Por otra parte nuestro camino seguía un sendero muy oscuro pero tranquilo. Apenas veíamos a un metro de distancia. Las rocas salientes dificultaban nuestro avanzar. Las horas pasaban rápidas, pero nuestros pasos eran lentos. Intentamos buscar algún sitio para trasnochar, pero ninguno nos parecía lo suficientemente seguro. Los duendecillos se adentraron en el bosque. Miré al pequeño ser y les seguimos. Era mejor alejarse del camino durante la noche. Había muchos espíritus que vigilaban los caminos por las noches. Eran espectros de lo que un día fueron humanos pero sucumbieron a los poderes de la magia negra. Al morir sus cuerpos se momificaron y se convirtieron en almas prisioneras de Skule y sus secuaces.
Cuando estuvimos en una zona tranquila, el pequeño ser se sentó. Cruzó las piernas y cerró los ojos. Su respiración se ralentizó y empezó a flotar en el aire. No se elevó mucho, pero lo suficiente como para que nos quedásemos mirándolo sin pestañear. Dado que aquello iba para largo, me distraje mirando como los diablillos se hacían bromas entre sí.
Cuando al fin el pequeño ser dejó su meditación me acerqué a él. Estaba totalmente pálido y con los ojos aterrorizados. Me alarmé, ¿qué había visto?.
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