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viernes, 30 de septiembre de 2011

Necesidad de agua

Desde luego, me sentía impotente. El pequeño ser apenas se estaba recuperando. La náyade se encontraba en un estado más que lamentable. Asks estaba estable, pero sus fuerzas también estaban mermadas. Los pequeños duendecillos permanecian impasibles. Frustrado, incompetente e inútil. Había entrado en una espiral de autocompasión Aquello no era normal en mí. Debía alejar aquellos pensamientos y pensar en soluciones. Tenía que optimizar el tiempo, tal y como me había enseñado mi padre.
Empecé a mirar a mi alrededor. El techo era demasiado alto. Quizás podía pedir a los duendecillos que conjurasen una enredadera. ¿Pero de que serviría?, una vez arriba, no tendríamos como hacer un agujero hasta la superficie.
Miré al pequeño ser, quería saber su opinión y sus ideas. Todavía estaba recuperándose. No estaba en plenas facultades. Miré a la náyade, su piel se estaba agrietando. Me empezó a pedir agua. No tenía agua para darla. Ella la necesitaba con mucha urgencia. Me puse nervioso, no había llegado hasta allí para que ahora ella se muriese. Fui corriendo al calabozo. Tenía la esperanza de que hubiese algo húmedo por allí. Al final, lo encontré, un pequeño cuenco de agua. No era suficiente, pero por el momento debería valer. Cuando volví, bebió como si le fuese la vida en ello. Me di cuenta de que el tiempo para salir de allí con vida se nos estaba acortando. Necesitaba un milagro. Volví al calabozo. Quizás allí encontrase una salida. Era una esperanza mínima, pero la verdad es que no se me ocurrían más ideas. Lo estudié a fondo. Era una zona más húmeda que las otras. De algún lado tenía que venir aquella humedad. Tan solo debía descubrirlo. Me agarré a aquella mínima creencia. No podía fallarles a los que ya consideraba como mi familia.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El calabozo

Estaba levantado palpando la puerta cuando escuché la melodía lejana. Me estaba envolviendo de nuevo. Esta vez no era tan relajada como antes. Más bien representaba la melancolía y el dolor. Aquello no me gustó. Daba la sensación como de que el ser que estaba expulsando aquellos sonidos estaba agonizando. Clavé las manos y empujé la puerta. Mis resultados fueron nulos. Decidí trepar por las piedras.  Cuando llegué arriba del todo concentré toda mi energía en mis manos. Eran movimientos arriesgados. No tenía el equilibrio necesario.
La mano dorada se encendió con mucha fuerza. Conseguí formar un pequeño agujero en una de las piedras. Era más reducido de lo que pensaba. No podía tenerme más tiempo allí. Me deslicé hasta el suelo. Tenía que idearlo de otra manera. Encendí mi mano verde e intenté crear musgo en ella. La giré hacia arriba y apareció una cantidad elevada de musgo. Aquello me serviría de apoyo. Subí otra vez. Gracias a mi mano dorada hice más agujeros en la roca. Después de muchos intentos al fin conseguí que se desprendiese un buen fragmento de roca. Aquello debía ser suficiente para poder pasar. No tenía más fuerzas para seguir embistiendo la pared. Me empecé a deslizar hacia dentro. Era una ardua tarea, pero tenía que solventarla. Me sentí oprimido, pero debía avanzar. Cuando por fin logré cruzar al otro lado, me caí en el suelo duro.
Miré a mi alrededor, me encontraba en un especie de calabozo. Tenía el mismo aspecto que el árbol verde que había visto anteriormente. Era muy acogedor y por el centro transcurría un río. Para cruzar el río, había un puente. Estaba algo desconcertado con la imagen que tenía enfrente de mí. Me adentré decidido.  Cuando di mi segundo paso, toda aquella imagen desapareció al instante. Se transformó todo en un calabozo frío y húmedo. Una antorcha vieja apenas lo iluminaba. Enfrente de mí había alguien tumbado en el suelo. Me acerqué corriendo. La náyade descansaba en el suelo casi sin señales de vida. Estaba totalmente desnutrida. Estaba totalmente magullada.

martes, 27 de septiembre de 2011

Puerta metálica

Cuando llegué a la altura de la puerta la melodía cesó. Me quedé quieto para ver si volvía. Quería que volviese, era demasiado dulce para querer abandonarla. Quizás si abría la puerta, volvería a mí. Me había obsesionado con ella. Me resultaba sorprendente tener un sentimiento de dependencia tan grande.
Admiré la puerta. Parecía sacada de un cuento de hadas. Parecía hecha de una madera muy delicada. Me acerqué aún más para abrirla. En cuanto la toqué todo lo que había a mi alrededor desapareció. Piedras duras y frías aparecieron en su lugar. La armonía se rompió. Ante mí ya no estaba aquella puerta fabricada de fantasía. En su lugar, una gran puerta de metal azul ocupaba todo el espacio. Parecía muy pesada y resistente. Intenté abrirla con todas mis fuerzas, pero me era imposible.
Súbitamente escuché un débil quejido lastimero. Aquello aceleró mi pulso y sentí la necesidad de llegar al otro lado. Miré la puerta detenidamente, tenía que haber alguna forma para atravesarla. Me alejé para verlo todo desde mayor perspectiva. Pasaron por mi mente varias ideas. Quizás podría calentar la puerta hasta fundirla, aunque parecía demasiado resistente para ello. La siguiente idea que se me ocurrió fue encontrar algún resquicio donde la puerta fuese más débil. Otro error. Estaba perfectamente incrustada en las rocas. Un par de ideas más rondaron mi mente, pero las deseché todas. Tenía que haber una solución. Estaba convencido de ello. Como no se me ocurría ningún otro plan probé a calentar mis manos. Tal y como había predicho, no sirvió de nada. Apenas se calentó la primera capa y se produjo un pequeño arañazo. Necesitaba algo más eficiente. Me senté a pensar otra vez.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Árbol subterráneo

