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sábado, 30 de julio de 2011

Instintos de magia negra

Las hojas estaban totalmente quietas. Los árboles no se atrevían a moverse, ni a producir ningún sonido. Skule no parecía nada satisfecha. No veía nada que la llamase la atención y eso la enfurecía aún más. Levantó los brazos bruscamente y comenzó a mover los dedos ágilmente. Parecía como si tocase un piano imaginario. Una neblina negra comenzó a surgir de la nada a su alrededor. Cuando la neblina terminó de cubrirla, llevó otra vez su mano a la herida. Cogió otras gotas de sangre. Esta vez las llevó a su boca y las saboreó. Echó la cabeza para atrás. Cuando la volvió a subir sus ojos habían cambiado de color. Ahora eran negros como el azabache. Empezaron a moverse en círculos otra vez. Esta vez repararon en mí. Sonrió.

viernes, 29 de julio de 2011

Skule

La sangre burbujeaba en mi garganta. Estaba tan entumecido que ni siquiera sentí el leve viento que se levantó. En mi mente se había quedado paralizada la imagen desgarbada de la mujer. Cada paso que daban la tierra se estremecía más. El resto, silencio otra vez. Los árboles habían enmudecido.
La brisa del viento empezó a ser más fuerte, según avanzaban. Formaba un extraño remolino. Hojas grisáceas giraban entorno a ellos. La carcajada de la mujer se escuchaba por todas partes. Cada vez que esto sucedía un humo negro les acompañaba durante unos minutos. El olor a quemado era nauseabundo.
Avanzaban sin prisa pero con paso firme. Cuando ya estuvieron en mi campo de visión pude ver a la mujer. Sus ojos amarillos eran espeluznantes. Estaban llenos de rabia y odio. Su gran boca azulada en cambio denotaba satisfacción. El ritual del humo parecía que relajaba su tensión. Estaba quemando las hojas secas, simplemente por diversión. Cada vez que lo conseguía, los ojos se volvían de un color negro profundo. A pesar de todo había algo en su aspecto que me resultaba familiar. La observé detenidamente. Intenté atravesar las paredes de mi mente y llegar a los archivos más profundos de mi cerebro. Muy debajo de aquella fachada de hechicería negra, encontré un parecido lejano. La imagen de la Dama Blanca apareció en mi mente, aquella debía ser su hermana. Skule, la hechicera negra más poderosa por aquellas tierras. Estaba bajo el mando de aquellos que yo no conocía, pero que habían causado la destrucción de la vida del bosque y sus habitantes.
Tenía una profunda cicatriz en la mejilla. Inesperadamente cuando quemó la última hoja, de la cicatriz le empezó a salir sangre. Ella se paró bruscamente y se llevó la mano a la herida. Recogió la sangre y la miró con atención. Sus ojos empezaron a girar de forma muy rápida. Seguidamente olisqueó la sangre y una mueca apareció en su rostro. Levantó la vista y empezó a mirar con atención a su alrededor.


jueves, 28 de julio de 2011

Visión panorámica

Por todos lados se escuchaban rítmicos pasos. Eran muy pesados y sonoros. El resto estaba en silencio. Era un silencio inquietante. De vez en cuando el estruendo de algún árbol caído resonaba en el vacío. Después de eso, todo se quedaba en calma. 
Aquel brillo era lo único que perturbaba los sentidos. Noté como el pequeño ser me tocó el brazo. Le miré y el cerró los ojos. Volví a mirar hacia delante y noté como me empezaron a llorar los ojos. Una energía invisible empezó a correr entre su mano y mi brazo y me llegaba directamente a los ojos. Cuando dejaron de llorar, vi una extraña visión. Todo lo que me rodeaba se había vuelto de un color más claro. El pequeño ser me estaba dando en aquel momento parte de su visión. 
Miré a lo lejos y me concentré en el brillo. Todo se fue volviendo más claro por momentos. Me concentré y mantuve la vista fija en aquella zona. Instantes después se empezó a materializar de donde procedía aquello. Un pequeño ejército se encontraba ante nosotros. Eran ocho seres extraños. Nunca los había visto. Eran de mediana estatura pero muy corpulentos. Una armadura de color azul metalizado cubría un peludo torso. Su boca estaba compuesta por dos cuernos muy poderosos y tenían un ojo en la frente que se movía constantemente. Sus manos eran grandes y llenos de escamas, lo mismo que sus pies. Tragué saliva. Tenían una constitución muy fuerte como para enfrentarse a ellos. 
En el centro una mujer vestida de negro movía los brazos animadamente. Iba vestida de negro. Tenía una tez muy pálida, casi enfermiza y grandes rizos negros caían sobre sus hombros. No conseguí ver más por que el pequeño ser cortó la visión y recuperó su energía. 
Me escondí como pude en aquel árbol. Si nos descubrían estaríamos perdidos. El corazón me empezó a latir a una velocidad desorbitada. A pesar de intentar tener una actitud positiva, el mal presentimiento se apoderaba de mis sentidos. El miedo me entumeció los músculos. 

miércoles, 27 de julio de 2011

Llamas negras y grises

Debíamos alejarnos de allí, para no cruzarnos con aquel destello. Después de observar la situación, era muy probable que exactamente eso sucediese. Debíamos actuar rápidamente si no queríamos cruzarnos en su camino. Miré a mis acompañantes. Ellos tampoco sabían que hacer. No podíamos salir volando, ya que, captaríamos su atención. Debíamos actuar rápido. El brillo azul metalizado, se estaba acercando hacia nuestra posición. Sí salíamos corriendo, posiblemente nos oirían. Estábamos atrapados.
La única opción que nos quedaba era trepar al árbol más cercano e intentar pasar desapercibidos. Con silenciosos gestos, indiqué a mis compañeros el plan. El pequeño ser y yo empezamos a trepar. Cuando ya estuvimos en lo alto, caí en la cuenta de que el caballo no podía trepar y no tendría donde esconderse. Le miré preocupado. El me miró a mí, y de repente vi como una llama se encendía en sus ojos. Empezó a emitir un suave sonido. Parecía el ruido que hacen las hojas de los árboles cuando el viento juega con ellas.
Las llamas de sus crines empezaron a arder de forma más violenta. El color rojo se acentuó, y probablemente se podría ver a kilómetros de distancia. Cuando las llamas alcanzaron su plenitud, empezaron a volverse más oscuras. Pasaron a rojo oscuro, para finalmente volverse grises y negras. Una ola de alegría invadió todo mi ser, de esta manera podríamos pasar desapercibidos. Cuando hubo terminado su transformación, el caballo se agazapó detrás de unos matorrales. Así en un silencio sepulcral esperamos nuestro destino. Mientras tanto, aquel brillo cada vez se acercaba más. Cuando estaba a escasos metros de nosotros, más brillos del mismo color aparecieron. Aquello no era buena señal. Llegué a contar hasta diez, pero mi visión se perdía entre los árboles. Podía ser que hubiese más.
Tenía un nudo en el estómago,el estruendo que se empezó a escuchar por todo el bosque era ensordecedor. Ponía los pelos de punta. Cada vez estaba más cerca, en pocos minutos llegaría a nuestra posición.

