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lunes, 31 de octubre de 2011

Mancha negra

Luces negras empezaron a surgir de la nada. El agujero de la cueva se transformó en un concierto de sonidos. Estaba angustiado por lo que pudiese pasar a continuación. Quería ir a buscar a la náyade. Todo se estaba tornando oscuro. Los sonidos eran pesados, penetrantes. Decidí esperar un poco más. En cualquier momento Kaysa aparecería. Justo cuando decidí entrar. La náyade salió disparada. Tenía las alas desgarradas por todos lados. En los brazos multitud de arañazos y sangre seca.
-¡Nadad deprisa!- gritó desesperada, mientras pasaba a nuestro lado veloz. Alargó el brazo y sin más explicaciones empezó a nadar entre las ruinas. Seguí sus pasos. No sabía que había pasado, pero prefería no arriesgarme.
Cuando apenas estábamos en la mitad de aquel conjunto de piedras, una marea negra salió de la cueva. Se movía con agilidad y directa hacia nosotros. El miedo se apoderó de mí. No podía distinguir muy bien que era aquello. No me importaba. Teníamos que salir de allí cuanto antes.  La mancha negra se aproximaba a una velocidad muy superior de lo que yo imaginaba. Tenía que nadar más rápido si quería escapar de ello. Avancé. Nadé con desesperación. La siguiente vez que me di la vuelta. La sangre se me heló. Habían ganado terreno. No estaban muy lejos. Pequeñas serpientes negras nos perseguían. Parecían hambrientas. Un gran escalofrío recorrió mi cuerpo. 

viernes, 28 de octubre de 2011

Preguntas

-¿Quién es la muchacha de los ojos verdes?- pregunté al pequeño ser una vez calmado.
-No lo se- me contestó, por fin me había abierto la puerta de su mente. Eso debía significar que ya no estaba enfadado. Me alegré.
-¿Pertenece a la Élite?- volví a insistir.
- Los miembros de la Élite tienen problemas reproductivos, hasta dónde yo se nunca han tenido descendencia, sin embargo viven los siglos de los siglos. Envejecen muy lentamente- me explicó- pero ella tan solo es una muchacha, no tendrá más de quince años. No se de dónde ha salido, ni por que apareció en la imagen-
-¿Es peligrosa?- pregunté por último, a lo que el pequeño ser levantó los hombros en señal de indecisión.
No hablamos más. Me había acostumbrado a nuestras conversaciones cortas. Intensas. Y, nuestros silencios. Esperamos pacientemente a que saliese Kaysa de aquella cueva. No entendía por qué tardaba tanto. ¿Acaso había corrido algún peligro?.  Me estaba inquietando. Cuando ya no pude aguantar más, me acerqué a la cueva. El pequeño ser me siguió. Estábamos indecisos. La náyade nos había prohibido el paso, sin embargo, estaba preocupado por ella. 

jueves, 27 de octubre de 2011

Sueños

No se ni cómo perdimos de vista a las sirenas. Nadábamos como si nos fuese la vida en ello.  Pronto nos encontramos en un espacio amplio y descubierto. Kaysa no decía nada. Ni siquiera me dirigía la mirada. Estaba ausente y enfadada.  A pesar de que no estaba muy seguro de lo que había pasado, podía comprender su enfado. Parece ser que ella sola se había tenido que enfrentar a todas las sirenas. Tenía demasiadas lagunas en la cabeza. Estaba confundido.
Llevábamos horas nadando sin parar. Estaba exhausto, pero no me atrevía a decir nada. Nunca la había visto tan enfurecida.  No paramos hasta que nos acercamos a unas extrañas ruinas. Había columnas destrozadas por todas partes. Todo parecía tranquilo. No había peligros por ningún lado.  Por primera vez en horas, Kaysa me miró.
-Quédate aquí, es un lugar sagrado- me indicó y, haciendo un gesto brusco con la mano me paró.
No muy lejos de allí había una cueva. Se adentraba en el suelo. Según se adentró, una luz celeste se expandió por toda la llanura. Después de eso, oscuridad y silencio. Miré al pequeño ser, tampoco me había dicho nada. Intenté comunicarme con él, pero su mente estaba cerrada. Intuyendo que el encontrar las flechas iba a suponer bastante tiempo, cerré los ojos. Me dormí en aquel mismo instante. Soñé con aquellos ojos verdes, no podía sacármelos de la cabeza. Las imágenes iban acompañadas del dulce canto de las sirenas.
-Ven a mí- escuché una voz- sabes que me deseas, sabes que me anhelas- prosiguió la voz- ven a mí-.
Me desperté sobresaltado. ¿Acaso me habían hablado aquellos ojos?. Estaba acelerado.