Regresé al lado del  pequeño ser. Tenía miedo por él. Todavía estaba inconsciente. Me senté a su lado y esperé. Debía encontrar su fuerza interior. Yo ya no podía hacer más por él.  Asks también estaba muy débil, debía ir a recargar su energía a la morada de la Dama Blanca. Pero estábamos en una especie de ratonera. No sabíamos como salir de ahí. Ignoré la melodía todo el tiempo que estuve allí sentado. Me tapaba los oídos, pero aquello no servía de nada.
Nuevamente, coloqué mi mano verde sobre Balder. Debía intentarlo una vez más. Era mi obligación curarle. Cerré los ojos, me concentré. Mi esencia sanadora se depositó en el. Se quedó en la superficie. Esta vez no penetró dentro de él. Un polvo verdoso le cubrió entero. Me desesperé.
La melodía empezó a sonar con más fuerza. Sentía su llamada. Otra vez estaba poseído por ella. Me llamaba. Empecé a caminar al otro extremo. La melodía procedía de aquella parte del pasillo que no habíamos investigado. Había rastros de comida por el suelo. Comida podrida pero al fin y al cabo alimento.  Me adentré en un oscuro pasillo. La melodía se volvió dulce. Nada iluminaba mi camino. No me importaba. Estaba poseído.
Seguí caminando. Me tropecé varias veces. Había muchas piedras en el camino. Me levanté siempre. Aquella melodía me había entusiasmado. No me importaba nada de lo que tenía a mi alrededor. Cuanto más avanzaba, más sentía el suelo mullido. Era una sensación extraña. Dado que quería saber que pasaba a mi alrededor, llamé la energía a mi mano dorada. Me iluminó el camino. Estaba lleno de musgo por todos lados. La humedad en el ambiente era tan grande que se había reproducido con mucha rapidez. Iluminé más lejos todavía, quería ver el fondo del pasillo. Distinguí una imagen extraña. Mis ojos no querían creer lo que veían. El tronco de un árbol había crecido en el interior de aquel paisaje subterráneo. Estaba recubierto de mugo por todas partes.Tenía una pequeña puerta de madera. Aceleré el paso. Quería saber hacia dónde me llevaría aquello.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Voces en la cabeza

Una nueva melodía llegó hasta mis oídos. Era tan suave como una flor y dulce como la miel.  Capaz de evadir a los mismísimos confines del planeta. Porque a pesar de que no sabía que había más allá del bosque, tenía fe en que el mundo inexplorado fuese infinito. Todos estos pensamientos fluían en conjunto con las notas de música. Moví la cabeza de un lado a otro con furia. Debía volver a la realidad.
El pequeño ser seguía convaleciente. No sabía que podía hacer. Mis energías habían disminuido. Estaba demasiado cansado para poder continuar con la sanación. Por lo menos había conseguido restablecer el flujo de su sangre. Esto había ayudado a cerrar sus heridas más internas. No quedaba mucho trabajo, por lo menos eso esperaba.  Necesitaba encontrar alguna fuente de energía alternativa.
Me levanté despacio. Investigué todo lo que había a nuestro alrededor. Me quedé desilusionado. Todo era roca. Me acerqué al pasillo por el que salieron los guardianes. Quería asegurarme de que ninguno más nos entorpecería el camino. Me adentré hasta una distancia prudencial. Pegué el oído a la pared, procuré olfatear todo, pero nada. A pesar de ello no podía relajarme. Volví sobre mis pasos.
Cuando me acerqué a mis compañeros, vi que nada había cambiado. El pequeño ser seguía inconsciente. A pesar de la rabia que tenía en mi interior, por el momento no podía hacer nada más.
Una vez más la melodía comenzó a sonar. Miré a los demás, pero no se habían inmutado. Le pregunté a Asks si lo escuchaba, pero negó con la cabeza. Estaba confuso. ¿Eran voces en mi cabeza? ¿Me estaba volviendo loco?. Miré arriba. La rosa de fuego adquirió un tono azul intenso.  La melodía se intensificó.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Canto al renacimiento

Estaba jadeando. No lograba volver a la calma. Todas aquellas reflexiones eran inquietantes. Cuando conseguí abrir los ojos me di cuenta de que me había dado un duro golpe en la cabeza. Me tanteé y mi mano se llenó de sangre. Me tenía que curar cuanto antes. Apenas tenía fuerzas para levantarme. Invoqué la fuerza a mis manos. Tenía que conseguir que el proceso de curación fuese rápido. Un débil brillo verde apareció. Lo coloqué sobre mi cabeza. Enseguida comencé a sentirme mejor.  Mis huracanes mentales habían desaparecido.
Poco a poco, me incorporé y miré a mi alrededor. Escuché nuevamente la dulce melodía. Quise seguirla. Era embriagadora. Quería quedarme en aquel estado de ensoñación eterno. Justo en el momento en el que me iba a dejar llevar por todo ello, vi al pequeño ser. Estaba malherido y apenas respiraba. Desperté en el acto. Aquello era mucho más importante que mi propia sensación de bienestar. Fui corriendo hasta su posición. Asks estaba tumbado a su lado. Estaba débil, pero se recuperaría. En cambio, el pequeño ser necesitaba una cura inmediata. Siguiendo un impulso cerré los ojos y coloqué mis dos manos encima de él. Un cántico muy grave salió de mi garganta.  Respiré profundamente. El aire llenó enteramente mis pulmones.  Aquel canto llenó toda la estancia y acalló la dulce melodía. Me llenó de energía y positivismo. Mis manos se encendieron. Primero adquirieron su particular tono verde, para después cambiar a rojo. El color se fue oscureciendo hasta adquirir la misma tonalidad que la sangre del pequeño ser. La herida era profunda. Se podía ver como la sangre empezaba a renacer y regenerarse. Parecía un río en pleno nacimiento. Salvaje e indomable. Muchos pequeños capilares rotos se empezaron a juntar. El calor de mis manos estaba realizando la labor de reconstrucción. Mientras, el pequeño ser seguía inconsciente.
El proceso de renacimiento era tedioso y doloroso. En cierta manera era bueno que el pequeño ser estuviese inconsciente. Probablemente no habría podido resistir toda la sanación. A pesar de que pasé mucho tiempo proyectándole mi energía, la herida no quería cerrarse. Había perdido mucha sangre y los brotes de nueva vida eran complicados.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Volviendo al árbol flotante