martes, 26 de julio de 2011

Salida a la superficie

Una vez más, me había quedado sin saber mi procedencia. El hechizo al que había sido sometida la Dama Blanca parecía demasiado fuerte. La absorbía mucha energía y no la dejaba comunicarse durante mucho tiempo. Parecía que su hermana Skule era muy poderosa. Miré a mi alrededor, todo se había quedado sumido en una negra polvareda. Aquel sitio debía de haber sido bonito, aunque ahora había marcas de magia negra por todos lados.
El caballo relinchó nuevamente, debíamos irnos. Miré al pequeño ser y nos dirigimos hacía una gran puerta de hielo. El caballo inhaló aire hasta llenar sus pulmones. Cerró los ojos y con un fuerte suspiro, exhaló todo el aire haciendo que sus crines creciesen . El fuego en ellas se avivó y el caballo acercó su cabeza a la puerta. Dada la intensidad del calor que se desprendió, la puerta se deshizo completamente. Teníamos el camino libre para avanzar.
Nos adentramos en un largo y estrecho pasillo. Tardamos una hora en abarcarlo entero. El camino era abrupto, y mis extremidades empezaron a pesarme de una manera irracional. Cuando al fin llegamos al final del camino, nos encontramos con un gran agujero que llevaba hacia la superficie. Era similar al anterior, por el cual habíamos bajado. Solo que más oscuro, no había ninguna luz que lo iluminase. Tampoco se veía una mínima luz que indicase donde se encontraba la salida.
El caballo esperó pacientemente a que llegásemos. Cuando estuvimos a su altura, levantó las dos patas en el aire y volvió a caer con todo su peso. Seguidamente, cinco pequeños escalones aparecieron en el agujero. Cada uno distaba del otro aproximadamente dos metros. El caballo repitió la operación hasta diez veces. Las escaleras fueron apareciendo de forma sistemática, hasta que se perdieron en el horizonte.  Cuando terminó, me miró y con un gesto de la cabeza me indicó que me subiese a su espalda. Para ello, bajó la intensidad de sus llamas. Primero subió Balder, para después subir yo. Cuando estuvimos bien sujetos, el caballo empezó a saltar de un escalón a otro. Era una maniobra peligrosa. Los escalones eran de pequeño tamaño, y la superficie que teníamos para agarrarnos era escasa. Tuve que concentrarme mucho en los movimientos del caballo, e, intentar hacer un ejercicio de equilibrio para no caerme. La posibilidad de precipitarme hacia el vacío era una idea que quería desechar de mi cabeza.
Cuando estuvimos en el último escalón, el caballo saltó hacia el exterior. Sus alas se desplegaron majestuosamente. Volamos muy alto, para luego descender en picado. El aterrizaje fue un poco duro, pero por fin podíamos respirar el aire de la libertad. Me apoyé contra un árbol y cerré los ojos unos instantes. Cuando los volví a abrir un brillo lejano llamó mi atención.

lunes, 25 de julio de 2011

Un nombre

Cuando la sombra ya estaba casi del todo materializada, y yo totalmente preparado para enfrentarme a ella. Desapareció enfrente de mí y se convirtió en una neblina grisácea. Me asusté y me quedé confundido, pero aún así no bajé la guardia. Cosas raras estaban sucediendo.  Fue entonces cuando me di cuenta de que ya no estaba cayendo hacia el vacío. Estaba suspendido en el aire. Miré a los lados, y las llamas seguían demostrando el poder de su esencia.
Mi posición de piernas abiertas y puños elevados no cambiaba. Estaba esperando que iba a ser era lo próximo que me iba a atacar. Repentinamente todas las llamas cesaron y volví a la estancia de la Dama Blanca. Estaba delante del trono y a mi lado se encontraba nuevamente el pequeño ser. Me miró con cara de satisfacción.
-Has superado la prueba- me dijo mentalmente el pequeño ser.
-¿Qué prueba?- pregunté exaltado.
-No rendirte ante circunstancias adversas- continuó hablándome el pequeño ser-  el caballo de fuego accedió a llevarnos.
Dicho esto apareció nuevamente el caballo como por arte de magia. Y con un gesto de la cabeza nos indicó que le siguiésemos. Con cautela me dirigí hacia donde él nos llevaba. En el momento justo que íbamos a salir por la puerta se produjo un estallido de luz blanca. Me cegó por unos instantes. Intenté recuperar la vista parpadeando hasta que más o menos alcancé a ver algo. La Dama Blanca se había materializado. Era una imagen muy borrosa y  muy débil, probablemente no tenía la energía suficiente para realizar el conjuro.
-Ahora que ya saben que existes, no tengo por qué ocultar tu nombre, Erwan- sonrió la Dama- era indispensable mantenerlo en secreto, pero ya todos saben de tu existencia. Son capaces de notar tu presencia. Ya puedes saber tus orígenes-
-¿Mi nombre es Erwan?- pregunté feliz, por fin tenía otro nombre que no fuese niño o muchacho.
-Y él es Balder- señaló al pequeño ser- representa la personificación de la luz, de la elocuencia y de la sabiduría- dijo orgullosa. El caballo relinchó fuertemente, algo estaba pasando.
- Juntos recorreréis un gran camino, pero tú eres...- y un gran estallido se produjo. Mi oído derecho empezó a sangrar del ruido que hubo. Sonidos de cristales rotos retumbaban entre las paredes. La imagen de la Dama se hizo añicos hasta desaparecer.

