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miércoles, 31 de agosto de 2011

Laberinto de imágenes

En el fondo de mi inconsciente sabía que lo que estaba viendo no era real. A pesar de ello no podía dejar de soñar. Rosas de fuego invadían mis pensamientos. Era un símbolo, representaba algo. Pero yo, no lograba entenderlo. Después, árboles oscuros aparecieron en mi mente. La mayoría de ellos eran flotantes, otros estaban anclados al suelo. Rayos y truenos completaban el paisaje. Era un laberinto de imágenes lo que pasaba por mi cabeza. Me estaba volviendo loco. Aunque ya me había pasado en varias ocasiones, no conseguía acostumbrarme a aquello. Me adentraba tanto en esas visiones que mi alma volaba de un sitio a otro con rapidez. 
Empecé a correr, no sentía los pies, ni el suelo debajo de ellos. Aún así sabía que estaba corriendo. Todo era confuso. Miré al cielo, allí estaba Axel, me había descubierto y me acechaba. Su cuerpo era más grande y musculoso de lo que recordaba. Todavía tenía cierta ventaja sobre él, pero avanzaba hacia mí. Cuanto más se acercaba, más sudores me entraban. 
Una dulce voz empezó a escucharse a lo lejos. Me dejé llevar por aquella melodía. Cerré los ojos. Cuando los volví a abrir estaba en una habitación pequeña. Había rosas de fuego dibujadas por todas las paredes. Iban apareciendo poco a poco, hasta llenarlo todo. Cuando la pared estuvo totalmente cubierta por ellas, desaparecieron. En su lugar aparecieron rosas de agua. Se produjo un estallido y la voz que había escuchado se intensificó.  En el suelo quedaron resquicios de fuego y de agua. Guiados por la voz, se entremezclaron y apareció una imagen. A pesar de que era la primera vez que la veía, supe que era Kaysa. 
Estaba pidiendo ayuda. Debíamos darnos prisa en encontrarla.



martes, 30 de agosto de 2011

Filtración

Mi cuerpo estaba pegajoso. Aquella masa viscosa de tierra intentaba infiltrarse en mi piel. Intenté que el oxígeno aguantase el máximo tiempo posible en mis pulmones. Intenté mover los brazos para salir. Nada.  Aquella ciénaga parecía tener vida propia. Cuanto más me movía, a más velocidad caía hacia el fondo. Intenté quedarme quieto, pero entonces mi angustia aumentaba. Mis fuerzas vitales estaban aminorando sus constantes. Intenté mirar a mi alrededor, pero la oscuridad era espesa.
Estaba perdiendo el conocimiento. Estrellas fugaces aparecían ante mis ojos. Aquello no debía de ser buena señal. Las estrellas impactaban contra el bosque y todo empezaba a arder. Esperaba que solo fuese fruto de mi imaginación. Deseaba que no fuese una premonición. Estaba divagando. Viajando por mi subconsciente.
Cuando dejé de poder distinguir la realidad de mi propia ficción, noté algo inesperado. Mis pies empezaron a bailar en un espacio vacío. Poco a poco, aquella sensación fue subiendo al resto del cuerpo. Primero mis rodillas, y luego mi cadera entera. Momentos después el único que quedaba preso de aquella viscosidad era mi cuello y mi cabeza. El resto de mi cuerpo colgaba y se movía. Igual que la hoja de un árbol. Como si se derrumbase un barranco, mi cabeza quedó libre y mi cuerpo cayó a mucha velocidad. Me caí encima de algo duro. El golpe que sufrió mi cabeza fue decisivo para que perdiese el conocimiento. Oscuridad.

lunes, 29 de agosto de 2011

Hundimiento en el lodo

Miré al caballo de fuego. Le indiqué mediante gestos que escapase volando. En aquel momento, sus llamas eran negras, no supondría para él un gran esfuerzo, para pasar desapercibido. Los demás, debíamos buscar una solución rápida. Cuando más se aproximaba aquel ser volador, más grande era. Me recordaba vagamente a los cuervos contra los que luché tiempo atrás.
Miré al lodo, las extrañas siluetas seguían apareciendo. De alguna manera me resultaban familiares. Tenían algunos rasgos que se podían asemejar a la ninfa del árbol. Por desgracia, no podía afirmarlo. La sucesión de imágenes era demasiado rápida. Miré al cielo, aquello se aproximaba. Di un paso hacia atrás. Me asusté.  El lodo se empezó a elevar a mi alrededor. Miré mis pies. Se estaban hundiendo. La tierra que había debajo de ellos, había desaparecido. En un intento desesperado, miré a los demás. Estaban teniendo los mismos problemas que yo. Intenté luchar contra ello, intenté salir de aquel humedal. Era imposible.
El movimiento de las siluetas se empezó a volver frenético. Nos estaban invitando a adentrarnos en la ciénaga. Empezaron a surgir pequeños montículos. De ellos crecieron ramificaciones. Por último se transformaron en delgados brazos. La sucesión fue demasiado rápida. No nos dio tiempo a volver sobre nuestros pasos.
Tiraron de mi ropa. Cogieron los pequeños agujeros que había en mis pantalones y comenzaron a tirar hacia abajo. Luchaba con todas mis fuerzas, pero mis pies se hundían y aquellos brazos precipitaban mi hundimiento. No podía pedir ayuda a nadie, todos estábamos batallando contra lo mismo. Al final, aquel ser volador iba a ser el menor de nuestros problemas. Todavía no nos había descubierto, una tenue sombra nos daba cobijo.
El lodo se tragó rápidamente todo mi pecho. Iba a por mi cuello. Yo no quería, intentaba con todas mis fuerzas mantenerme a flote. Al final mi cabeza sucumbió a las circunstancias. Intenté tomar el último aliento.