Numerosas hojas azotaban mi cara. El aire silbaba en mis oídos. Era una buena sensación. Por un segundo podía sentir la libertad. Estar bajo tierra había hecho que mi carácter empeorase.  Pero en aquel momento la lejanía de los malos espíritus me lleno de paz. Sabía que un momento así no iba a durar mucho tiempo, por eso quería saborearlo bien. Ardua tarea. Venían a mi cabeza momentos pasados. De sufrimiento y miedo. No me permitieron disfrutar del instante.
Todo aquel sometimiento sin sentido había hecho que el mundo que yo conocía fuese cruel. Todos los seres vivos habían tenido miedo a enfrentarse a la élite del mal. Habían huido al calor de sus hogares. Nadie les había plantado cara hasta ahora. Estaba dispuesto a llegar al final. Sabía que había dos desenlaces posibles, o la destrucción de ellos, o mi propia destrucción. También sabía que era mucho más probable que se cumpliese la última. No por ello iba a desfallecer. Por lo menos sería el primero que les hizo frente. Quizás detrás de mi viniesen más. Por lo menos, esa era la esperanza que aguardaba. 
Seguía flotando por el aire. Las ramas eran cada vez más livianas y mi espíritu más intrépido. Volví a aquel lugar que tantas veces había visitado en sueños. El árbol flotante. Esta vez no estaba lleno de neblina, ni el frío congelaba sus raíces. Cuando aterricé a su lado, el cielo se oscureció. Una tormenta de rayos estaba a punto de caer. Quizás eran consecuencias de mi ataque a los guardianes. La electricidad fluía por todas partes. El aire se cargó tanto que era complicado respirar. No sabía si era tan solo una ilusión o quizás un mensaje oculto. Cuando toqué la corteza, los rayos y truenos retumbaron por todas partes. Una punzada de miedo invadió mi pensamiento. La tensión eléctrica del ambiente y la tormenta no eran una buena combinación. Me eché para atrás. Mis instintos más básicos actuaron y comencé a correr para atrás. La tormenta se había acumulado entorno al árbol. De repente un rayo impactó en el centro de él. Verle atravesado de esta manera me dolió.
Algo estaba pasando, tenía que darme prisa. Los malos presentimientos se estaban apoderando de mí.

martes, 20 de septiembre de 2011

Campo electromagnético

Cogí fuerza y valentía de donde no tenía. No quedaban más piedras por los alrededores. Esta vez tenía que utilizar mi ingenio. El guardián al ver la situación de sus compañeros se enfureció. Avanzó directamente hacia mi. Suspiré profundamente. No tenía ningún plan.  Miré otra vez a mis compañeros. Su estado era lamentable.  Necesitaba concentrarme. Me agaché para recuperar fuerzas. Cuando toqué el suelo para mi satisfacción mis manos se encendieron otra vez. La mano verde empezó a absorber una energía que no sabía de donde procedía. Me sentí más fuerte. De repente un canto dulce se escuchó en el interior del pequeño pasillo. Mi mano lo absorbió y resplandeció más que nunca. Mi respiración se volvió agitada. Sentía como la vida crecía dentro de mi. Toqué el suelo. Mi mente se quedó en blanco. Mis ojos empezaron a dar vueltas. Se quedaron en blanco. Una onda de energía se expandió por toda la superficie. Creó una especie de campo electromagnético. Sentí como partículas invisibles se movían de un lado hacia otro.  Procuré solidificar mis pensamientos. Un denso musgo empezó a crecer a vertiginosa velocidad. Unió todas las partículas entre sí, y se expandió. A pesar de la sorpresa, el guardián no se dejó impresionar y avanzó hacia mí  con pesados pasos. Levanté mi mano izquierda y la luz dorada me cegó. Tuve una idea. La coloqué sobre la mano derecha, y me imaginé una tormenta. Aislé la mente de todo y tan solo me concentré en aquella imagen. Poco a poco del musgo comenzaron a salir pequeñas descargas eléctricas. Las piernas del guardián empezaron a temblar. Aumenté la intensidad. Gritos de dolor llegaron a mis oídos. Los obvié. Necesitaba centrar todos mis pensamientos en una sola cosa. Los calambres se le expandieron por todo el cuerpo. Cuando no pudo soportarlo más cayó fulminado.
Una vez más se escuchó la melodiosa voz. Todo a mi alrededor estaba en calma. Caí fulminado en un profundo sueño. Viajé lejos de allí.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Musgo y fuego verde