sábado, 23 de julio de 2011

Locura geométrica

Intenté buscar algún saliente donde agarrarme. Quería frenar aquella caída. No veía nada, tan solo altas llamas a mi alrededor. Cerré los ojos unos segundos, quería despertarme de aquella pesadilla. Cuando los volví a abrir, formas geométricas empezaron a aparecer por todos lados. Se movían a una velocidad tan rápida que apenas me daba tiempo a seguirlas. Sentía como mis ojos se estaban quedando secos y mi mente se estaba descolocando por momentos. Era una locura lo que estaba viviendo. 
Como surgida de la nada una sombra negra empezó a materializarse. Apareció como un pequeño punto, pero fue creciendo hasta sobrepasar mi tamaño. La incertidumbre me hizo encogerme, pero la sombra seguía creciendo. Intenté tranquilizarme, y  sacar la valentía que tan bien se había escondido. Me enfrenté a la sombra. 

viernes, 22 de julio de 2011

Pruebas de fuego

Relinchó fuertemente y bajó su cabeza a la altura de la mía. Con un movimiento rápido, apartó sus ardientes crines de mi, para que no me quemase. En sus ojos aparecieron unas pequeñas chispas de llamas.  Me quedé hipnotizado e incapaz de moverme. A nuestro alrededor, se formó un gran cuadrado de llamas. Así el caballo se aseguraba que no tuviésemos forma alguna de escapar.
El suelo también empezó a cambiar. Se empezó a llenar de círculos de colores rojos y amarillos. Eran muy finos pero iban moviéndose de un lado a otro. Me estaba mareando solo de mirarlos. Para evitarlo, fijé mi vista en el techo, mientras pensaba como salir de aquella situación. Cuando el caballo se dio cuenta, relinchó nuevamente. Como reacción a aquello, el techo se llenó de cuadrados que se empezaron a mover entre ellos. Otra vez la sensación de mareo me invadía. Al final perdí el equilibrio y caí al suelo.
El horror vino a mí cuando sentí que el suelo no había detenido mi caída. Furiosas llamas de fuego naranjas jugaban con nosotros. No nos llegaban a quemar, pero si elevaban mucho la temperatura del ambiente. El suelo había desaparecido y  empezamos a caer. La sensación de incertidumbre, encogió mis sentidos. Miré al techo, allí los círculos se habían unido al baile de los cuadrados. Sentía que la locura invadía todo mi ser. Mi cuerpo caía al vacío mientras que todo a mi alrededor se movía con la más absoluta tranquilidad. Era algo totalmente irreal, pero que por el contrario estaba sucediendo. Intenté cerrar los ojos, para comprobar que estaba soñando. Pero una fuerza invisible me impedía pestañear. Círculos, cuadrados, fuego, llamas, eran todo para mi y yo tan solo un juguete para ellos.
El caballo no estaba por ningún lado. Miré a los lados, el pequeño ser también había desaparecido. Tan solo estaba yo con mi angustia y mi eterna caída.

jueves, 21 de julio de 2011

Caballo de fuego

El ambiente se empezó a calentar. Cuando estuvo lo suficientemente caliente, la Dama Blanca chasqueó los dedos otra vez. Unas pequeñas llamas de fuego empezaron a surgir alrededor de un círculo imaginario. Toda la superficie se llenó de ellas. Eran de un color rojo intenso al principio, pero fueron cambiando de tono a medida que crecían. Desde naranja hasta amarillo. Cuando llegaron a este último color eran tan grandes que alcanzaban el techo. El calor era abrasador.
Aquellas llamas empezaron a lanzar pequeños rayos de color rojo. De ellos se empezó a formar una figura. Era el contorno de algo grande y poderoso. Cuando se fue aclarando la visión, pudimos comprobar que un gran caballo se estaba formando ante nosotros. Tenía unas patas muy fuertes y las crines de fuego. Como último se formaron unas largas y elegantes alas. Pequeñas llamas las recorrían. Cuando el caballo estuvo listo se presentó ante la Dama Blanca e hizo una inclinación. 
-Aquí os presento a uno de mis más leales amigos- sonrió a lo que el caballo levantó las dos patas delanteras- os devolverá a la superficie-.
-¿Cómo podemos montarlo si su cuerpo está poblado de llamas?- la pregunté extrañado.
-Solo podréis conseguirlo si él os da el permiso- replicó la Dama- el ha nacido en las entrañas de las tierras, donde el fuego es indomable, de ahí su naturaleza salvaje. Si le demostráis lealtad, el os la demostrará a vosotros. Si no sucede así, os prenderá fuego hasta que os reduzcáis a ceniza- y dicho esto el panel se volvió oscuro.
Miré fijamente al caballo, él hizo lo mismo conmigo. Me estudió minuciosamente. Sentí su aliento en cada célula de mi ser. Estaba muy concentrado y no se le escapaba ni un detalle de mis movimientos. No sabía decir si era de su agrado o no. Relinchó varias veces y se acercó unos pasos. Estábamos frente a frente y podía notar el calor que desprendía. Alargó una de sus patas y la colocó  al lado de mi pierna. Sus ojos me miraban tan fijamente que contuve la respiración.