sábado, 27 de agosto de 2011

Ciénagas

Las tierras cenagosas con las que nos encontramos al salir de la explanada eran indescriptibles. Según avanzábamos el lodo nos empezó a subir hasta las rodillas. El olor nauseabundo nublaba mis sentidos. Todo parecía podrido a nuestro alrededor.
Cuando avanzamos un buen tramo, multitud de siluetas aparecieron en la superficie. Eran dibujos que aparecían y desaparecían con mucha rapidez. Un ruido se escuchó a lo lejos. Instintivamente miré hacia la derecha. Algo se estaba aproximando por los aires. Era demasiado tarde para que nos pudiésemos esconder. Nos quedaban apenas unos minutos para que aquello estuviese a nuestra altura.

viernes, 26 de agosto de 2011

Caras talladas

Era muy complicado caminar entre los árboles. El terreno era demasiado espeso como para poder avanzar a paso ligero. Después de pensarlo mucho, descartamos el sendero principal. Era demasiado peligroso. De esta manera, quedábamos menos expuestos a ojos avizores.
Aquello me recordaba a mis primeros días de viaje. Estaba en un laberinto idéntico. Por todos lados había raíces que salían de la tierra. Tardamos un día entero en avanzar tan solo unos pocos kilómetros. Aquello no era fructífero. Debíamos buscar otra solución.
No nos detuvimos hasta que no cayó la profunda noche. Cuando acampamos, me detuve a mirar los árboles. No entendía como cada uno de ellos tenía una ninfa en su interior. Parecían tan oscuros y solitarios que lo veía imposible.  Justo cuando me iba a dar la vuelta para volver a nuestro improvisado campamento, las vi. Aquellas caras me pusieron los pelos de punta otra vez. Eran alargadas y tenían unos ojos grises ovalados. Parecían grandes hoyos de desesperación. Al cabo de unos segundos, unas manos aparecieron a los costados. Fueron a parar directamente hacia su cabeza. Era una representación exacta de un grito de terror.
Quería ir a avisar a los demás, pero mi cuerpo estaba paralizado observando aquellas imágenes. Estuvo allí unos pocos minutos más, pero, luego se fue desvaneciendo. Aparecieron en su lugar unos dientes afilados. Poco a poco estos también se fueron desvaneciendo. La superficie del árbol se quedó nuevamente lisa. Me acerqué y esperé pero nada.
Volví confundido junto a los demás. Les hablé de lo que me había sucedido. Ninguno me supo decir que era lo que significaba aquello. No presagiaba nada bueno. Decidimos que dada la situación, descansaríamos solo un par de horas. Teníamos que continuar el camino lo antes posible.

jueves, 25 de agosto de 2011

Recuerdos

Un estallido se produjo entre nosotros. Salimos despedidos hacia lados opuestos. Me di un fuerte golpe en la cabeza y me desmayé. Las conmociones que había experimentado al ver aquellas imágenes de Axel, produjeron un cataclismo en mi cuerpo. La oscuridad se adueñó de mi mente. Dejé de sentir.
Cuando me desperté, extrañas sensaciones recorrieron todos mis sentidos. Intenté levantarme pero la cabeza me daba demasiadas vueltas. Escuché atentamente, no había nada fuera de lo normal. Cerré los ojos para relajar mi mente y calmar mi cuerpo. Me costó mucho, pero lo conseguí.
Una vez en pie, comprobé que todo siguiese igual. El pequeño ser seguía en el suelo. Estaba profundamente dormido. Su energía se había desgastado por completo. Me acerqué más. Tenía un corte muy feo en la mejilla. Acerqué mi mano para curarle. Intenté pensar, pero demasiadas incógnitas poblaban mi cabeza. Repentinamente vinieron a mi cabeza las imágenes del poblado quemándose. Luego viajé al carruaje de las almas perdidas y olvidadas. Por último, mi cabeza se detuvo en Kaysa, la náyade y en mi pequeña princesa. Miré otra vez al pequeño ser. Tuvieron que pasar muchas horas hasta que despertó.
- Debemos ir a buscar a la náyade- le dije- no podemos demorarnos más. No somos capaces de luchar contra la élite guerrera que hemos visto- nadaba entre la frustración con la marea en contra. Era el estado que me estaba acompañando todo el viaje. Pero me veía demasiado débil para poder afrontar toda la situación. No sabía como debía actuar, ni que camino seguir. No entendía por qué me habían elegido para enfrentarme a Skule y sus secuaces. Seguramente, había algún ser en todo el bosque mucho más preparado. Lo peor de todo es que parecía que Skule no era la primera cabeza pensante. No quería imaginarme que tipo de ser estaba detrás de todo aquello. Debía ser mucho más poderoso que cualquiera de los que habitábamos aquel mundo.
Intenté salir de aquella espiral de pensamientos autodestructivos. Tendría que enfrentarme a todos mis miedos y salir adelante. Era la única opción que tenía. No podía estar compadeciéndome de mi mismo toda la vida. Debía estar a la altura de las circunstancias. Con una fortaleza renovada, me levanté y recogí mis cosas.