El monstruo estaba a poca distancia de mí. La roca estaba casi pulida. En uno de los lados tenía una punta afilada. La lancé con rabia. Durante su trayectoria empezó a girar con furia. El guardián no tuvo tiempo pare reaccionar. Le dio de lleno en el hombro. Se paró irritado. Cuando se quitó la piedra, el musgo se le quedó pegado. Quitándole importancia siguió avanzando hacia mi.  Justo cuando me iba a atacar con un nuevo zarpazo, el musgo se movió de sitio. Se deslizó hacia el cuello y comenzó a extenderse por todo el cuerpo. Su velocidad era tan rápida que el guardián no tuvo opción a arrancárselo. Pronto le cubrió todo el cuerpo. Sus movimientos se entorpecieron. Intentó golpearme pero apenas pudo levantar el brazo. Su compañero acudió a socorrerle. Dado que no podía hacer nada, se giró en mi dirección. Tenía los ojos llenos de cólera. Me asusté. Busqué más rocas a mi alrededor. Ni una encontré. Había utilizado todas las que se encontraban en aquella zona. Un vistazo rápido me bastó para localizar las demás. Estaban todas detrás del monstruo. Tenía que llegar hasta allí de alguna manera.
Miré a Asks. Comprendió mis intenciones. Empezó a moverse rápidamente de un lado a otro para confundir a su adversario. El pequeño ser seguía con sus ataques en el aire. Eran ataques pequeños pero efectivos. Con tres saltos más Asks se situó al lado de mi adversario. Tenía que ser una maniobra muy rápida. No tenía mucho tiempo antes de que el segundo guardián se abalanzase sobre el felino. No podía luchar con dos a la vez. Aproveché el momento de despiste. Rápidamente me deslicé al otro lado. Iba pegado a la pared. No podía permitir que se diesen cuenta de la estratagema. Conseguí llegar al lugar en el momento justo. Asks no podía aguantar más. La energía de su fuego estaba disminuyendo. Aquellos ataques estaban durando demasiado tiempo. Cogí dos rocas y me concentré. Empezaron a girar a mucha velocidad sobre la palma de mi mano. El monstruo se dio la vuelta. Intenté concentrarme aun más. Debía actuar con la mayor prontitud posible. Mi mano verde empezó a brillar con mucha intensidad.  Era tanta la energía que tenía acumulada que noté como la temperatura de mi cuerpo subía. Cuando la piedra estuvo casi completamente pulida una llama verde se encendió. El fuego se había encendido directamente en mi mano.  Lancé las dos piedras hacia el guardián. Una de ellas estaba cubierta de musgo y la otra de fuego. Una combinación mortal. Las puntas afiladas se clavaron en cada uno de sus hombros. Un grito desgarrador salió de su garganta.  Las llamas se extendieron. Alcanzaron al oponente del pequeño ser. Los dos cayeron fulminados en el acto. El musgo se extendió por todo su cuerpo. Les dejó inmovilizados. El fuego hizo el resto. Ya solo quedaba uno. Asks estaba en sus últimas fuerzas. EL pequeño ser yacía en el suelo con la profunda herida torturándole

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viernes, 16 de septiembre de 2011

Situación peligrosa

Miraba por todos lados. Quería encontrar algo que me sirviese para enfrentarme a ellos. Había pequeños trozos de roca rota distribuida por varias partes de la estancia. Poco más. Debería contentarme con eso. Los guardianes no parecían muy rápidos. Quizás si les esquivaba y cansaba, podría conseguir alguna ventaja sobre ellos. En este caso la diferencia de fuerza era demasiado evidente.  Apareció un guardián más detrás de Asks. Ahora eran cuatro.
Mis manos habían alcanzado la temperatura adecuada para transformarse. Su característico brillo aparecía poco a poco. Esta vez, una de ellas había adquirido una tonalidad verde musgo. La otra seguía con su característico dorado. Las llamas de Asks habían aumentado de tamaño. Por su parte, el pequeño ser estaba en un semi-estado de trance.
Los guardianes se estaban acercando poco a poco. Habían formado un círculo entorno a nosotros. Estaban tan seguros de su superioridad que se podía ver el júbilo en sus ojos. Asks estaba muy intranquilo. No aguantaba aquellos minutos de tensión en los que no sucedía nada. Expulsó fuego por la boca. Hirió a uno de los guardianes. Esto les enfureció. Se acercaron a nosotros a más velocidad. Uno de ellos intentó darme un zarpazo. Logré esquivarlo por pura suerte. Eran de lento caminar, pero  movimientos rápidos. No me dio tiempo a recuperar el equilibrio, cuando otro zarpazo me alcanzó. Esta vez no pude esquivarlo. Mi hombro se llevó la peor parte. Cuatro poderosas marcas se quedaron clavadas en él. Intente canalizar el dolor hacia otro lado. No podía darme por vencido tan fácilmente.  Cuando un nuevo zarpazo iba dirigido hacia mi cara, salté hacia un lado. Giré a la izquierda y coloqué unos segundos mi mano dorada en su pierna. Un rayo de energía salió de ella en forma de electricidad. Cayó al suelo del fuerte calambrazo. Gané un poco de tiempo. Me acerqué corriendo hacia una de las rocas caídas. Un segundo guardián me persiguió. Levanté la roca y se la tiré. La esquivó sin problemas. Mi plan había fallado. La tensión en el ambiente crecía. El pequeño ser esquivaba los golpes levitando. Se apresuró a subirse a la cabeza del guardián. No lo consiguió. El monstruo le tiró al suelo. Balder se levantó otra vez. Necesitaba más precisión para llevar a cabo su plan. Un arañazo en su tripa hizo que el suelo se tiñese de rojo escarlata. El monstruo no tenía ni un rasguño. No se desanimó. Sus movimientos en el aire eran más lentos que antes. La herida le sangraba mucho. Nadie podíamos ayudarle. Asks estaba ocupado lanzando fuego a su oponente. Era el único que había conseguido algún progreso.
El primer guardia se recuperó. Fue a buscarme. Ahora tenía a dos pisándome los talones. Recogí unas cuantas rocas. La mano verde empezó a brillar. Empecé a girar la piedra. Cuanto más brillaba mi mano, más se pulía la roca. El musgo empezó a crecer en ella. No tenía muy claro lo que estaba pasando. No tenía mucho más tiempo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Esperando