miércoles, 20 de julio de 2011

La figura del panel

Se me empezó a formar un nudo en la garganta por la emoción.  No sabia que era lo que iba a salir de aquel gran panel de hielo. Estaba nervioso. Cada célula de mi cuerpo temblaba. Miré al frente con atención. La imagen era muy borrosa, y el proceso de clarificación era muy lento. Mis piernas se separaron un poco, y mis puños se levantaron en señal de lucha. No quería ser pillado por sorpresa. Si tenía que luchar, estaría preparado.
El contorno de la figura desapareció, y dio lugar a nuevas columnas de humo negro. Se entrelazaban entre sí de tal modo que parecía que estaban bailando. La imagen de un gran felino apareció. Era negro con unos ojos amarillo. También tenía unos grandes y afilados colmillos del mismo color. Rugió con tal fuerza que las paredes retumbaron. Cuando volvió otra vez el silencio, desapareció. Me quedé confundido por la situación, pero aún así me preparé para lo peor. Mis piernas se separaron más todavía para aguantar el equilibrio en caso de envestida. 
El contorno de una nueva figura empezó a aparecer. Esta vez el humo negro cesó  y apareció una neblina blanca. Mis músculos se relajaron. Una figura femenina estaba creciendo ante mí. Un gran resoplido salió de mis pulmones cuando apareció La Dama Blanca. 
-Me has encontrado muchacho- dijo con una sonrisa.
-¿Qué ha pasado?- pregunté señalándola a mi alrededor. 
-Nos tendieron una emboscada- dijo tristemente- mi hermana , Skule vino con sus secuaces. 
-¿Tu hermana? - abrí los ojos de asombro.
-Sí mi hermana. Ella no es como yo. Cayó en la tentación de la magia negra cuando era pequeña. Fue entonces cuando la perdimos del todo, ahora les sirve a ellos- salió una lágrima de su ojo izquierdo- estoy encerrada aquí mediante magias ancestrales, condenada a vagar entre el mundo de los vivos y los muertos, ya no os puedo ayudar.
-¿Qué podemos hacer?- pregunté esperanzado.
-Por mi no podéis hacer nada, pero si debéis salvar a Kaysa, mi náyade consejera. En sus manos morirá, y ella es muy especial- suplicó.
-La salvaremos- dije con convicción, aunque apenas había sobrevivido yo hasta aquel momento. No sabía cómo debía salvar a alguien si ni siquiera sabía si aguantaría vivo mucho más tiempo.
-Solo puedo hacer una cosa más por vosotros- dijo agradecida y chasqueó los dedos.

martes, 19 de julio de 2011

Panel de hielo

Supe que aquella imagen se me quedaría grabada en el subsconsciente durante mucho tiempo. Me agaché y cerré los ojos del pequeño soldado. Así por lo menos podría descansar en paz. Me levanté despacio y seguí avanzando. Dejé aquella sala de los horrores a mis espaldas. A pesar de que las paredes seguían teñidas de sangre, no había nadie. Esa zona habia sido limpiada. Yo por mi parte, seguía sin entender como podía existir alguien tan cruel.
Cuando el pasillo terminó, apareció ante mi una esplendorosa sala. Era totalmente circular y de gran tamaño. A mi derecha apareció un trono de mármol blanco. Las numerosas incrustaciones de esmeraldas que tenía desprendían un brillo intenso. Parecían las replicas de los ojos más hipnotizantes del universo.
Noté una pequeña ventisca a mi lado. El pequeño ser se habia unido a mi lado. Miré otra vez al frente y me llamó la atención un gran panel de hielo. Nos acercamos a el con valentía. Cuando apenas estuvimos a un metro de distancia, un humo negro apareció. Le siguieron unas llamas negras. Nos quedamos quietos observando.

lunes, 18 de julio de 2011

Consecuencias de la sed de sangre

Después de la primera impresión de ver los cuerpos mutilados, miré fijamente la gran muralla de hielo. Se presentaba tan poderosa que era difícil no admirarla. No había ni el más mínimo hueco para atravesarla. Iba a ser muy complicado moverse de aquel punto. Miré al pequeño ser, él también estaba pensativo.
Me alejé un poco, y me apoyé contra la pared. Aquel lugar estaba repleto de malas vibraciones. Tenía una sensación extraña en el cuerpo. En pocos días me había vuelto muy sensible a todo tipo de energías. Las sentía en la piel y se me erizaba el vello. Desafortunadamente solo había sentido malas vibraciones, jamás una buena. Esta vez no iba a ser diferente.
El pequeño ser me miró con los ojos brillantes de alegría. Me acerqué a él tan rápido como pude. Había tenido una idea. Me señalo la muralla con una mano y con la otra me dijo que me aproximase aún más. Colocó una mano sobre mi rodilla, y un dedo de la otra sobre el hielo. Noté un cosquilleo por todo mi cuerpo y esperé a ver que sucedía.
De su pequeño dedo empezó a salir una luz rojiza. Poco a poco fue apareciendo una prolongación en forma de uña. Muy fina pero muy fuerte. Cuando terminó de crecer, el pequeño ser acercó su dedo a la muralla y empezó a moverlo enérgicamente. Ante mi asombro se empezó a formar un pequeño agujero cilíndrico. Con un poco de esfuerzo traspasó todo el ancho de la muralla. Cuando terminó lo sacó y caminó hacía el otro extremo de la muralla. Me hizo un gesto para que me acercase nuevamente y repitió la operación. Así lo hizo hasta cuatro veces, formando un pequeño cuadrado.
Miró satisfecho su trabajo, y después su dedo, el cual ya había vuelto a su tamaño normal. Cogió mis manos y las colocó en el centro de aquel cuadrado. A pesar de la falta de instrucciones, comprendí sus intenciones. Me concentré al máximo. De mis manos empezaron a salir pequeños destellos dorados y verdes y el cuadrado de hielo reventó en mil pedazos. Un poco mareado del esfuerzo me di la vuelta y miré al pequeño ser. Fue la primera vez que solté una carcajada desde que había salido de mi casa. El pequeño ser estaba totalmente cubierto de polvo blanco.
Después de un breve momento de alegría, miré el agujero de la muralla. Era bastante pequeño pero de alguna manera tenía que caber por él. Levanté al pequeño ser y se deslizó sin ningún problema al otro lado. Yo lo tuve más complicado. Me quedé atascado unas cuantas veces, así que tuve que emplear la magia. Con mucho esfuerzo calenté un poco mi cuerpo. Esto me ayudó a convertir todo lo que me rodeaba en agua. No agrandé el agujero mucho más, pero si lo necesario para que al final pudiese pasar. Al llegar al otro lado, sentí como las energías me fallaban y caía de rodillas. Debía aprender a no desgastarme tanto.
Cuando contemplé lo que había a mi alrededor, una nueva ola de nauseas apareció. Todo el hielo estaba teñido de rojo sangre.

sábado, 16 de julio de 2011

Duendes guardianes

Nos adentramos en un largo pasillo. El hielo que había formado el felino, había tenido un largo alcance. Debíamos andar con mucho cuidado para no tropezarnos. Cuando llegamos al final del pasillo, la imagen nos sobrecogió y revolvió el estómago. Había una gran muralla de hielo que impedía el paso. Estaba custodiada por dos duendes de descomunales proporciones. Ambos yacían decapitados a cada lado de la muralla. Unas profundas náuseas se apoderaron de todo mi ser.