miércoles, 24 de agosto de 2011

La creación de un nuevo ser

Decidimos que lo mejor sería quedarse en el mismo sitio un día más. Era vital que el pequeño seraveriguase más sobre aquella reunión. Mientras él se concentraba, los demás intentamos buscar comida. Era complicado, pero Balder necesitaba la máxima energía. Lo que estaba haciendo era magia muy avanzada, y, su desgaste físico demasiado elevado. 
Por más que lo intentaba, no lograba transportarse hacia aquella reunión. No sabía como había sido capaz de abrir la puerta hacia allí la primera vez. Por eso, le resultaba ahora tan complicado. Pasó un día entero, pero no obtuvimos respuestas. Cada vez estábamos más frustrados, aunque intentábamos no mostrarlo. Al final del día Asks desapareció, los duendecillos se alejaron para jugar, y, yo me senté a esperar. No apartaba los ojos del pequeño ser. Sus muecas eran de dolor. Estaba totalmente agotado, pero aún así luchaba por encontrar la puerta que le transportase allí.
Aparté la mirada. Me concentré en el sonido de la brisa contra las hojas para relajarme. Un ruido atrajo mi atención. El pequeño ser empezaba a sudar, tenía una expresión muy seria. Sus manos estaban tan tensas que empezaron a temblar. Se estaba adentrando en la reunión. Me situé a su lado. Me cogió la mano bruscamente.
La imagen de Skule apareció ante nosotros con toda claridad. La reunión estaba más avanzada de lo que vimos la última vez. Había multitud de pergaminos en el centro con dibujos geométricos.  Un hombre de dimensión sobrenatural se levantó. Con un vistazo rápido vi su nombre en la silla. Era Jotan.  Se dio la vuelta y me sobresalté. En su espalda aparecieron cuatro poderosos cuernos. Dio un golpe en la mesa y todos se levantaron y salieron de la sala. 
- Os mostraré nuestra creación- dijo orgulloso y miró a una mujer llamada Astra. Era de una belleza insual, pero en sus ojos se podía ver una crueldad infinita. Sus dedos estaban manchados de sangre resaca. Había cometido tantos delitos innombrables que aquella mancha se le había quedado de por vida.
Salieron de la sala y bajaron unas escaleras. Se dirigieron hacia una sala más grande, llena de columnas y salientes. En el centro había un enorme cuadrado, tapado con una tela. Jotan se acercó y la quitó con fuerza. 
- Os presento a nuestra nueva creación, nuestra arma de guerra, Axel- dijo orgulloso ante el aplauso de los demás. Una magnífica criatura creada a partir de las tinieblas apareció ante ellos. Tenía forma humana, pero dos grandes alas nacían de su espalda.Su poderoso cuerpo estaba creado especialmente para la lucha. Sus inquietantes ojos hablaban de destrucción.  


