición para nosotros. Bajó la mirada un momento y apretó más las cuerdas que nos ataban. Estaban tan ásperas que gritamos de dolor. Pequeños hilos de sangre empezaron a empapar nuestra ropa. La impotencia estaba aniquilando nuestro estado de ánimo y nuestras esperanzas.
Un movimiento rápido se produjo a mi derecha. Giré la cabeza tanto como pude. No llegué a ver la situación entera. Una raíz del árbol se estaba moviendo por el suelo hacia nosotros. Fui el único que me percaté de aquellos movimientos. Los rayos estaban impactando contra el árbol y sus raíces empezaron a actuar al respecto. Cuando estuvo a poca distancia de nosotros se levantó con un movimiento muy poderoso. Golpeó con fuerza la cuerda que nos ataba. No consiguió liberarnos. Dio otro golpe certero. Estaba debilitando la magia. Los pequeños duendecillos también  corrieron en nuestra ayuda.
Un grito de consternación me hizo mirar arriba. Dos enormes raíces se habían elevado hasta la altura de la copa de los árboles y habían golpeado a Skule sin que ella se diese cuenta. Por un momento perdió la concentración y el equilibrio y cayó unos metros. Una tercera raíz se elevó y la volvió a golpear. Intenté levantar las manos para poder lanzar algún hechizo. Era imposible, aquella cuerda, además de mantenernos prisioneros, había absorbido toda nuestra energía.
Miré a mi alrededor. Intentaba buscar la manera de ayudar al árbol. Al final se había posicionado a nuestro favor y no podíamos dejarle solo. Un brillo de colmillos apareció entre la oscuridad de los árboles lejanos. Miré con atención. Era algo oscuro, no podía distinguirlo muy bien. Todavía había neblina acumulada en el ambiente. Era el camuflaje perfecto para aquel ser. Sus colmillos afilados era lo único de destacaba.


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