viernes, 15 de julio de 2011

La mente del felino

Mientras se me terminaban de curar las heridas profundas, el felino luchaba contra el tornado. Al final salió despedido hacia una pared. El pequeño ser paró repentinamente el cántico y todo se calmó. Las cosas que habían volado se cayeron al suelo produciendo un  estruendo, que hizo retumbar hasta las columnas que estaban a lo lejos.  El pequeño ser aprovechó ese momento de confusión para soltarse de mi pierna, cogerme la mano y ponerla sobre su herida. Esta empezó a cicatrizar sin problema alguno.
Me hizo un gesto y nos acercamos al felino. Sin soltar mi mano le colocó la suya en frente. Se estableció un tipo de vínculo extraño. Unas pequeñas luces chispeantes aparecieron entre la palma de la mano del pequeño ser y el felino. Después cerró los ojos y se concentró. Cerré los ojos yo también. Primero solo vi oscuridad, pero poco a poco esa visión se fue aclarando.
Empezamos a ver imágenes del felino. Su niñez, como creció. Llegamos a la conclusión de que era nada más y nada menos que el guardián de la Dama Blanca. Donde nos encontrábamos ahora era su guarida secreta. Después las imágenes empezaron a ser confusas. Alguien extraño se aproximaba y disparó algo al felino. Ahora no se podía mover, estaba paralizado y sufría mucho. Mientras vio como más seres malvados aparecían y el no podía defender a su Dama. Asaltaron la casa, mataron a todos los guardianes. El ataque les pilló de imprevisto. Ahí con claridad vio a la náyade. Era una doncella de alto rango de la Dama. Se la habían llevado metida en una mazmorra. Luego las imágenes pasaron a la Dama Blanca. Volvió la oscuridad mientras la asediaban. En aquel momento el felino se desmayó por lo que le habían inyectado. 
El pequeño ser soltó la frente del felino. Éste seguía inconsciente. Por eso nos había recibido de una manera tan hostil. Ahora lo comprendíamos. Nos miramos, no sabíamos que debíamos hacer. El pequeño ser acarició al felino, que dormía profundamente y empezó a caminar.

jueves, 14 de julio de 2011

Remolino

El remolino fue cogiendo fuerza por segundos. Empezó a formarse a nuestro alrededor pero se expandió por toda la cueva. Todos los hielos que se habían desprendido empezaron a volar por los aires. Era un pequeño tornado en potencia.  El felino se seguía agarrando a mi brazo. Me había hecho profundos desgarros en su lucha por no salir disparado. Mis gritos de dolor retumbaban por todo el espacio vacío.
El dolor hacía que mi corazón palpitase a toda prisa, como si fuese a vida o muerte.
Intenté pensar con la cabeza fría y cogiendo fuerza de donde no la tenía empecé a mover la otra mano. La desplacé lentamente. Quería llegar hasta mi brazo dolorido, aunque era difícil dada la magnitud del viento. Mientras tanto, el pequeño ser seguía agarrado a mi pierna. Sus ojos brillaban y comenzó a entonar un leve cántico muy melodioso. El remolino de viento empezó a moverse en la dirección contraria desestabilizando  al felino. Este cambio inesperado minó sus fuerzas y se soltó de mi brazo. Salió despedido y empezó a dar vueltas al ritmo que marcaba el tornado.
Mi mano por fin alcanzó mi brazo y sentí como cambiaba de color.  Mis heridas se empezaron a curar dolorosamente. El proceso era demasiado lento y solo conseguiría cerrar los desgarros más profundos. Tuve que cerrar los ojos, notaba como cada músculo se reconstruía como si me pinchasen un millón de agujas. Cada una de esas agujas me cosía una parte. En la superficie no se veía nada, pero sentía absolutamente cada pequeña fibra.

miércoles, 13 de julio de 2011

Ventísca

Dejó al pequeño ser de lado. El fuerte zarpazo que le había dado le había dejado satisfecho. Del pequeño ser no salía sangre, sino un extraño líquido muy espeso de color granate. Mientras pensaba que hacer, le miraba y sentía al felino a escasa distancia. Sus ojos ahora eran de un color azul cían a juego con sus llamas. Las rallas negras del cuerpo le habían desaparecido y su cuerpo era enteramente blanco. Yo no sabía a que se debía esa transformación pero no presagiaba nada bueno.
Con un rápido salto me tiró al suelo. No me lo esperaba, esta vez el felino no había esperado a estar cerca de su presa para atacar. El golpe que me di en la espalda fue tan grande que hizo que todo mi cuerpo se estremeciese. Por suerte había caído en la superficie plana, no en los cortantes hielos apilados. No me dio ni tiempo a levantarme. La velocidad del felino era vertiginosa. Con un golpe seco puso su zarpa sobre mi tronco. Sentí un dolor que me traspasó el cuerpo mientras oía como me crujía una costilla. La fuerza de aquel animal era indescriptible. En sus ojos había una satisfacción que daba temor. Quería acabar conmigo.
El pequeño ser dejó de lamerse la herida en cuanto vio como yo volaba por los aires. Para no llamar la atención se fue acercando sigilosamente hacia nosotros. No tenía muy claro que iba a hacer, pero quería que fuese un ataque sorpresa. Cuando el felino se percató que estaba a nuestro lado, no tuvo el suficiente tiempo para reaccionar. El pequeño ser se agarró fuertemente a mi pierna y cerró los ojos.
Noté como una energía extraña traspasaba mi cuerpo. Mis manos empezaron a cambiar de color. Una luz dorada empezó a brillar a nuestro alrededor. Poco a poco empecé a notar una leve brisa que no sabía desde dónde venía. 

martes, 12 de julio de 2011

Duelo entre hielos

Todo el hielo que había caído de la parte de arriba dificultaba al felino acercarse. Pero aún así no cesaba en su empeño. Parecía que el pequeño ser le interesaba mucho. El pequeño ser estaba quieto, no se movió de su sitio. Cuando vio que el felino blanco ya estaba cerca de él empezó a levitar más alto. Buscaba una forma para ponerse a su altura. Me miró con sus ojos rojos y se asustó cuando vio la sangre seca que me cubría la cara. Yo seguía un poco mareado. La pérdida del preciado líquido de mis venas había sido devastadora en mi organismo.
Sin más miramientos el pequeño ser decidió ponerse enfrente y luchar por los dos si hacía falta. Su rival se encontraba tan solo a unos pasos de él. Debía actuar rápido. Ahora tan solo les separaba un metro. Faltaban segundos para decidir que hacer. Aquel gran animal se había parado. Parecía disfrutar de aquel momento, ya que conocía perfectamente su superioridad.  El pequeño ser estaba concentrado al máximo, no se perdía ni un detalle de los movimientos de su contrario. 
De repente con un rápido salto el felino se abalanzó sobre el pequeño ser, el cual logró apartarse por unos escasos centímetros. El felino no perdió el tiempo y le dio un zarpazo en uno de sus brazos. El grito del pequeño ser se oyó en toda la cueva. A mi se me partió el alma cuando lo escuché. A duras penas me levanté. Quería ayudarle pero no sabía muy bien como. Haciendo caso omiso a todo, me apoyé contra las paredes y llegué hasta donde se encontraban los contrincantes. El pequeño ser me miró esperanzado y el felino, que se había olvidado de mi, cayó en la cuenta de que primero era más fácil acabar conmigo. 