martes, 23 de agosto de 2011

La reunión de la élite

El pequeño ser se encontraba tan aterrorizado que durante unos segundos no pudo ni moverse. Intenté consolarle, pero ni aquello ayudaba a calmar sus temblores. En aquel momento apareció Asks, me asusté. No me lo esperaba, se había evaporado como si fuese aire después de la batalla. Sus llamas azules volvían a relucir en todo su esplendor. Se acercó a mi a paso lento. Suspiró profundamente y empezó a lanzar fuego azul de su boca. Era un fuego delicado, no pretendía quemar a nadie, tan solo dibujar un lienzo. Con diversas imágenes me explicó que no podía permanecer estancias prolongadas en la tierra. Debía volver bajo ella para recargar su energía. Allí es donde se encontraba su fuerza. Cuando terminó, miró al pequeño ser con preocupación. Inclinó la cabeza, se puso a su altura y le animó a ser valiente.
El pequeño ser soltó mi pierna y me tocó la mano. Una vez más estaba estableciendo una conexión mental conmigo. A la vez me indicó mediante gestos que tocase a Asks. Supuse que así podría traspasar la información a él también. Me concentré. De repente me encontré en un torbellino. El aire era muy fuerte y me arrastraba de un lado hacia otro. Cuando finalmente paró, me encontré en una sala oscura. En el centro había una mesa alargada y muchas sillas a sus alrededores. Cada una de ellas tenía su nombre grabado en plata. Miré los nombres: Astra, Alfihari, Jotan, Bjorn, Sutherland... no me dio tiempo a mirar más. Una gran puerta de madera se abrió ante mis ojos y empezaron a entrar ellos. Su vestimenta se formaba por largas capas de colores negros y grises oscuros. Una gran capucha cubría sus rostros. Cada uno de ellos se sentaron en aquellas sillas con nombre. Cuando estuvieron todos en sus sitios, dejaron sus caras al descubierto.
Mi cuerpo se estremeció entero cuando enfrente de mi vi a Skule. Tenía algunos arañazos en la cara, pero nada más. Parecía muy enfadada. A su lado se encontraban hombres y mujeres muy pálidos. Eran blancos como la porcelana.  Uno de los hombres tenía una cicatriz que le traspasaba la cara de un lado hacia otro, otra mujer tenía los dedos de la mano derecha rojizos color sangre... y cada uno tenía una característica particular. Una neblina blanca empezó a aparecer y volví al bosque.
Estaba totalmente aterrorizado por lo que había visto. Ahora ya comprendía el shock que había sufrido el pequeño ser. Me senté en el suelo para tranquilizarme un poco. Aquella visión había echo despertar unos temores que sobrepasarían a cualquier ser humano.
-Skule esta reuniendo a la élite de sus guerreros, lo que has visto es un consejo de guerra- me explicó el pequeño ser- no la gustó lo que pasó en la batalla. Que el árbol despertase, no ha sido buena señal para ellos. El ser supremo la ha aconsejado que organice este consejo-.

lunes, 22 de agosto de 2011

Las visiones del pequeño ser

A pesar de que en las siguientes horas no volví a ver aquellas caras. No podía dejar de pensar en ellas. Venían una y otra vez a mi mente con las formas más terroríficas posibles. Unas veces tenían rasgos humanos, otras veces animales. Incluso en alguna ocasión era complicado definir las figuras. Me estaba obsesionando, pero era tan real que escalofríos me recorrían todas las partes del cuerpo cada vez que pensaba en ello.
Por otra parte nuestro camino seguía un sendero muy oscuro pero tranquilo. Apenas veíamos a un metro de distancia. Las rocas salientes dificultaban nuestro avanzar. Las horas pasaban rápidas, pero nuestros pasos eran lentos. Intentamos buscar algún sitio para trasnochar, pero ninguno nos parecía lo suficientemente seguro. Los duendecillos se adentraron en el bosque. Miré al pequeño ser y les seguimos. Era mejor alejarse del camino durante la noche. Había muchos espíritus que vigilaban los caminos por las noches. Eran espectros de lo que un día fueron humanos pero sucumbieron a los poderes de la magia negra. Al morir sus cuerpos se momificaron y se convirtieron en  almas prisioneras de Skule y sus secuaces. 
Cuando estuvimos en una zona tranquila, el pequeño ser se sentó. Cruzó las piernas y cerró los ojos. Su respiración se ralentizó y empezó a flotar en el aire. No se elevó mucho, pero lo suficiente como para  que nos quedásemos mirándolo sin pestañear. Dado que aquello iba para largo, me distraje mirando como los diablillos se hacían bromas entre sí. 
Cuando al fin el pequeño ser dejó su meditación me acerqué a él. Estaba totalmente pálido y con los ojos aterrorizados. Me alarmé, ¿qué había visto?. 

sábado, 20 de agosto de 2011

Camino tétrico

Iniciar nuevamente el camino se me hacía muy complicado. Más aún ahora que sabía que lo que nos esperaba podía ser peor que lo que habíamos vivido hasta ahora. Encontramos un camino estrecho por el que avanzar. Los árboles cada vez eran más altos y el paisaje más oscuro. Tapaban incluso la leve luz de la luna que intentaba penetrar entre sus hojas. Por suerte mis ojos eran claros y podía captar mejor aquellos insípidos destellos de luminosidad.  Las ramas de algunos árboles estaban rotas y parecían espectros lóbregos. Era inquietante, me sentía vigilado por alguien que se mantenía oculto. Cuando más avanzábamos, peor la sensación era. Escalofríos recorrían todo mi cuerpo y el sudor frió empañaba mi frente. Unas caras comenzaron a aparecer en los árboles. Me asusté, no sabía si era real o había sido mi imaginación. Intenté agudizar la visión, pero todo se quedó quieto. Me distraje unos segundos y miré al suelo. Luego otra vez a los árboles. La angustia corrió por mis venas. Otra nueva cara, no pude distinguirla, desapareció enseguida. Miré a mis compañeros, nadie había visto nada.

