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jueves, 8 de septiembre de 2011

Manos de fuego

La quemadura que se me estaba produciendo en la mano era muy dolorosa. No sabía si podría curarme de aquello. Debía ser fuerte, no teníamos otra solución. En la cueva cada vez había más y más murciélagos. Asks y yo estábamos en medio de todo. Respiré lo más hondo que pude. Las puntas de las llamas me alcanzaron el hombro. Levanté el otro brazo. Cerré los ojos y pegué un grito que retumbó en cada una de las rocas. Sentí como la energía de Asks se adueñaba de cada una de mis células y las llenaba de fuego. Aquellas pequeñas llamas me subieron hasta el cuello. Bailaron en mi espalda y bajaron poco a poco por mi otro brazo. Cuando llegaron a su destino final, noté como la mano se me empezó a calentar.
En ningún momento abrí los ojos. Me dejé llevar por mis otros sentidos. La palma de mi mano ya estaba lista. Estaba suficientemente caliente. Extendí los dedos lo máximo que pude. Otro grito salió de mi boca. Los pulmones me retumbaron. Dejé salir el fuego que estaba acumulado dentro de mi. Me sentía poseído por él. Asks también aumentó su concentración. Las llamas cada vez corrían más rápido por mi cuerpo. Mi brazo empezó a girar en círculos.
Los murciélagos empezaron a chillar. Su garganta emitía ruidos capaces de romper los tímpanos. Lo ignoré como pude. Me adentré aún más en mi ser. Me concentré en cada centímetro de mi piel. En cada pequeña llama. Un circulo enorme de fuego se formó a nuestro alrededor. La circunferencia perfecta. El dolor se estaba haciendo insoportable. La mano que se apoyaba sobre Asks estaba en carne viva. Levanté aún más el brazo contrario. Las llamas llegaron hasta el techo. La mayoría de los murciélagos habían ardido. Aprovechamos ese momento. Corrimos hacia donde se encontraba el resto. Me tiré de cabeza al pasillo. Algunos de los murciélagos que había sobrevivido empezaron a perseguirnos. No me quedaban fuerzas para luchar contra ellos. Aparecieron los duendecillos. Rápidamente crearon una enredadera con la cual taparon el agujero. Sonreí, por fin habían servido para algo. Estaba agotado y el dolor pudo conmigo. Oscuridad.

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