lunes, 11 de julio de 2011

Entre hielos

Sus ojos estaban centrados en mí.  Brillaban de un color azul celeste que incluso llegaban a hipnotizar. Intentaba mantenerme sereno, pero era complicado. A pesar de su fiero aspecto todo su cuerpo me invitaba a ir hacia el. Era una situación contradictoria. Mi cuerpo iba hacia él, mientras que mi mente se negaba. El pequeño ser intentaba frenarme.
El felino seguía avanzando sin dejar de mirarme. El hielo llegó hasta mis pies y me hizo retroceder un poco. Cuando aquel hielo llegó al final del pasillo, unas ondas empezaron a desprenderse. Se metieron en mi mente y empecé a marearme.
Al pequeño ser le empezaron a brillar los ojos de una manera como nunca antes. Se sentía en verdadero peligro. Tan solo estábamos nosotros dos. Esta vez nadie nos podía ayudar para salir de esa situación. El gran felino se giró hacia el. Sentía que una amenaza que no esperaba estaba creciendo ante él.
El pequeño ser empezó a levitar y sus ojos se tornaron de color azul oscuro. Empezó a desprender un vaho  blanquecino de la boca que se iba congelando cuando más se acercaba hacia donde se encontraba el felino.
Entre ellos dos se formó una extraña conexión, los dos se miraban fijamente. El hielo que se había formado entre ellos estaba lleno de energía. En  la parte más próxima al pequeño ser el hielo empezó a cambiar a color rojo. En el otro extremo el hielo cambió a color celeste. Poco a poco se iba tiñendo todo. Cuando colisionaron los dos colores se produjo una pequeña explosión. La siguió un temblor que hizo que todo el hielo situado en la parte alta de la cueva cayese violentamente.
No me dio tiempo a apartarme, un pequeño hielo me golpeó la cabeza. Me caí al  suelo y borbotones de sangre empezaron a bajar por mi frente.  Todo lo que pasó después me pareció difuso. El felino perdió interés en mí y se acercó al pequeño ser.

sábado, 9 de julio de 2011

Asks, el felino de guerra

Al final del pasillo el fuego celeste se hizo más intenso. Era un fuego extraño porque desprendía frío en vez de calor. No sabíamos que estaba pasando. El pequeño ser se acercó a mi pierna asustado. Bajé la mirada y me percaté de que sus ojos rojos brillaban. Allí era donde sobre todo se encontraba su poder.
Miré hacia el pasillo con atención, allí estaban las llamas, creciendo a cada segundo. Cuando tocaron el techo oímos un fuerte gruñido. Mi cuerpo se estremeció. Pero no podía volver atrás, nada me esperaba allí.
Vimos aparecer una pata blanca con una llama centelleante. El cuerpo del pequeño ser empezó a temblar. Estábamos paralizados por el miedo. Poco a poco fue apareciendo el resto del cuerpo. Ante nosotros se encontraba un gran felino blanco cubierto de llamas celestes. Su expresión fiera estaba acorde con sus colmillos afilados. Sus ojos brillaban de la rabia más pura. El fuego azul los inundaba. Se empezó a acercar hacia nosotros con pasos lentos pero firmes. Según avanzaba todo a su alrededor se iba congelando.

viernes, 8 de julio de 2011

La explicación

Cada partícula de mi ser comenzó a viajar. A pesar de que mis sentidos estaban intactos, no podía ubicarme. Las veces anteriores, simplemente me había desmayado o todo se había vuelto borroso, pero nunca había estallado convirtiéndome en luz. No sabía cuales serían las consecuencias.
Sentí como todo se volvía negro otra vez. Mi mente dejaba de funcionar, la velocidad del viaje iba disminuyendo. Pocos segundos después, me paré por completo. Sentía una tranquilidad enorme. Las pulsaciones me bajaban y mi corazón dejaba de bombear tanta sangre. Tenía la sensación de volver a mi cuerpo. La oscuridad entera se presentó ante mi.
Poco a poco me fui despertando.  Mi consciencia estaba intacta, pero mi cuerpo reaccionaba muy lentamente. Cuando al fin abrí los ojos vi como el pequeño ser me estaba observando preocupado. Me incorporé con esfuerzo y  me trajo un plato lleno de comida. Le miré extrañado, no comprendía de donde había sacado eso. Después de titubear un poco, comencé a comer. Era la primera vez que ingería cosas decentes desde que había salido de mi hogar. Hasta ahora solo me había alimentado de raíces.
-No podía comunicarme contigo hasta que estuvieses más fuerte- me dijo el pequeño ser mientras estaba terminando.
-Me siento mucho mejor, ¿de dónde ha salido esta comida?- le pregunté curioso.
-Estuve investigando mientras dormías. No muy lejos de aquí hay una pequeña cueva llena de comida. No se de dónde salió, ni lo que significa, pero esta en buenas condiciones. Es un poco extraño- se quedó confundido.
-Cuando me desmayé me fui a otro sitio. Había un árbol, un carruaje, un monstruo medio humano y muchos fantasmas- se me hacía un nudo en la garganta al intentar hablar sobre ello.
-Quizás tengas el don de la bilocación temporal- me dijo pensativo-  las tejedoras del destino te han podido traspasar un poco de su poder y por ello eres capaz de ver lo que pasó, lo que pasa, y lo que es probable que pase- el pequeño ser estaba muy preocupado, tanto que empezó a dar vueltas en círculos para tranquilizarse.
-¿Eso es posible?- le pregunté extrañado. Le miré fijamente pero el pequeño ser había perdido la conexión mental. No eramos capaces de tener conversaciones largas.
Muy despacio me incorporé y empezamos a caminar para adentrarnos en la cueva. Todo estaba muy oscuro y bastante húmedo. Caían gotas extrañas desde salientes del techo. Esta vez eran de un color azul celeste. A pesar de parecer inofensivas intentamos que ninguna de ellas nos alcanzase. Cuando atravesamos esta sala, la cueva empezó a cambiar. Las columnas empezaron a ser más elaboradas. Estaban pulidas y con extraños dibujos. Cuando me acerqué a mirarlas, unas extrañas llamas del mismo color que las gotas que habíamos visto antes, empezaron a surgir en el suelo y se empezaron a expandir a lo largo de todo el pasillo.