miércoles, 26 de octubre de 2011

Ojos verdes

Tenía un nudo inmenso en la garganta. Quería gritar y no podía. Quería huir y no podía. Tres individuos de la élite estaban ante mí. Tan temerosos, tan oscuros. La maldad y la magia negra respiraban por cada poro de su piel.  Uno de ellos me miraba constantemente, los otros tres miraban lo que me rodeaba. Probablemente estaban tanteando dónde me encontraba. Tenía que huir de allí. De repente me acordé de la náyade y del pequeño ser. No recordaba nada, hacía muchas horas que no les veía. Pensé unos segundos. Rebusqué en mi mente. Tan solo recordaba colores llamativos y voces angelicales. Ahora era todo oscuro, como antes. Era extraño. No sabía si había sido un sueño. O quizás la realidad. Tendría que hablar con mis compañeros.
Una sonrisa se dibujó en los labios del ser más alto. Satisfecho por lo descubierto, empezó a desaparecer. Justo en el momento que iban a desvanecerse por completo, una figura adolescente apareció en el plano. Se asomó por detrás de ellos, una chica. El abundante flequillo negro de su frente no tapaba unos grandes ojos esmeralda. Tampoco los tapaban sus horquillas con forma de hojas.  Me estaba observando. Las facciones perfectas de su cara revelaban pensamientos malignos.  La mujer de la élite se dio la vuelta y gritó algo. La muchacha desapareció al instante, no sin antes dejar una huella helada en mi mente y en mi cuerpo. Después de eso, las imágenes desaparecieron.Todo volvió a ser oscuro. La densa agua que me rodeaba, el suelo, los seres microscópicos, todo negro.
La náyade se encontraba enfrente, a mi lado unas sirenas impactadas por lo visto. El pequeño ser apareció de la nada. Todo era confuso, no sabía que había sucedido.  

martes, 25 de octubre de 2011

Sanguijuelas

Kaysa empezó a mover las alas más rápido. Se formaron unas corrientes extras que fluían por debajo del torbellino. Con ello intentaba desestabilizar a su rival. Lanzó un par de embistes contra ella. Todos acabaron en fracaso. El tridente era más poderoso de lo que la náyade esperaba.  La sirena se movía con agilidad y conseguía parar todos sus ataques. Aquello la estaba empezando a frustrar. 
Hizo crecer un brazo largo por la derecha, cuando la sirena estaba centrada en repeler el ataque, una pierna de agua creció por la izquierda. Aquello la pilló por sorpresa. Dio una vuelta rápida, arqueó su cuerpo. Giró hacia la izquierda. Por pura suerte consiguió salvarse de los ataques de Kaysa. Visto el peligro, las demás sirenas empezaron a conjurar nubarrones de colores. Kaysa tenía que darse prisa en desarmar a su adversaria de aquel tridente. Probablemente no podría con todas a la vez. Agitó sus alas una vez más, esta vez con más fuerza. La furia se había apoderado de ella. Desde tiempos inmemoriales las sirenas eran las peores enemigas de las náyades del agua.  
Mientras agitaba sus alas, aparecieron peces en ellas. Eran pequeñitos, en realidad se parecían más bien a pequeñas sanguijuelas, que a peces. Eran oscuros como el carbón. Se movían con mucha agilidad. Se desplazaron hacia los bordes de las alas, que era dónde residía la energía. Kaysa dio unos aleteos más, y los animales se liberaron en la dirección dónde se encontraban las sirenas. En esta ocasión ni el tridente las podía ayudar. Los animales cargados de energía y electricidad se pegaron al cuerpo de la sirena, la cual se retorció por las descargas. 
Sin poder evitarlo uno de los pequeños animales fue volando hacia mí. Rebotó en mi frente y volvió hacia Kaysa. Justo en el momento que tocó sus alas se formó un triángulo de electricidad entre la náyade, la sirena de pelo corto y mi cuerpo. Todo se empezó a volver oscuro. Mi mente se quedó nublada por unos segundos. Sentía como si me hubiese despertado de un sueño. No tuve tiempo a más. Unas figuras comenzaron a formarse dentro del triángulo. De la nada aparecieron tres personas. Me estremecí entero. Sudores fríos poblaron mi cuerpo. Ansiedad. Miedo. Desesperación. La élite nos había descubierto.