Asks siguió avanzando mediante sus escalones de fuego. Me obligué a mirar al suelo. Mi cabeza trabajaba a una velocidad de vértigo para trazar un plan. Llegué a controlar mis impulsos y pude concentrarme para analizar de forma rápida a aquellos guardianes.  Tenían un tamaño más robusto de lo que esperaba. Sus caras negras eran complicadas de describir. Pero el sentimiento que producían era claro. Temor. Sus cuatro poderosos dedos me recordaban a las garras de la bestia. Eran poderosos, debíamos evitarlos a toda costa.
-Erwan el bastardo de los duendes ha llegado- gritó repentinamente uno de los guardianes con una tronadora voz. Aquello no me lo esperaba. Mi sangre se heló. Aquello solo podía significar una cosa. Nos habían visto antes, pero esperaron pacientemente a que descendiésemos. Ya no teníamos vuelta atrás. Los guardianes estaban muy relajados mirando arriba. Sabían que su superioridad era infinita.
Cuando Asks estuvo a mi altura, nos miramos. Sin pensarlo más saltamos al terreno de batalla. Me sentía como un gusano que se enfrentaba a una montaña. Asks se colocó a mi lado derecho y el pequeño ser al izquierdo.
Las llamas del felino aumentaron. El pequeño ser comenzó a concentrarse. Pronto sus ojos cambiaron a color rojo sangre. A pesar de que mi cuerpo se estremecía, mis manos empezaron a calentarse. Estaba acumulando energía.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Último tramo

Me quedé quieto. No tendría las suficientes fuerzas para volver trepando. Miré abajo, allí los guardias efectivamente se multiplicaron. Era una situación que no habíamos previsto. Mi cerebro funcionaba a la velocidad de la luz para encontrar una solución. Miré al símbolo de la rosa para que me diese fuerza. El fuego en ella había comenzado ha arder con más fuerza. ¿Cómo era aquello posible?, no importaba. Estaba convencido de que era un buen presagio. Un soldado más apareció. Ya eran cuatro. Este último portaba una pequeña bandeja. Con risas se acercó a los demás y les señaló lo que tenía. Los demás lo toquetearon con sus grandes manos de cuatro dedos y lo devolvieron a su sitio. Me dio asco solo de imaginarme como aquella comida se acercaba a mi boca.
Aquel ser se acercó al otro extremo de la superficie. Se adentró allí sin ninguna dificultad. Me imaginé que allí habría otro pasillo. Pocos minutos después se escuchó el ruido de una pesada puerta. Allí debía ser donde tenían a la prisionera. Cuando volvió las risas siguieron. No se movió del círculo. Los sonidos que emitían se expandían por todo el espacio y retumbaban en las paredes. Era parecido al chirrido de una puerta.  Con decisión bajé otro segmento. Me cuidaba mucho de no hacer ruido. Nuestra única ventaja es que contábamos con el factor sorpresa. No podíamos estropear eso.
Asks por su parte se fabricó pequeños escalones de fuego. Eran similares a los que había hecho el caballo de fuego tiempo atrás. La diferencia radicaba en el tamaño; los de Asks eran considerablemente más pequeños; y en el color celeste de estos últimos. Saltaba de un escalón a otro con habilidad. Según avanzaba, sus creaciones iban desapareciendo. Pronto nos cogería ventaja. Cuando miré abajo, calculé la distancia que podíamos tener. Llegue a la conclusión de que ya habíamos recorrido las tres cuartas partes del camino. Pronto estaríamos en el suelo.
Descendí otro buen trecho. Debíamos actuar con rapidez. Estábamos al alcance de los ojos de aquellos guardianes. Tarde o temprano nos descubrirían. Respiré profundamente para saltar al suelo. Una ola de miedo recorrió mi cuerpo. Aún así no tenía otro remedio. Miré arriba para asegurarme de que los demás estaban conmigo. Visto desde allí, parecía que habíamos bajado un abismo de piedra.

martes, 13 de septiembre de 2011

Enredaderas de roca

Si volvíamos sobre nuestros pasos, llegaríamos a la cueva de los murciélagos. Si bajábamos por el acantilado, nos descubrirían. ¿Qué otras opciones nos quedaban?. Volví a mirar por la ventana. Allí estaba la rosa, era la más grande que habíamos visto hasta entonces. Aquello tenía que ser una señal importante. Quizás estuviésemos cerca. Miré al suelo, ahora había cuatro guardianes. Aquello representaba un gran problema. Miré a mis compañeros, estaban demasiado exhaustos para pensar.
Dado que allí estábamos a salvo, acampamos para descansar un par de horas. En cuanto cerré los ojos, las pesadillas volvieron a mí. Poblados quemados, personas hechas prisioneras y ejecutadas, los sollozos de los niños inundaban mis oídos. A pesar de estar profundamente dormido, sabía que era un sueño. Sin embargo, ello no me quitaba la angustia. Me desperté empapado en sudor. Teníamos que avanzar, sino aquellas pesadillas se comerían mis recuerdos más felices. Vino a mi mente mi pequeña princesa, no sabía que había pasado con ella. Miré por la ventana para comprobar cómo estaba la situación. La rosa brillaba más que nunca, solo había un guardián. Era nuestra oportunidad. Íbamos a  aprovecharla.
El pequeño ser dio instrucciones a los duendecillos. Debían tejer una enredadera que no fuese demasiado grande, para que pasase desapercibida, pero sí lo bastante fuerte como para que pudiésemos bajar por ella. En seguida, se pusieron manos a la obra. Con sus manos intentaron teñirla del mismo color que las rocas. Más o menos, consiguieron camuflarla. Había que reconocer que eran muy habilidosos. Con cuidado de no hacer ruido, la enredadera se deslizó por la ventana y llegó al suelo.
Cerré los ojos para relajarme. Era hora de intentar bajar. Yo era primero, el pequeño ser me seguiría. Asks no estaba convencido con la enredadera, iba a buscar su propio método. Cuando mis pies se quedaron colgando, me di cuenta de que era más empinado y alto de lo que esperaba. Esperaba tener bastantes fuerzas como para bajar hasta el suelo. Mis músculos estaban en tensión. La enredadera era dura como una piedra. Tan solo llevaba un cuarto de camino, cuando las heridas se empezaron a producir en mis manos. Intentaba respirar profundamente. No podía hacer ruido. Todo mi cuerpo estaba en tensión. Conseguí bajar a la mitad, allí descansé un poco. Ruido.Mis sentidos se pusieron alerta. Por algún lado se acercaban más guardianes. Nuestros planes habían caído en desgracia.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Un acantilado

