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viernes, 30 de septiembre de 2011

Necesidad de agua

Desde luego, me sentía impotente. El pequeño ser apenas se estaba recuperando. La náyade se encontraba en un estado más que lamentable. Asks estaba estable, pero sus fuerzas también estaban mermadas. Los pequeños duendecillos permanecian impasibles. Frustrado, incompetente e inútil. Había entrado en una espiral de autocompasión Aquello no era normal en mí. Debía alejar aquellos pensamientos y pensar en soluciones. Tenía que optimizar el tiempo, tal y como me había enseñado mi padre.
Empecé a mirar a mi alrededor. El techo era demasiado alto. Quizás podía pedir a los duendecillos que conjurasen una enredadera. ¿Pero de que serviría?, una vez arriba, no tendríamos como hacer un agujero hasta la superficie.
Miré al pequeño ser, quería saber su opinión y sus ideas. Todavía estaba recuperándose. No estaba en plenas facultades. Miré a la náyade, su piel se estaba agrietando. Me empezó a pedir agua. No tenía agua para darla. Ella la necesitaba con mucha urgencia. Me puse nervioso, no había llegado hasta allí para que ahora ella se muriese. Fui corriendo al calabozo. Tenía la esperanza de que hubiese algo húmedo por allí. Al final, lo encontré, un pequeño cuenco de agua. No era suficiente, pero por el momento debería valer. Cuando volví, bebió como si le fuese la vida en ello. Me di cuenta de que el tiempo para salir de allí con vida se nos estaba acortando. Necesitaba un milagro. Volví al calabozo. Quizás allí encontrase una salida. Era una esperanza mínima, pero la verdad es que no se me ocurrían más ideas. Lo estudié a fondo. Era una zona más húmeda que las otras. De algún lado tenía que venir aquella humedad. Tan solo debía descubrirlo. Me agarré a aquella mínima creencia. No podía fallarles a los que ya consideraba como mi familia.

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