jueves, 7 de julio de 2011

Partículas de luz

El carruaje desapareció con la misma velocidad que había venido. Me quedé solo. Todo el mundo se me vino encima y la oscuridad se adentró en mi alma. Incluso el silencio se hizo pesado. Miré a mi alrededor. No sabía como volver hacia la cueva.
Recopilé las pocas fuerzas que me quedaban y empecé a caminar hacia el árbol. Era donde todo había comenzado y donde esperaba que todo finalizase. Eran pocos metros, pero mi cabeza trabajaba a una velocidad de vértigo. Multitud de imágenes pasaron por ella. Intenté hacer un recopilatorio de todo lo que había visto. Analicé cada detalle. La carroza, las almas, incluso analicé los lienzos y al monstruo. Tenía que encontrar la relación entre todo. No entendía del todo a quien representaba aquel personaje. ¿Acaso era un hechicero?, ¿un asesino?, ¿un enterrador?. Sea quien fuere no podía permitir que las imágenes que tanto me habían torturado se hiciesen realidad.  Tendría que hablar con el pequeño ser. Llegaríamos al fondo de esta cuestión.
Ahora estábamos debajo de la tierra. Por lo visto la morada de las almas. Habíamos dejado atrás el bosque sin luz. Tenía la esperanza de volver pronto a la superficie. Cuando llegué a la zona de las raíces del árbol, me senté y traté de concentrarme.  Debía volver. Me imaginé la cueva que había abandonado. No pasó nada. Lo intenté otra vez, lo desee con más fuerza incluso. Noté como mi cuerpo empezó a flotar. Me elevé sin esfuerzo. Intenté concentrarme aún más. Dejé de elevarme.
Repentinamente mi cuerpo empezó a brillar. Cuando sentí que la luz invadió todo mi cuerpo. Estallé en millones de partículas. Sentí como cada partícula de mi ser comenzaba a desvanecerse.

miércoles, 6 de julio de 2011

Un alma nueva

El medio- hombre sonreía con malicia al ver mi sufrimiento. Intenté levantarme, aunque mis rodillas y mi alma estuviesen rotas por el dolor que me producían aquellas imágenes. No podía dejar que eso pasase, debía evitarlo a toda costa.
Con decisión me puse enfrente de él. Levanté la mano despacio, para después moverla a una velocidad vertiginosa. Conseguí coger los dos lienzos ante la sorpresa del hombre. Pero lejos de enfadarse, sonrió otra vez. Le miré desafiante. Tenía los lienzos en mi poder. Me puse a mirarlos con atención, sí, eran ellas, no cabía ninguna duda. Sin darme tiempo a guardarlos o destruirlos, se desvanecieron ante mi.
El medio-hombre soltó una carcajada que se propagó por  todo el espacio vacío. Después me miró fijamente, y empezó a murmurar unas palabras en voz baja. Como respuesta a eso, me quedé totalmente inmóvil, no tenía ningún poder sobre mis músculos. Cuando comprobó que efectivamente no podía hacer nada, se dio la vuelta. Levantó los brazos lentamente  y empezó una invocación. Las almas perdidas del carruaje empezaron a gritar desesperadamente. Tal era la intensidad del sonido que un leve hilo de sangre recorrió mi oído.
Cuando terminó su invocación se giró hasta que nos quedamos cara a cara.  En los brazos llevaba el cuerpo de una chica de unos catorce años aproximadamente. Estaba muy mal herida y luchaba por su vida.  El monstruo la depositó en el suelo y empezó a hacer otra invocación. Luces brillantes empezaron a salir de la chica. Él, puso la mano a la altura de su cabeza y la luz se intensificó. Duró tan solo unos instantes, la chica no tenía las suficientes fuerzas para luchar contra él. Cuando dejó de salir luz de ella, la cúpula de la carroza se encendió. Empezó a absorber toda la luz y el cuerpo de la chica se quedó sin vida. Cayó al suelo y se convirtió en cenizas. Cuando la cúpula dejó de brillar, una nueva alma apareció entre los barrotes.
De mis ojos salían lágrimas por la impotencia. Aquel monstruo la había matado delante de mí. Yo no había hecho nada. Estaba hechizado para no moverme. Le miré con odio, y vi como un insecto salió de su boca. Lo atrapó con la lengua y se lo llevó a la boca otra vez. Después de eso, me miró con satisfacción y me señaló el suelo. Los dos lienzos habían vuelto a aparecer. Soltó una nueva carcajada y se fue hacia el carruaje, dejándome inmóvil.