lunes, 24 de octubre de 2011

Duelo de agua

Unas espléndidas alas compuestas de agua. Los bordes estaban inyectados en electricidad. Kaysa se quedó tan sorprendida como las sirenas, pero supo actuar con más rapidez. Enseguida les encontró una utilidad. Comenzó a dar vueltas sobre sí misma. A su alrededor se formó un torbellino de agua. Las sirenas se echaron atrás para no verse arrastradas por la corriente. Cuando el torbellino fue lo suficientemente fuerte como para tener vida propia, las alas de Kaysa dejaron de moverse y como consecuencia su cuerpo también. Se quedó quieta mirando a las sirenas. A pesar de que se encontraba en el centro del torbellino, este no ejercía ningún poder sobre ella. Estaba invariable en el centro.
Levantó pausadamente el brazo para no interferir con la corriente. Las sirenas la miraban alarmadas, sobre todo su contrincante de pelo corto. Cuando su brazo estuvo a suficiente altura, lo alargó y expandió los dedos de la mano. Según concluyó este último gesto, un saliente de agua nació del torbellino. Se estiró hasta imitar su mano. Con movimientos muy bruscos el brazo creciente comenzó a emular los gestos que hacía su dueña. Al principio fueron movimientos inocentes, pero cuanta más seguridad fue cogiendo la náyade, más pesados y peligrosos se hacían sus movimientos. 

viernes, 21 de octubre de 2011

Cambios inesperados

El cuerpo de Kaysa se comenzó a convulsionar. Eran movimientos de enfado, de furia. Normalmente era muy tranquila, pero aquella sirena había tocado su fibra sensible. Además estaban en el agua, el medio natural de ambas. Aquello prometía ser un duelo en toda regla. Los nubarrones que habían apresado a la náyade no hacían más que soltarla descargas eléctricas, a pesar de ello, consiguió de alguna manera canalizar algunos de los chispazos para conseguir su propia potencia.  Sin ella saberlo, se estaba produciendo una revolución en su propio cuerpo.
La electricidad la estaba torturando, pero a la vez se sentía poderosa. Era una sensación extraña. La sirena estaba tranquila. Pensaba que estaba todo echo. Se dio la vuelta para volver con sus compañeras. Grandísimo error. Kaysa cerró los ojos, la potencia de las descargas se había intensificado. Su largo cabello negro se estaba poniendo de punta. De sus ojos salían chispas. Era una imagen terrorífica e inquietante. Se produjo una fuerte detonación. Se removió todo el agua a nuestro alrededor. Fuertes corrientes arrastraron todo lo que había en el fondo. Los animales salieron despedidos por todos lados y muchas algas pequeñas fueron arrancadas. Kaysa se retorció una vez más. De repente, se estiró lo máximo que pudo, un dolor intenso en la espalda la dejó casi inconsciente. Algo estaba creciendo en su espalda .  El dolor la subió a la cabeza. En aquel momento las descargas eléctricas eran el menor de sus problemas. El dolor aumentó hasta que asomó una lágrima en su mejilla. Cuando aquella lágrima tocó el suelo, unas magnificas alas aparecieron en su espalda.

jueves, 20 de octubre de 2011

Nubarrones rosáceos

Estaba soñando. Totalmente embaucado por aquello que me rodeaba. Nunca en la vida había estado en una situación similar. Imaginaba que era una especie de paraíso. Me estaban llevando hacia otro lado, al lado contrario al que habían ido la náyade y el pequeño ser. Me percaté de ello, pero no me suponía ningún problema. Estaba totalmente embrujado. Nadar entre aquella belleza llenaba mi espíritu de alegría.
A lo lejos distinguí a la náyade, iba nadando hacia mí a mucha velocidad. Tal vez la había molestado que cambiase sus planes. En ese momento todo me parecía armonioso, incluso su supuesto enfado. Cuando estuvo cerca se adentró entre las sirenas. Al principio la dejaron pero justo cuando iba a llegar a mi lado, las sirenas la empujaron hacia unas rocas. Ni me inmuté, lo vi de lo más normal. La náyade se enfureció, y se levantó rápidamente. Se dirigió otra vez hacia el círculo protector que habían formado entorno a mí. No la dejaban llegar hasta mí. Mientras, mi única reacción fue sentarme en el suelo a esperar que iba a suceder. Viendo que no había manera pacífica de dialogar con ellas, la náyade materializó su arco. Busqué el mío. Me tranquilicé sabiendo que estaba a salvo en mi espalda.
Viendo que Kaysa se había puesto a la defensiva, la sirena pelirroja le hizo un gesto a una de sus compañeras. De entre las sombras salió una espectacular mujer de pelo corto.