La luz. Aquel era mi destino. Encontrarla y llevarla de vuelta al cielo. No sabía cómo podía hacerlo. Me agobiaba, los días pasaban y no veía progresos de ningún tipo. Cuando nos recompusimos de nuestra batalla con los murciélagos, nos pusimos en marcha otra vez.  El pasillo era más oscuro que el anterior. Lleno de humedades y gotas  por todos lados. Sentía la pesadez de la capa mojada en mis hombros. Esto añadido al cansancio, hizo que mi paso se ralentizase.
En las rocas que nos rodeaban empezó a aparecer musgo. Poco a poco se expandía por todo el espacio. Parecía como si nos estuviésemos acercando a algún lago. La carencia de símbolos nos desanimó un poco. Habíamos emprendido aquel camino sin fin. Tan repetitivo, tan sombrío. Descansamos un poco. Todo estaba en silencio, no nos apetecía ni hablar. Aquel paisaje estaba mermando nuestro positivismo. Los diablillos ya no saltaban, y el pequeño ser refunfuñaba.
Cuando proseguimos el panorama no cambió. Al menos, el musgo del suelo era mullido e insonorizaba nuestras pisadas. Después de horas, algo cambió. El camino se volvió empinado. Estábamos subiendo arriba. Tenía que agarrarme al suelo para no perder el equilibrio. Por suerte no era muy largo. Llegamos a una pequeña sala. Había una ventana en uno de los lados. Al otro lado se veía algo de iluminación. Con mucha cautela me asomé. El vértigo invadió todos mis sentidos. Tuve que apartarme de allí. No pude volver a asomarme hasta que me tranquilicé. Cuando asumí la altura, mi cabeza volvió a asomarse. Estábamos en un escarpado acantilado. Abajo en el suelo había luces. Al agudizar el oído, escuché un murmullo. Intenté ver más allá, pero no distinguí las figuras.
Justo cuando iba a retirarme de la ventana, algo llamó mi atención. La marca de una rosa de fuego a mitad de camino entre el suelo y donde estábamos nosotros. Aquello era buena señal, el camino era el correcto. El problema sería cómo bajar de allí, y, quienes eran ellos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Un momento de paz

Algo de luz. Un atisbo de esperanza. Oscuridad otra vez. Mis pensamientos divagaban por el infinito. Sentía mi respiración. Era extraño, estaba consciente en mi inconsciencia. Las manos me ardían de dolor. Una de ellas estaba tan quemada que no sabía si podría recuperarla del todo. Probablemente me quedarían marcas de por vida. El pequeño ser paseaba de un lado hacia otro preocupado, Asks estaba demasiado cansado e intentaba reponerse, y los duendecillos jugaban con la enredadera. Oscuridad otra vez.
Esta vez en vez de adentrarme en mi entorno, viajé muy lejos. Más allá del bosque. Un reducto de paz se apoderó de mí. Me asusté, no estaba acostumbrado a ello. Subí hasta las nubes y me senté en una de ellas. Veía todo desde allí. La desolación y la tristeza eran la definición perfecta del panorama. Todo oscuro y sin vida. 
Estaba muy cansado, incluso allí sentado. Se me cerraban los ojos y tan solo quería dormir. Adentrarme en aquel mundo de los sueños que había oído que existía. No estaba seguro de ello, nunca me había pasado. Cerré los ojos, pero algo llamó mi atención y los volví abrir. Un olor familiar llegó hasta mi nariz. Respiré profundamente y todos mis sentidos reaccionaron inmediatamente. Ante mi apareció la imagen de mis padres. 
-Sigue tu camino hijo- dijo mi madre- este es tu destino, eres nuestra salvación-.
-En la lejanía estamos contigo- continuó su padre que le tendió la mano- apóyate en mí. No estamos a tu lado físicamente, pero si en tu corazón-.
-Abre los ojos- la sonrisa de su madre hizo que una lágrima resbalase por su mejilla- vuelve de donde viniste, no te quedes aquí. Podrías perderte y no encontrarías el camino de vuelta a tu cuerpo- le explicó ella.
-Vuelve, eres fuerte- le animó su padre- iré contigo hasta el final-.
Oscuridad de nuevo. Confusión. Todo volvía a ser oscuro y duro. No sabía si estaba preparado para volver. Le había gustado aquel momento de serenidad y tranquilidad. No quería volver a las tinieblas. 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Manos de fuego

La quemadura que se me estaba produciendo en la mano era muy dolorosa. No sabía si podría curarme de aquello. Debía ser fuerte, no teníamos otra solución. En la cueva cada vez había más y más murciélagos. Asks y yo estábamos en medio de todo. Respiré lo más hondo que pude. Las puntas de las llamas me alcanzaron el hombro. Levanté el otro brazo. Cerré los ojos y pegué un grito que retumbó en cada una de las rocas. Sentí como la energía de Asks se adueñaba de cada una de mis células y las llenaba de fuego. Aquellas pequeñas llamas me subieron hasta el cuello. Bailaron en mi espalda y bajaron poco a poco por mi otro brazo. Cuando llegaron a su destino final, noté como la mano se me empezó a calentar.
En ningún momento abrí los ojos. Me dejé llevar por mis otros sentidos. La palma de mi mano ya estaba lista. Estaba suficientemente caliente. Extendí los dedos lo máximo que pude. Otro grito salió de mi boca. Los pulmones me retumbaron. Dejé salir el fuego que estaba acumulado dentro de mi. Me sentía poseído por él. Asks también aumentó su concentración. Las llamas cada vez corrían más rápido por mi cuerpo. Mi brazo empezó a girar en círculos.
Los murciélagos empezaron a chillar. Su garganta emitía ruidos capaces de romper los tímpanos. Lo ignoré como pude. Me adentré aún más en mi ser. Me concentré en cada centímetro de mi piel. En cada pequeña llama. Un circulo enorme de fuego se formó a nuestro alrededor. La circunferencia perfecta. El dolor se estaba haciendo insoportable. La mano que se apoyaba sobre Asks estaba en carne viva. Levanté aún más el brazo contrario. Las llamas llegaron hasta el techo. La mayoría de los murciélagos habían ardido. Aprovechamos ese momento. Corrimos hacia donde se encontraba el resto. Me tiré de cabeza al pasillo. Algunos de los murciélagos que había sobrevivido empezaron a perseguirnos. No me quedaban fuerzas para luchar contra ellos. Aparecieron los duendecillos. Rápidamente crearon una enredadera con la cual taparon el agujero. Sonreí, por fin habían servido para algo. Estaba agotado y el dolor pudo conmigo. Oscuridad.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Astillas negras