viernes, 19 de agosto de 2011

Camino hacia el centro del bosque

Igual que llegaron los caballos blancos, se fueron.  No sabía de donde eran, pero, era una lástima que aliados tan valiosos desapareciesen en el horizonte. Intentaron volar junto con las nubes bajas para no ser descubiertos hasta que al fin, pudieron perderse en las alturas del cielo.
Los druidas se convirtieron en sombras, y, también se fueron. Llevaban consigo a sus muertos, debían darles un enterramiento digno de su condición. Aquella ceremonia duraría unos días, así que nos íbamos a quedar en la más absoluta soledad. Nadie a quién recurrir, cuando el peligro de muerte volviese a llamar a nuestras puertas.
Después de comer algo y relajarnos, decidimos continuar nuestro camino. Cuando nos levantamos, los diablillos hicieron su aparición.  Me extrañó que no hubiesen desaparecido junto con la mujer del árbol. Intenté hablar con ellos, pero no me hacían caso. Tan solo se dedicaban a jugar y a saltar de un lado hacia otro. Al final me cansé y dejé de prestarles mi atención. Nos pusimos en marcha, el caballo de fuego había adoptado otra vez las tonalidades oscuras para pasar desapercibido.
-No tienes la sensación de que los árboles son más oscuros aquí?- le pregunté al pequeño ser.
- Es cierto, están más infectados- me contestó mentalmente. Aquel restablecimiento de conexión me llenaba de tranquilidad- si mis cálculos no fallan nos estamos acercando hacia la parte central del bosque. Es una de las zonas más peligrosas, no se sabe exactamente que hay allí, pero las leyendas cuentan que torturas inimaginables esperan a quién se atreve a adentrarse- dijo mirándome a los ojos fijamente.
-Entonces, ¿hasta ahora estábamos en la periferia?- pregunté atónito.
-Sí,  tan solo era el extrarradio- y dicho esto cortó la conexión.
Me quedé inquieto por aquella afirmación. Un nudo se formó en mi estómago, si aquellas leyendas eran ciertas, tan solo habíamos atravesado la parte fácil del camino.  Lo que nos esperaba no sería nada bueno y aquello no presagiaba nada bueno. 

jueves, 18 de agosto de 2011

El respiro final

Todo estaba en la más profunda quietud. Ni siquiera el viento se atrevía a mover alguna pequeña hoja. Todos los presentes nos habíamos quedado vigilantes. No confiábamos en aquella situación. Un sentimiento de culpabilidad revoloteaba en el ambiente. Uno de los caballos blancos se acercó al maestro druida. Este seguía inconsciente, la lucha con la hechicera había mermado todas sus fuerzas. El caballo colocó su prisma encima del pecho del maestro. Empezó a cambiar de color; de transparente pasó a un aguamarina magnético. Desprendía pequeñas luces plateadas que se filtraban por los poros de su piel. Cuando hubo terminado se levantó y se alejó hacia los demás caballos. El pecho del maestro se empezó a mover con regularidad, y su respiración se volvió menos trabajosa. Sus ojos se abrieron y empezó a toser violentamente. Se estaba recuperando poco a poco. Desaparecida mi preocupación por el, observé a todos, pero ninguno resultó gravemente herido. El pequeño ser, me cogió de la mano para que me acercase a ellos.  Instaló mis manos encima de los cuerpos de los heridos. Empezaron a brillar débilmente. Ya que no eran heridas muy profundas, se curaron fácilmente.
Me acerqué a los druidas, pero lamentablemente para algunos era demasiado tarde. Entre la batalla con los cuervos y esto habían caído seis hombres. Aquello no podía volver a ocurrir. Demasiadas bajas en tan solo dos batallas.
Intenté mirar para otro lado para reprimir las lágrimas. Habían dado la vida por mí y yo no podía curarles. Les había defraudado. Me concentré en la imagen que tenía enfrente. El pequeño ser estaba mirando fijamente a la dama del árbol. Los pequeños diablillos estaban a su lado también. Me acerqué a ellos a ver si podía sacar algo en claro.
-¿Quién eres?- pregunté a aquella mujer.
- Soy la ninfa del árbol, y tú me has despertado- contestó.
-¿La magia roja de mis manos fue la que te despertó?- la pregunté orgulloso.
-Si, llevaba dormida tantos años que ya no reconocía a los seres que me rodeaban- sonrió- Estoy en deuda contigo, pero no creo que me pueda quedar mucho más, estoy agotando mis energías. La oscuridad tiene un poder demasiado fuerte- empezó a tornarse a color rojo oscuro para pasar a violáceo.
-¿Los demás árboles son como tú?-  la pregunté.
-Si Erwan, todos son como yo, pero las ninfas duermen profundamente y no podrán despertar a menos que vuelva la luz- parecía muy triste mientras decía estas palabras- Balder y tú debéis tener cuidado, algunos árboles están tan infectados que al final sus ninfas murieron. Ahora están habitados por monstruos oscuros de alma negra- dijo mientras se esforzó en dar su respiro final. Seguidamente se convirtió en el árbol oscuro y quieto que había sido antes.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Retorno para la salvación