martes, 18 de octubre de 2011

Aparición de colores

Estaba concentrado en los pequeños animales blancos. La mayoría tenían muchas patas, parecían crustáceos. Se movían de manera lenta. Todos tenían las mismas características. A pesar de sus grandes ojos rojos, parecía que estaban ciegos. Las grandes antenas que salían de sus cabezas, parecían satélites en busca de obstáculos. Estaba totalmente hipnotizado con aquellas criaturas. Parecían no mágicas, y eso me fascinaba, por fin algo de normalidad en mi vida. 
Avancé un poco más, siempre siguiendo a la náyade y al pequeño ser. Un poco más allá los colores empezaron a aparecer. Rosas, verdes, anaranjados. Todos los tonos alegres aparecieron ante mí. Me pareció todo muy extraño, miré a mis compañeros. Ellos seguían nadando como si nada. Quise preguntarles, pero no me oirían, estaban demasiado lejos. Nunca había visto algo tan colorido. Me sentí atraído por ello. Ralenticé mis movimientos. Siempre nadábamos en línea recta, así que pensé que no pasaría nada si me retrasaba. Una sonrisa se dibujó en mi cara. Observar todo aquello era de lo más relajante. La vida tranquila se encontraba ante mis ojos. Cada vez me sentía más relajado. A lo lejos escuché un canto. La melodía más dulce jamás soñada. Levanté los ojos buscando el origen. Algo se acercaba nadando hacia mi. Algo muy bello y lleno de luz. Me detuve por completo. Anhelaba a aquella criatura. Cuando la pude distinguir del todo, mis ojos no pudieron apartarse de ella. Una muchacha de largos cabellos rojos se encontraba delante de mí. Su sonrisa era tan inocente que parecía   la hija de un ser puro, de un dios de la naturaleza. Sus grandes ojos azules contrastaban con el azul del agua. No tenía piernas, tan solo una larga cola de pez. Con rápidos movimientos llamó a más sirenas. Pronto estuve rodeado por ellas. Cada cual más bella. Debía ser el humano más afortunado del universo entero. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Parálisis

De la nada apareció el pequeño ser. Levantó las manos hasta alinearlas con su cabeza. Lo hizo todo con un movimiento muy lento. Se estiró lo máximo que pudo. Repentinamente bajó los brazos hasta abajo y se agachó hasta formar una bola. Una luz se proyectó encima de su cabeza. Adoptó la forma de una perfecta circunferencia. Empezó a girar sobre sí misma y se precipitó contra las algas.
En cuanto tocó la primera, la bola se hizo añicos. Se expandió por toda la superficie y se adentró en el campo de algas. Estas se quedaron inmovilizadas. Parecía como si se hubiesen dormido y tan solo se dedicasen a flotar en el aire. Se movían a poca intensidad. El alga que quería atacarme volvió a su lugar de origen. Miré a los demás. Se encontraban en buen estado. Kaysa bajó la guardia. El arco que tenía en las manos desapareció. El mio en cambio permaneció en mis manos.
-¿Por qué sigue aquí este arco?- pregunté a la náyade.
-Eres el arquero real- me contestó Kaysa sorprendida por la pregunta.
-El arquero ¿qué?- inquirí- no se utilizarlo, ni tan siquiera se como se sujeta- la contesté indignado.
- Eso va a ser un problema entonces- parecía preocupada- tu fuiste predestinado como el arquero salvador, Erwan es lo que significa- frunció el ceño- debemos ir a buscar tus flechas-.
-Pues vamos mal entonces- refunfuñe por lo bajo para que no me escuchase.
Para evadirse de aquel contratiempo comenzó a nadar de manera elegante. Nos hizo un gesto para que la siguiésemos. El agua era su medio natural, así que adquirió tal velocidad que apenas eramos capaces de verla. No la había preguntado hacía dónde nadábamos, me imaginé que íbamos a buscar las flechas que nombró justo antes de empezar a nadar. Procuré concentrarme en todo lo que nos rodeaba. Nadábamos muy pegados al fondo, con lo cual había todo tipo de vegetales marinos. Por desgracia, lo que un día seguramente fue colorido y lleno de vida, ahora era negro o grisáceo. Los pequeños animales que salían de allí eran de color blanco, con grandes ojos rojos. Normalmente no nos hacían caso. Ni siquiera nos miraban cuando pasaba a su lado y movía las plantas marinas, haciendo que saliesen de su hogar. Aquel era un mundo muy extraño, totalmente diferente al mio.