martes, 5 de julio de 2011

Los lienzos

El tiempo que tardaron los lienzos en coger forma se me hizo eterno. Primero aparecieron los paisajes, el dibujo avanzaba desde fuera hacia dentro. El centro era lo último en aparecer. En el lienzo de la izquierda empezaron a distinguirse unos rizos. En el lienzo de la derecha apareció una larga cabellera negra.
Mientras tanto, el hombre sonreía con malicia y los prisioneros de la carroza ahogaron el grito ante la expectación. Aparté unos segundos la mirada de las imágenes y miré a nuestro alrededor. Todo se había congelado de tal manera, que se habían formado gruesos bloques de hielo. Cuanto más se completaban los lienzos, más hielo aparecía. A pesar de ello, mi cuerpo estaba tan entumecido por el miedo, que no notaba los cambios de temperatura.
Cada vez aparecían más rizos, y a mi cada vez me faltaba más el aire. Se me habían pasado unas cuantas ideas por la cabeza, pero las había rechazado todas. Esperaba que fuese tan solo un dibujo, sin significado. Cuando la parte de los rizos estaba finalizada, aparecieron lentamente dos orejas puntiagudas. Mis rodillas se tambalearon, perdieron todas sus fuerzas y caí al suelo. Mis peores temores se estaban cumpliendo. Una ola de desesperación empezaba a florecer en mi pecho.
Miré el otro lienzo. Estaba ambientado en cuevas. En el centro había aparecido un pelo largo y negro. Poco a poco empezaba a distinguirse un ojo de color azul. Una nueva angustia invadía mi pecho.
Miré al suelo con lágrimas en los ojos. Aquellas imágenes me estaban torturando. Cuando volví  a mirar arriba vi los rostros de mi pequeña princesa y de la náyade.
Me levanté e intenté arrancar los dibujos de las manos del monstruo. Con malicia se apartó y perdiendo el equilibrio, mi cuerpo cayó al suelo sin esperanzas. ¿Qué significaba eso?, miré hacia donde estaban las almas perdidas. Estaban totalmente quietas y con las cabezas agachadas por la pena.

lunes, 4 de julio de 2011

El carruaje

Por arte de magia la carroza empezó a temblar. El hombre levantó la mano más alto y nuevamente chasqueó los dedos. Los costados de la carroza se deshicieron con tal facilidad que parecían fabricadas de aire.  Ante mis ojos aparecieron unos gruesos barrotes de hierro. La cúpula estaba formada por un cristal verdoso acabado en punta. Poco a poco, empezó a llenarse de energía y empezó a oscurecerse. Cuando se hubo completado el proceso, pasó a escalofriante verde oscuro. Es entonces cuando se empezaron a escuchar gritos. Eran gritos intensos, llenos de amargura y sufrimiento. Empecé a notar como los ojos se me llenaban de lágrimas. Muchas de las voces que se oían pertenecían a niños. Parecían desgarros ardientes provenientes desde lo más profundo de la garganta.
Poco a poco se empezaron a materializar personas detrás de los barrotes. Aparecían poco a poco, sin prisa, pero sin pausa. Eran imágenes que mi cabeza no olvidaría. Sobre todo había mujeres, muchachos jóvenes y niñas pequeñas. A pesar de ser fantasmas se podían distinguir perfectamente los cortes de sus brazos, a algunos les faltaban dedos, otros se apoyaban con un bastón a falta de una pierna.. La imagen me producía tremenda ansiedad. 
El medio-hombre me miraba con satisfacción. Cuando peor era mi aspecto, más satisfecho estaba él. Esperó con paciencia a que apareciesen todas y cada una de las personas encerradas. Cuando se terminó el proceso, empezó a levantar lentamente su huesuda mano. La colocó enfrente de mis ojos y empezó a levantar la otra mano, la cual estaba compuesta por carne mugrienta. La colocó a la misma altura que la otra y dio una palmada. Enfrente de mi aparecieron dos pergaminos en blanco. Con delicados trazos dos imágenes empezaron a dibujarse. 
Sentía como mi respiración cada vez era más acelerada. No sabía que iba a aparecer en esas imágenes pero mi instinto me decía que no era nada bueno. Bien podrían ser las próximas víctimas en ocupar el carruaje.


sábado, 2 de julio de 2011

Medio- hombre

Con paso lento pero firme empezó a caminar hacia mí. No le pude ver bien hasta que no estuvo a escasa distancia de mí. Pegué un salto hacia atrás. Era la imagen más terrorífica que había visto en mi vida. De la conmoción, la sangre dejó de fluir hacia mis extremidades. Se quedó congelada y como consecuencia, todo mi ser  estaba petrificado. Gotas frías de sudor me invadieron, dejándome helado.
Parecía un muerto viviente, un ser de otro mundo. Tenía medio cuerpo de esqueleto, y la otra mitad de humano. Justo en el límite se veía la transición de un estado al otro. Los pliegues de carne se podían distinguir perfectamente. Abrió la boca y empezó a sonreír con malicia. Un insecto negro le salió de ella. Se me revolvió el estómago. El asco y miedo que me daba aquel medio-hombre no se podía comparar con nada que hubiese conocido. 
Levantó su brazo esquelético, lleno de moho. Con una nueva sonrisa, que parecía la de un viejo enterrador desquiciado, chasqueó los dedos. 

viernes, 1 de julio de 2011

Vaho frío

No podía evitarlo. Mi cuerpo se acercaba a gran velocidad hacia el árbol. Cuando mi cuerpo rozó la corteza se quedó inmóvil. Esta vez no me iba a adentrar en él. La fuerza que me empujaba hacia allí simplemente desapareció. Una sensación de intranquilidad y miedo me invadió. Notaba que algo iba a suceder, pero todo estaba en la más absoluta calma.
Era como la vez anterior, el silencio precedía al horror. El vello de mis brazos se erizaba. La sensación de inquietud crecía en mi interior. Dí una vuelta alrededor del árbol. Pero no había nada. Miré al horizonte, pero solo había oscuridad. Ningún otro árbol. Ningún ser vivo.  Me senté junto a una gruesa raíz que sobresalía del suelo, para esperar mi sino.
Mientras estaba pensando en todo lo que me había sucedido, la tierra se empezó a congelar poco a poco. Cuando ya estuvo totalmente congelada, un vaho muy frío empezó a desprenderse de ella. Las raíces del árbol también comenzaron a transformarse. Todo lo que me rodeaba parecía un gran bloque de hielo.
Miré a mi alrededor pero no veía nada, tan solo existía un sonido muy raro a lo lejos. Agudicé el oído, presté la máxima atención. Entre la confusión de mi mente, escuché como unos caballos relinchaban, así, como el sonido de un látigo. Intenté concentrarme más aún para identificar de dónde venía el sonido. Se aproximaba hacia mí a mucha velocidad. Pasados unos segundos, distinguí el sonido del galope. Miré detrás del árbol. Apareció de la nada, una gran neblina .
Como por arte de magia aquel vaho se hizo menos denso y aparecieron los esqueletos de unos caballos. Se movían con facilidad y detrás de ellos, de la nada, apareció una gran carroza. Iba conducida por alguien, pero mis ojos no lo podían distinguir. A duras penas vi que se levantó y tiró un sombrero rojo al suelo. Me había visto y mis piernas no me obedecían para escapar. Empezó a bajar sin prisa las escaleras del carruaje.