Las raíces seguían creciendo y moviéndose intentando golpear a su enemiga. Ella por su parte, no se quedaba quieta y lanzaba rayos contra él. En una de las ocasiones, dio de lleno en una de sus raíces. Esta, en vez de morir, se duplico en dos. Se separó justo en donde había impactado aquel rayo. La ramificación había sido increíblemente simétrica. Esto no gustó a la hechicera, y, decidió dejar de utilizar aquella magia. Se concentró y comenzó a utilizar su propia energía. Lanzaba conjuros que hacía que saliesen manchas negras en el árbol. La dama del árbol se enfureció y produjo un pequeño terremoto. Hizo temblar todo y produjo profundos surcos en la tierra.
Mientras tanto, los colmillos no se movieron del sitio. Justo por encima de ellos se veían unos ojos que estaban estudiando todos y cada uno de los movimientos. Era muy confuso saber como iba a evolucionar aquella situación. Skule había descendido al suelo y se veía contrariada por las reacciones de la mujer del árbol. No se lo esperaba, y no sabía muy bien como actuar. Pero era solo cuestión de tiempo, puesto que era mucho más fuerte. En cuanto encontrase una oportunidad, ganaría aquel duelo.
Miré hacia el bosque. No había ni rastro de aquel ser. Ningún brillo que denotase su presencia. Sentí una nueva cuerda en mis pies. No contaba con aquello,inmediatamente me preparé para defenderme. Pegué un salto y la cuerda atrapó al pequeño ser. La hechicera tiró de ella y el pequeño ser salió volando por los aires. Fue a parar a sus pies. Con ello consiguió que los ataques de las raíces cesasen. Nos encontrábamos en una situación complicada. No podíamos dejar que el pequeño ser fuese su rehén. Sopesé todas las posibles soluciones, pero ninguna me convencía. Un pequeño brillo distrajo mi atención.  Los colmillos volvieron a aparecer. En dos saltos, aquel ser se situó por detrás de Skule. Mi sorpresa fue máxima cuando descubrí de quién se trataba. Era la bestia. Con un poderoso zarpazo arañó toda la espalda de Skule. La había pillado desprevenida. Soltó la cuerda del pequeño ser, el cuál se quedó atónito. La hechicera se volteó y sin tiempo a nada más cayó de espaldas. La bestia se abalanzó sobre ella. La clavó sus pezuñas en los hombros y enseñó su furia. Su cabeza se movió con fuerza hacia el cuello de Skule. Quería arrancárselo de cuajo. Justo en aquel momento, la hechicera se convirtió en una estela de polvo negro y desapareció.
La bestia perpleja se quedó mirando el suelo unos instantes. Después nos miró a nosotros, inclinó la cabeza a su hijo y con tres saltos desapareció en la oscuridad del bosque.

martes, 16 de agosto de 2011

Raíces y colmillos inesperados

-El gran Erwan, muerto debido a una tormenta, un accidente que conmociona a todos- dijo Skule desafiándome - los amigos que te buscaste no son lo suficientemente fuertes, ni astutos para mi- estaba tan cerca que me acarició con una de sus uñas. Me la clavó en la mejilla, estaba tan afilada que parecía de acero. Me hizo una raja que atravesó la mitad de mi cara, hasta llegar la comisura de mis labios. Noté como gotas de sangre se deslizaban por mi boca, era un sabor salado y cálido. Me estremecí entero al pensar que mi vida podría acabar de una manera tan triste.
La hechicera nos dio la espalda y empezó a conjurar más rayos. Esta vez iban dirigidos hacia los caballos blancos y los druidas. Parecía que quería acabar con todo aquel ser vivo que nos hubiese ayudado. Cuando más gritaba sus conjuros, más se elevaba en el aire. Sus brazos estaban extendidos en señal de bienvenida. Cada rayo que impactaba contra el suelo era una bendición para ella y una maldición para nosotros. Bajó la mirada un momento y apretó más las cuerdas que nos ataban. Estaban tan ásperas que gritamos de dolor. Pequeños hilos de sangre empezaron a empapar nuestra ropa. La impotencia estaba aniquilando nuestro estado de ánimo y nuestras esperanzas.
Un movimiento rápido se produjo a mi derecha. Giré la cabeza tanto como pude. No llegué a ver la situación entera. Una raíz del árbol se estaba moviendo por el suelo hacia nosotros. Fui el único que me percaté de aquellos movimientos. Los rayos estaban impactando contra el árbol y sus raíces empezaron a actuar al respecto. Cuando estuvo a poca distancia de nosotros se levantó con un movimiento muy poderoso. Golpeó con fuerza la cuerda que nos ataba. No consiguió liberarnos. Dio otro golpe certero. Estaba debilitando la magia. Los pequeños duendecillos también  corrieron en nuestra ayuda.
Un grito de consternación me hizo mirar arriba. Dos enormes raíces se habían elevado hasta la altura de la copa de los árboles y habían golpeado a Skule sin que ella se diese cuenta. Por un momento perdió la concentración y el equilibrio y cayó unos metros. Una tercera raíz se elevó y la volvió a golpear. Intenté levantar las manos para poder lanzar algún hechizo. Era imposible, aquella cuerda, además de mantenernos prisioneros, había absorbido toda nuestra energía.
Miré a mi alrededor. Intentaba buscar la manera de ayudar al árbol. Al final se había posicionado a nuestro favor y no podíamos dejarle solo. Un brillo de colmillos apareció entre la oscuridad de los árboles lejanos. Miré con atención. Era algo oscuro, no podía distinguirlo muy bien. Todavía había neblina acumulada en el ambiente. Era el camuflaje perfecto para aquel ser. Sus colmillos afilados era lo único de destacaba.