viernes, 14 de octubre de 2011

Algas

Kaysa llegó de repente.  No sabía ni de dónde había salido, ni en que momento, pero me alegró verla.  Estaba demasiado ocupado vigilando las algas eléctricas como para fijarme en sus movimientos. Cuando la segunda descarga eléctrica estaba a punto de producirse una flecha la atravesó. Me quedé atónito. Había disparado una flecha inyectada en fuego. La miré con los ojos bien abiertos. Tenía en sus manos un poderoso arco. Se movía con mucha agilidad.
Las demás algas reaccionaron al impacto de sus hermanas. Empezaron a moverse con rapidez y a atacarnos por todos lados.  Eran demasiadas. La pequeña náyade era veloz, pero no tanto como para poder con todas. Yo no podía tocarlas porque me daban fuertes calambrazos. Mis poderes estaban tocados, no entendía por qué pero no podía usarlos. Me movía hacia la derecha, después hacia la izquierda. Nadaba dando vueltas. En el agua mi agilidad era mayor, incluso mi velocidad era más grande. El problema radicaba en que no sabía si iba a poder seguir ese ritmo durante mucho tiempo.
Me acerqué a la náyade lo máximo que pude. Cuando estaba a tan solo un metro de distancia, las algas se movieron con más furia que nunca. Era demasiado complicado esquivarlas. En un movimiento rápido, Kaysa me tiró su arco. Yo no sabía que hacer con él, nunca había disparado una flecha. La miré preocupado, ahora ella se había quedado desprovista de armas.  Pocos segundos después, su cuerpo comenzó a brillar y a expulsar un tipo extraño de electricidad, su brazo se alargó, y de el nació un nuevo arco. Si no fuese porque estaba siendo atacado, me quedaría totalmente boquiabierto. Un nuevo brote de alga se acercaba hacía mí. Quería atacarme. 

jueves, 13 de octubre de 2011

Fondo del agua

Cerré los ojos. Parecíamos marionetas en un circo salvaje. Estaba mareado. El torbellino nos había tragado por completo. Girábamos con tal violencia que sentía como mi estómago bailaba la danza del fuego. Además, la succión era muy fuerte. Cada vez estábamos más cerca del agujero principal.
El pequeño ser fue el primero en pasar por el agujero, la náyade entró poco después. A mi me costó un poco más. Era más grande que los demás y me quedé encajado. Al final la presión ejercida por el agua hizo estallar unas cuantas rocas. Fragmentos de piedras salieron por todos lados. Uno me golpeó la cabeza. El dolor me estremeció, pero no lo suficiente como para dejarme inconsciente. Aún así mi cuerpo pasó con mucha dificultad por el agujero. Cuando por fin estuve al otro lado, sentí la libertad plena. Libertad de movimientos e incluso libertad de pensamiento. Mis ojos todavía no se habían acostumbrado a la oscuridad, pero sentir el cuerpo tan liviano me llenaba de gozo. Tenía que buscar a los demás. Moví mi cabeza de un lado hacia otro. Esperaba recuperar la visión pronto. Después de tres movimientos de cabeza más, mi visión se volvió más nítida.
Me quedé petrificado ante la imagen que tenía enfrente. Multitud de algas negras se mecían de un lado a otro. Estaban llenas de pequeñas espinas. Se entrelazaban unas con otras formando un complejo laberinto. La tierra de la que nacían, era totalmente negra. Estaba formada por una arena muy fina. Me acerqué para contemplarla. Me parecía fascinante. En cuanto toqué el suelo una alga se entrelazó en mi pierna. Me dio una fuerte descarga eléctrica. Tenía que quitármela de encima. Pasaron unos segundos, una nueva descarga se produjo. Esta vez era más fuerte.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Torbellino