Con el pequeño ser a salvo, me sentí más tranquilo. Contemplé unos segundos la situación. Era bastante complicada, Asks no sabía que hacer con tantos murciélagos. Además, se habían dado cuenta de que nos habíamos escapado y volaban hacia nosotros. De repente, tuve una idea. No sabía sí iba a funcionar, pero estaba decidido a arriesgarme. Dejé de lado el manto de calor que me envolvía, y, salí corriendo hacia el felino. En aquella carrera sentí como la presión sanguínea me empezó a subir. La cabeza me estallaba. Cada vez me salían goterones de sangre más poderosos de ella . Querían nublarme la visión, pero, no iba a permitirlo.
El camino era medianamente corto, pero, los murciélagos me perseguían sin descanso. Intentaban por todos los medios clavarme sus largos incisivos. Los manotazos era lo único que me salvaban. Aquello no les gustó. Reaccionaron. Su cuerpo empezó a temblar y a producir sonidos extraños. Iniciaron una rápida transformación. Su pelaje se empezó a transformar en astillas negras. Ya no podría seguir mi técnica defensiva, si no quería acabar con las manos llenas de ellas.
-¡Aguantaaa!- grité con fuerza al felino.
Aquellos seres oscuros, le estaban rodeando por todas partes. No sabía que hacer, estaba desesperado. Di dos pasos más, y, me situé a su lado. Le miré a los ojos.
-Saldremos de esta- le dije esperanzado.
Poco a poco, todos los murciélagos se transformaron. Aquellas astillas les crecieron por todas partes. Eran demasiados para luchar contra ellos. Se juntaron en un círculo. Cuando formaron la perfecta circunferencia, un chillido muy agudo salió de ellos. Sus cuerpos empezaron a dividirse, y, multiplicarse. .
Respiré fuertemente y puse mi mano sobre Asks. Sentí el fuego recorriendo mis venas. Se entremezcló con dolor. La palma de la mano se me estaba quemando. Intenté ignorarlo. Era complicado. Debía obedecer a mi mente. Cuando las llamas de Asks alcanzaron mi codo, la cueva comenzó a adquirir un tono azulado.
Mientras tanto, los murciélagos no dejaban de multiplicarse.

martes, 6 de septiembre de 2011

Manto de calor

Aquel fuego repentino les confundió. Subieron hasta el techo. Aprovechamos aquel momento para avanzar. Nos encontrábamos a mitad de camino cuando descendieron en picado. Las llamas de Asks ya no eran capaces de retenerlos. El primero aterrizó en mi cabeza. En seguida, empezó a revolotear entre mi pelo. Me clavó sus dientes en la parte derecha. Pegué un grito. Puse todo mi empeño en quitármelo de encima. Se había enredado totalmente. Era muy complicado hacer algo al respecto. Me hizo otra pequeña incisión. Los demás murciélagos comenzaron a revolotear a nuestro alrededor.
Miré al pequeño ser. Vino corriendo y me tocó brevemente la pierna. Me inyectó una dosis fuerte de energía. Mis manos empezaron a calentarse. Justo antes de que el murciélago me clavase los dientes por tercera vez, le agarré por el pescuezo. Me concentré aún más, y le hice una quemadura. Un chillido muy agudo salió de su garganta. Conseguí apartarle de mí. Sabía que aquella quemadura le había hecho enfurecer. Fue complicado aumentar mi concentración cuando veía que mis compañeros estaban siendo atacados. Además, el dolor que estaba bajando por todo mi cuerpo mermaba mis energías.
Levanté los brazos y el ambiente empezó a calentarse. Formé una pequeña capa protectora de calor entorno a mí. Intenté expandirla a los demás, pero fue imposible. Fui hacia donde estaba el pequeño ser, y fuimos corriendo hacia el otro extremo. Mi energía cada vez era más débil. No iba a conseguir transportar a todos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Murciélagos

Intentamos volver sobre nuestros pasos. Quizás habíamos escogido mal el camino. Los murciélagos empezaron a volar en círculos por encima de nuestras cabezas. Eran animales capaces de producir heridas mortales con solo hincarte sus grandes incisivos.  En la superficie a veces había seres de la misma especie. Aunque grandes, eran inofensivos y solo se alimentaban de insectos pequeños. Los que nos sobrevolaban eran de pequeño tamaño, pero exageradamente rápidos. Según iban bajando, sus dientes se iban alargando. Nuestro tiempo de reacción se acortaba.
Asks aumentó el tamaño de sus llamas. Quería asustarles, pero no lo consiguió. Estábamos confundidos. Justo en el momento en el que retrocedimos al pasillo por el que habíamos llegado, un destello me llamó la atención. El pequeño ser también se había dado cuenta de aquello. Proyectó un pequeño haz de luz hacia ese lugar. La forma de una rosa apareció. Mis pies se paralizaron. Efectivamente, estábamos siguiendo el camino correcto. Miré arriba, a pesar de que en esa parte, el techo era muy alto, se podía distinguir perfectamente el titánico nido que había allí formado. A continuación miré al otro lado. Si mis cálculos no fallaban, la entrada a la segunda parte del pasillo estaba aproximadamente a unos ochocientos metros. Los murciélagos tardarían apenas un minuto en estar a nuestra altura. Era imposible.
Miré a los pequeños duendecillos, estaban escondidos detrás de Asks. No podía contar con su ayuda. Necesitaba pensar rápido. Se me ocurrió una idea, me acerqué al felino. Le indiqué que empezase a expulsar llamas de fuego por la boca. No era un plan definitivo, pero debíamos ganar tiempo.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Un manto cubriendo el techo