lunes, 15 de agosto de 2011

Cuerdas de magia negra

Nuestra nebulosa de protección cada vez era más pequeña. No entendía como era posible que Skule tuviese más poder que al empezar. Todos estábamos cansados y doloridos, nuestras energías habían menguado. Ella era todo lo contrario, se había crecido con nuestro sufrimiento. Una de sus manos agarraba fuertemente el amuleto que tenía en el cuello, la otra mano apuntaba hacia nosotros. Supuse  que aquel extraño colgante era lo que la daba fuerza. Tenía que averiguar que era y que contenía.
Con brusquedad dejó su otra mano libre y empezó a mirar al cielo. Pronunció palabras en un lenguaje desconocido para mi. Vi  como Asks se estremecía a mi lado,  debía de haber entendido sus gritos. Un segundo después, los truenos empezaron a escucharse por todo el bosque. Rayos de energía, impactaron con fuerza, estaban desafiando nuestra magia. Estábamos siendo atacados por dos frentes, aquello era demasiado para nosotros. Sentí como varios mareos hacían que perdiese la concentración. Intenté aguantar.
Los ojos de la hechicera negra empezaron a moverse a mucha velocidad. Eran negros como el onix más puro. Miró otra vez al cielo y los impactos de la tormenta se intensificaron. Sin mucho esfuerzo rompió nuestras barreras. Nos quedamos al descubierto. Intenté activar mis manos otra vez, pero era demasiado tarde. Ella había sido más rápida, había conjurado unas cuerdas para que nos atasen. Formaron un círculo a nuestro alrededor. Intenté soltarme, era imposible, cada vez que las tocaba una descarga eléctrica recorría mi cuerpo. Era un voltaje tan alto que después del temblor inicial, mi cuerpo se quedó lleno de marcas.
Se acercó hacia nosotros a paso lento. Estaba disfrutando de cada instante. Aquella victoria sobre nosotros la llenaba de satisfacción y orgullo. A pesar de la magia que estaba utilizando para mantenernos presos los ojos la cambiaron a su color normal. El amarillo que desprendía era fulminante. Sus movimientos lentos pero precisos recordaban al reptar de una serpiente. Comenzó a humedecerse los labios y a enseñar los dientes. Nos miraba fijamente, para ella eramos unas presas a punto de ser devoradas.

sábado, 13 de agosto de 2011

Nebulosa celeste

La fuerza de Skule era cada vez más poderosa. Sus rayos nos estaban aplastando. A pesar de que eramos más, no aguantaríamos mucho. Las embestidas eran demasiado fuertes.  El ambiente se empezó a llenar de partículas negras otra vez. Nuestros poderes se unificaron en uno, magnificamos la energía de Asks formando una nebulosa celeste. En comparación con Skule, era nada. Nos estaba ganando terreno. No aguantaríamos mucho más. Miré a los caballos, seguían ocupados, no podían ayudarnos.
Escuché un golpe seco. El maestro druida se había desmayado. Nuestra nebulosa se hizo más pequeña. La magia de Skule seguía avanzando. La nuestra retrocedía.