Cuando nos sumergimos, pequeñas explosiones de luz se produjeron en el pecho de Kaysa. Sus ojos se abrieron y cerraron rápidamente. Se alejó de mis brazos. Un remolino de agua nació a su alrededor. Todo se movía con tal armonía que parecía un melodioso recital.  Poco a poco despertó.
Desprendía una energía tan desbordante que nos contagió a todos. Nos sonrió agradecida y enseguida se fue al fondo del calabozo. Empezó a buscar algo. La acompañamos, pero nos quedamos mirando. No sabíamos que hacía, ni que debíamos hacer nosotros.  Al fin, llegó al hueco por donde salía el agua. Era muy pequeño, su cara denotaba preocupación. Se quedó pensando unos segundos. Empezó a girar sobre sí misma otra vez. Se acercó al insignificante agujero. Lo tocó con un pie mientras seguía girando. Debido a la presión y al movimiento rápido, el agujero inició su extensión. Era mágico ver aquello. Cuando hizo un agujero medianamente aceptable, paró de girar. El agua comenzó a salir con más violencia. Se inundó toda la estancia en cuestión de segundos. Cuando el agua dejó de tener espacio para expandirse, se formó un gran torbellino. Los anillos que lo formaban eran poderosos. Nos empezaron a arrastrar hacia ellos. No teníamos donde sujetarnos. La presión ejercida era demasiado grande. Nos vimos arrastrados con violencia hacia el fondo. Empezamos a girar. La cabeza me daba mil vueltas. Me sentía como si me cayese al precipicio. El torbellino nos succionó hasta que nos adentramos en el agujero.


martes, 11 de octubre de 2011

Burbujas de aire

Las burbujas cada vez eran más violentas. Siempre que explotaban cerca de mi cara, emanaban un ácido que hacía que mi piel se irritase. Procuraba elevar lo máximo a Kaysa, para que el agua no la hiriese. El pequeño ser se subió a mi espalda. Era demasiado bajito para tocar el suelo. Por un momento se concentró y empezó a hablar un lenguaje extraño. No fueron muchas palabras las que dijo, pero sí parecían muy cortantes. Del agua aparecieron tres burbujas gigantes. Estas al contrario que las anteriores no explotaron. Se limitaron a posarse sobre nuestras cabezas. Crecieron de tamaño, y empezaron a filtrarse en nuestras cabezas. Pronto la cabeza entera se nos quedó cubierta por las burbujas. Cuando me di cuenta de que aquello servía para respirar, comencé a sentir cierta molestia en la garganta. La burbuja se había ceñido tanto a ella que me costaba respirar. Me estaba estrangulando.
El aire cada vez se volvía más pesado. Miré a los demás, les estaba sucediendo lo mismo. Quizás el pequeño ser se hubiese equivocado con su conjuro. No quería soltar a la náyade, así que no tenía como aflojarme la presión. Repentinamente, la burbuja estalló. Esto no alivió mi presión. Unos segundos después la presión se convirtió en escozor. Después me empezó a quemar. Grité. Una hendidura apareció en mi piel. Más tarde otra, y poco después otra más. Miré al pequeño ser aterrado.
- Branquias- su voz retumbó en mi mente, y me miró con mucha quietud- ahora métete en el agua antes de que te seques y te quedes sin oxígeno- volvió a sonar su voz. 

lunes, 10 de octubre de 2011

La llamada de la Dama

La náyade cada vez estaba más débil. No teníamos más opción que volver al calabozo. Probablemente habría una salida. El agua tenía que salir de algún lado, y eso significaba que tenía que haber un agujero que llevaba hacia alguna parte. Asks había escuchado la llamada de la Dama Blanca. Estaba intentando coger las máximas fuerzas posibles para reunirse con ella. Mientras estaba mirando la mejor manera de coger a la náyade, una luz blanca apareció en el horizonte. Era la llamada de la Dama. Asks se acercó hacia allí. Inclinó la cabeza y desapareció totalmente.
-La magia empleada es muy fuerte- me dijo el pequeño ser- muy ancestral-.
-Aún me impresiona cuando hablas conmigo- sonreí-  Ahora tenemos que centrarnos en salir de aquí, supongo que Asks se las podrá arreglar-.
-Debemos ir hacia el agua, luego allí se nos ocurrirá algo- sugirió el pequeño ser y cortó toda la comunicación.
Nos acercamos a la puerta, y nos preparamos para zambullirnos. Cuando entramos en la cueva, los fantasmas habían desaparecido. El agua estaba más oscura que nunca. Nos llegaba hasta la cintura. Cuando nos adentramos los dos, empezaron a salir burbujas. Se hacían más grandes a cada segundo. O se nos ocurría algo pronto, o no podríamos aguantar la respiración bajo el agua, la cual subía de nivel a mucha velocidad.        

sábado, 8 de octubre de 2011

Bilocación confusa

Luz. El agua recorría mis pulmones. Todo estaba borroso. Tosí tan violentamente que pensé que no iba a poder contarlo. Las imágenes de la danza del fuego volvían a mi cabeza una y otra vez. Tosí otra vez. Una nueva sacudida me estremeció. La luz brillante se apagó. Las imágenes se iban aclarando. El pequeño ser estaba a mi lado. De alguna manera me había sacado de aquel calabozo. Estaba angustiado. En cuanto pude hablar le conté lo sucedido. Empecé por el fuego. Más tarde le contaría lo que pasó en el calabozo. Se quedó preocupado. La tensión se apoderó del ambiente. Definitivamente había sufrido una bilocación. No sabíamos si había sido real o imaginaria. Si representaba algo, o simplemente había presenciado un ritual de alguna tribu lejana. 

