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jueves, 20 de octubre de 2011

Nubarrones rosáceos

Estaba soñando. Totalmente embaucado por aquello que me rodeaba. Nunca en la vida había estado en una situación similar. Imaginaba que era una especie de paraíso. Me estaban llevando hacia otro lado, al lado contrario al que habían ido la náyade y el pequeño ser. Me percaté de ello, pero no me suponía ningún problema. Estaba totalmente embrujado. Nadar entre aquella belleza llenaba mi espíritu de alegría.
A lo lejos distinguí a la náyade, iba nadando hacia mí a mucha velocidad. Tal vez la había molestado que cambiase sus planes. En ese momento todo me parecía armonioso, incluso su supuesto enfado. Cuando estuvo cerca se adentró entre las sirenas. Al principio la dejaron pero justo cuando iba a llegar a mi lado, las sirenas la empujaron hacia unas rocas. Ni me inmuté, lo vi de lo más normal. La náyade se enfureció, y se levantó rápidamente. Se dirigió otra vez hacia el círculo protector que habían formado entorno a mí. No la dejaban llegar hasta mí. Mientras, mi única reacción fue sentarme en el suelo a esperar que iba a suceder. Viendo que no había manera pacífica de dialogar con ellas, la náyade materializó su arco. Busqué el mío. Me tranquilicé sabiendo que estaba a salvo en mi espalda.
Viendo que Kaysa se había puesto a la defensiva, la sirena pelirroja le hizo un gesto a una de sus compañeras. De entre las sombras salió una espectacular mujer de pelo corto.


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