El pasillo era muy largo y muy estrecho. Algunas antorchas parpadeaban levemente, pero la luz proporcionada era escasa. Apenas nos permitía ver unos centímetros más allá. Caían gotas desagradables del techo, que en algunas zonas era tan bajo, que teníamos que arrastrarnos a gatas. Por un momento, me acordé de las gotas negras. Todo mi cuerpo se estremeció. Esperaba que no nos encontrásemos con aquello. El silencio era sepulcral. Era capaz de escuchar mi propia respiración. Paré un poco para descansar. Esta vez, estábamos en un espacio con unos techos muy altos. Cerré los ojos, intenté imaginarme algo feliz para no deprimirme. El sonido de un aleteo me devolvió a la realidad. Miré alarmado de donde venía. Mis ojos fueron a parar al techo. Un manto de murciélagos cubría todo. Les habíamos despertado.

viernes, 2 de septiembre de 2011

La senda de la rosa

-¿Por dónde deberíamos ir?- le pregunté al pequeño ser, el cual levantó los hombros en señal de incertidumbre- pues debemos pensarlo bien-.
Un ruido se escuchó a mis espaldas. Me di la vuelta y apareció Asks. Me quedé sorprendido. Desde su última desaparición, no sabíamos nada de él. Supuse que había seguido nuestro rastro. Al contrario que los demás, no se dio ningún golpe en la cabeza. Estaba algo confundido, pero nada más. Se acercó a nosotros sin bajar la guardia. No conocía aquel sitio y no se sentía cómodo con eso.
Volvimos a prestar la máxima atención a todos los pasillos que nos rodeaban. Eran exactamente iguales. Ninguna marca distintiva, ningún sonido fuera de lo común, ningún saliente de roca.
El pequeño ser se acercó a una pared. Cerró los ojos y empezó a realizar un ritual. Cantaba en voz muy bajita, casi parecía un susurro. Colocó sus manos encima de una roca. Las situó de manera simétrica. Después colocó la frente y aumentó un poco el tono de voz. Entorno a toda la sala se empezó a formar una capa de energía. Iba cambiando de colores. Era un espectáculo increíble. Incluso las llamas de Asks se volvieron de un color celeste más intenso y aumentaron su tamaño.
Cuando la capa de energía desapareció, las piedras se llenaron de marcas. Había de todos los tipos y de todos los tamaños. Me acerqué, era complicado distinguirlas, todas tenían el mismo color gris. Fui revisando una a una , pero eran demasiadas. De repente, una de ellas me llamó la atención. Estaba en el lado contrario al que me encontraba yo. Era de un leve color rojo oscuro. Me acerqué a toda prisa. Mi alegría fue inmensa cuando descubrí que tenía la forma de una rosa. Se encontraba situada en una de las entradas.
-Esta marca debe de ser de la náyade- sonreí satisfecho. Me adentré en un oscuro pasillo. La humedad me azotó, pero en aquel momento era optimista.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Hemorragia de malas energías

Me desperté con un dolor de cabeza intenso. Salía de mi espalda, y escalaba hasta la última terminación nerviosa de mi cerebro. Allí estallaba en mil pedazos y se repartía por mi cuerpo. Me tuve que sentar muy lentamente. Me apoyé contra una pared. No podía abrir del todo los ojos. Tan solo una consumida luz entraba por el borde de mis pupilas. Afiné mis oídos. No se escuchaba ningún ruido en las cercanías. Eso era buena señal.  Con  aquella relativa calma los músculos se me destensaron poco a poco. Levanté las manos, y me las coloqué sobre la cabeza. La concentración no era algo que fuese fácil en aquellos momentos. No podía rendirme, debía intentarlo. Hice fuerza. La bomba nuclear de mi cabeza estalló y se propagó nuevamente hacia el resto de mi cuerpo. Era una hemorragia de tormentosas imágenes y malas energías. Conseguían formar en mi sangre pequeñas burbujas de presión. Las pequeñas detonaciones de aquellas burbujas cumplían bien su deber. Dolor.
Propagué todo hacia mis manos. De alguna milagrosa manera conseguí que empezasen a brillar de forma leve. Por el momento debía ser bastante. A pesar del miedo de aquella bomba intenté concentrarme otra vez y una nueva ola de energía llegó a mis manos. Esta vez cogieron más intensidad y consiguieron calmar el dolor de mi cuerpo. Hasta que no se produjo un tercer estallido, no conseguí calmarlo del todo. Respiré profundamente.
Abrí los ojos con mucha cautela. Enfrente de mi encontré al pequeño ser. Sonrió al ver que más o menos me había recuperado. Se acercó a mi y me dio una raíz. Me instó a que me la comiera. Enseguida me sentí mejor. Por fin me encontraba en plenas facultades para interactuar con mi entorno. No sabía donde estaba. A mi alrededor había enormes piedras. Todas ellas estaban colocadas de forma simétrica. Era una pequeña sala circular de la cuál salían muchos pasillos. Miré al techo, también era de piedra. Me quedé pensativo. No recordaba como había llegado hasta allí. Tan solo venían a mi mente imágenes de lodo. De como me tragaba y me dejaba sin oxígeno. Después de eso, sentí una libertad inesperada. Y ahora que estaba despierto, lo único que me rodeaba eran densos bloques de piedra. De alguna manera habíamos alterado las leyes de la naturaleza. Habíamos encontrado la entrada hacia algún sitio que todavía no sabíamos que era. Observé los pasillos, no sabía que camino escoger.