jueves, 6 de octubre de 2011

La luz guía

Aquella mano seguía en mi campo de visión. Intenté alcanzarla, pero cada vez que me movía escuchaba el aterrador aullido de los seres atrapados en el hielo. Debía llegar hasta el cuarto fantasma. Era mi deber. Alargué la mano. Un tacto frió me congeló. Comencé a viajar en el tiempo. Pero yo no quería. Cerré mi mente. La bloquee con un muro de hielo. No era suficiente, me imaginé fuego. Coloqué una serie de trampas mentales para que no llegase a mi esencia. Era complicado, agotador. Me estaba consumiendo mas rápidamente. La mano se estaba dispersando, debía cogerla antes de que fuese demasiado tarde. No podía dejar que se fuese.
Toqué algo. Quizás tan solo en mi imaginación. Quizás en mi desesperación, pero sujetaba algo. Me aferré a ese pensamiento. Mi cuerpo cayó al agua. Tragué mucho líquido. Mis pulmones se llenaron, me estaba ahogando. El fantasma todavía quería llevarme a aquel viaje. Yo no quería permitírselo. Oscuridad. Algo de luz, una figura distante. Oscuridad. Abrí los ojos a duras penas. Cogí aquella mano. Oscuridad. Abrí nuevamente los ojos, veía luz al fondo. Era como un túnel cilíndrico, con una luz al final. Quería llegar a aquella luz. Corrí veloz. Noté como mi cuerpo era arrastrado contra las rocas. Algunas se me clavaron en los músculos pero no me importó. Tan solo quería la luz. Me obsesioné con ella. Oscuridad otra vez. Dolor, estaba magullado, mi mente estaba al límite. Mis sensaciones eran inexistentes.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Viajando por los confines de los enigmas

Hielo. Bloques poderosos flotaban en el mar. Ahora viajaba a lugares lejanos. Estaba volando por encima del hielo. Había llegado hasta la madre de todos los hielos. Era tan grande y consistente que era imposible romperla. De ella se iban desprendiendo pequeños trozos que caían al mar violentamente. Era algo impresionante estar allí. De momento no había sentido dolor, ni angustia de nadie. Quizás tuviese un pequeño espejismo de tranquilidad. Aquella sensación duró poco. Muy cerca había paredes muy altas hechas del mismo material. Allí se encontraban seres congelados. Eran animales, algunos de los que se encontraban allí eran simples crías. Tan solo podían mover los ojos y la boca. Comenzaron a lanzar aullidos sollozantes. Las crías no podían llorar, las lágrimas se habían convertido en hielo. Les miré a los ojos, el suplicio que nadaba en ellos era sobrecogedor. Sentí una empatía con ellos muy grande. Una vez más mis manos estaban atadas. No podía ayudarles. Mi alma se había roto en mil pedazos. La esencia de su dolor había penetrado en mi piel y sentía como me estaba consumiendo.
Pude abrir los ojos un momento. El agua oscura me estaba llegando hasta la barbilla. No sería capaz de salir de allí y atravesar a todos los fantasmas. O bien me ahogaba en la pena o en el agua. El tercer fantasma me quería llevar nuevamente hacia el hielo, pero intenté resistirme. Mi mente vagaba entre las tinieblas. Era semiinconsciente de lo que sucedía a mi alrededor. Una puerta se abrió ante mí. Una luz apareció. Alguien me tendió la mano. No se si la llegué a coger. El agua se estaba adentrando en mi nariz. Había subido del nivel de mi boca. Tampoco sabía si era una mano real o ficticia. Continué divagando, viajando por los confines de los enigmas.


martes, 4 de octubre de 2011

Pasaje hacia otras sensaciones

El agua estaba subiendo por momentos. Debía salir de allí. Tenía que enfrentarme a mis temores. Me preparé para correr. De forma rápida estudié la estrategia a seguir. Los huecos que se habían quedado libres. Procuré dejar la mente en blanco y me metí de lleno en un mundo de emociones. El primer fantasma que me tocó me heló la piel. Imágenes de almas perdidas y hundidas aparecieron en mi mente. Barcos encantados llenos de algas negras. Viajes por océanos oscuros llenos de tempestades. Los cuerpos extenuados de los marineros caían en cubierta. Luchaban por salvar su vida, a pesar de que ya no les pertenecía. La sombra del fin se cernía sobre ellos. Gritos suplicantes mientras se arrancaban las almas de sus cuerpos. Me sentía como si fuese uno de aquellos marineros. No podía perderme en el océano, debía avanzar, el agua oscura ya me llegaba hasta los gemelos. El siguiente fantasma me llevo hasta el desierto. Arenas movedizas surgían en la lejanía del horizonte. Una caravana de personas y animales aparecía a lo lejos. Las arenas se volvieron mates. Quería gritarles que era una trampa, no podía, los sonidos no salían de mi boca. Las risas alegres de los niños llegaron hasta mí. Grité y grité, pero nadie me oía. Las risas se transformaron en sollozos, luego en los más lastimeros llantos. Habían caído en el engaño. Las voces infantiles pidiendo auxilio se filtraron en la cabeza. La desolación me corrompía. Sentía como mis energías vitales se estaban apagando. Cada vez me costaba más respirar y mis movimientos se estaban ralentizando. Caí de rodillas. Los fantasmas no se habían movido de su sitio. Miré detrás, tan solo había atravesado a dos de ellos. Todavía me quedaba camino por recorrer. Me arrastré a gatas. Las piernas me pesaban. Me resbalé. Un golpe fuerte en la cabeza me hizo reaccionar. Tragué agua. Tenía un sabor extraño. Era demasiado amargo. Seguramente estaría contaminada con alguna sustancia. Empecé a toser con fuerza. Me estaba ahogando. Escupí con fuerza. Miré adelante. No podía mantener los ojos del todo abiertos. Dí un paso más. Iba a atravesar al tercer fantasma.

lunes, 3 de octubre de 2011

Fantasmas inalterables

En un abrir y cerrar de ojos toda la estancia se llenó de fantasmas. Algunos eran más oscuros, otros eran traslúcidos. Era impresionante la rapidez con la que se habían multiplicado. Yo estaba apoyado contra la pared. Intentaba no tocarlos para que no me traspasasen su agonía. El musgo azul había dejado de crecer. Un gran agujero se abría a mis pies. Parecía muy profundo.
Los fantasmas cada vez se encontraban más cerca de mí. Pensamientos negativos venían a mi cabeza. Momentos de tensión y angustia. Tenía que lograr salir de ahí. Quizás podría salir corriendo, era fácil atravesarles. Lo que no era tan fácil era las sensaciones que transmitían. Lo más seguro es que no fuese capaz de aguantarlo. Mi cabeza parecía un tornado de ideas que iban y venían. Ninguna me convencía del todo. Los fantasmas estaban quietos. Me estaban observando. Yo tampoco les quitaba ojo. En aquel momento me di cuenta de cuan diferentes eran todos. Eran entes no corpóreos, pero aún así tenían sus características particulares. Quizás fuesen las almas perdidas de los que murieron en aquella celda.
Mientras estaba navegando en mis pensamientos y conclusiones noté como los pies se me empezaban a mojar. Miré al suelo desconcertado. Del agujero emanaba agua. Era agua de un azul oscuro. Casi azul metálico, pero al fin y al cabo agua. Muchos trozos de musgo que había arrancado empezaron a flotar en ella. Yo estaba aturdido, los fantasmas estaban inalterables.

sábado, 1 de octubre de 2011

Sombras de musgo

Rebusqué entre las piedras del calabozo. Había algo allí que no me convencía. En la parte más alejada de la puerta, encontré musgo. Era de un color azul metalizado. Desde luego no era mío. De alguna manera tenía que haber llegado hasta allí. Quizás, al fin y al cabo podría encontrar una salida. Toqué aquel musgo con delicadeza. Su color era magnético. Estaba demasiado mullido. Intenté arrancar  un trozo. Según lo desprendí, murió. En cambio, el que estaba en el suelo se empezó a reproducir con facilidad. Justo en el momento en el que se iba a cerrar del todo el hueco vacío, una sombra salió. Era parecida a un fantasma. Me atravesó y sentí mucho dolor. Se proyectó sobre las piedras y se quedó allí quieta. Al ver que no se movía, arranqué otro trozo de musgo. Se repitió el mismo proceso. Esta vez, el fantasma que me atravesó me infligió más dolor. Empezaron a moverse. Salieron de la piedra. Se multiplicaron. Ahora había cuatro. Me habían tendido una trampa.