viernes, 12 de agosto de 2011

Refuerzos

Cogí el bastón e intenté golpear aquella maleza que había enredado mis pies. Era fuerte, pero mis ganas de escapar de allí eran infinitas. A dos soldados se los había tragado por completo. No quería correr la misma suerte. Intenté moverme con más rapidez que las enredaderas. Golpee a las que estaban cerca del pequeño ser para que también se librase de su cárcel.
Entre los dos intentamos llegar al origen. No era fácil, los diablillos nos estaban haciendo la vida imposible. Parecía como si nos considerasen sus enemigos. Por suerte, el pequeño ser me impregnó de su energía y conseguí que mis manos desprendiesen calor. La energía roja empezaba a fluir otra vez por mis venas. De esta manera conseguí controlar aquellas salvajes hojas. No las gustaba el calor, así que ya no se enredaban entre mis piernas, había logrado avanzar. Cuando llegué, empecé a golpear con el bastón fuertemente las raíces. Eran más duras de lo que pensaba y probablemente no conseguiría acabar con ellas. Pero por lo menos iba a intentar debilitarlas. Los diablillos se dispersaron y la falta de canto afectó mucho a las enredaderas. Dejaron de crecer y perdieron fuerza. Aproveché aquel momento de confusión de todos los presentes, para adentrarme en la explanada y ponerme del lado de los druidas. Estaban bastante desmejorados y su energía había mermado.
Justo cuando los soldados se disponían a atacar otra vez unos destellos de luz aparecieron en el cielo. El caballo de fuego estaba volando por encima de nuestras cabezas. No estaba solo, había dos caballos más con él. Eran de complexión mucho más pequeña y de un reluciente blanco. Sus alas tenían la misma forma que un halcón. En la frente tenían un prisma que estaba rebosante de energía. Desprendía chispas de electricidad con cada aleteo.  Se posaron sobre la tierra con un porte majestuoso y bajaron la cabeza en señal de respeto hacia los druidas.
Sin ningún tipo de miramiento empezaron a atacar a diestro y siniestro a los soldados. El caballo de fuego dibujaba en el aire figuras llenas de calor y fuego que luego impulsaba hacia sus enemigos. Después los caballos blancos dejaban salir la electricidad de sus prismas y los otros recibían importantes descargas que dejaban todo su cuerpo temblando. Aquellos monstruos intentaban defenderse como podían, pero se encontraban ante seres muy superiores. Me quedé tranquilo, los abandoné y me desplacé hacia donde se encontraba la lucha de titanes.
La fuerza de Asks estaba menguando, y el maestro no era lo suficientemente fuerte para envestir los ataques de Skule. Con los rayos y truenos que estaba lanzando Skule, había quemado los pocos árboles que habían quedado en pie. A su alrededor solo había terror y desolación. No respetaba la vida en ninguna de sus manifestaciones. Con pasos alargados me situé al lado de Asks y proyecté mis manos hacia ella. Cada una de ellas adquirió su color habitual, una dorada y otra verde. El pequeño ser estaba a mi lado, sus ojos empezaron a cambiar de color, también se estaba preparando para atacar con su magia. Potentes encantamientos salieron por su boca, y mis manos empezaron a brillar más.
A pesar de todo no eramos suficientemente fuertes, íbamos a conseguir tiempo con todo aquello. Pero no la victoria.

jueves, 11 de agosto de 2011

Enredaderas

Tan solo acabé con tres antes de que recuperasen el movimiento por completo. Ahora estaba en una situación complicada. Los druidas todavía seguían atados al conjuro. Los monstruos habían sido liberados y buscaban venganza. Corrí lo más rápido que pude hacia los druidas. Estaban indefensos, empezaban a controlar sus movimientos, pero todavía eran demasiado lentos.
Me puse delante de ellos, pero ante la furia de mis adversarios no tenía muchas opciones. Todavía eran muchos. Miré a mi alrededor y me concentré. El sonido del caballo de fuego me llegó a los oídos. Todavía seguía encerrado. Salté entre las raíces del árbol para llegar hasta él. Me podría servir de ayuda. No entendía como no se me había ocurrido antes. Veloz como un rayo le solté de sus ataduras. Tuve que esforzarme mucho para no quedar atrapado por una enredadera que surgía en mis pies.
Cuando el caballo se liberó extendió sus alas y adoptó otra vez su color de piel original. Empezó a avanzar a mi lado. Las enredaderas no cesaban de dificultarnos el camino. En escasos segundos había crecido hasta unas dimensiones que mis ojos no alcanzaban a ver. Se expandió por todo el claro del bosque. Estaba entorpeciendo la existencia de todos los presentes.
Observé que a los que más se movían les zambullía por completo entre sus hojas. Decidí paralizar mis músculos. Mis pies quedaron atrapados, pero el resto de mi cuerpo se vio libre. Miré a la mujer del árbol. Observaba satisfecha la situación. Busqué a los pequeños duendecillos. Habían abandonado sus travesuras con los monstruos. Ahora estaban entonando extraños cánticos y saltaban alrededor del origen de la enredadera. Eran ellos los que favorecían el crecimiento. Estaba confundido, no sabía como afrontar la situación.
El caballo a mi lado relinchó. De alguna manera había conseguido liberarse de sus ataduras. Batió sus alas y alzó el vuelo. Se perdió en el horizonte. Me quedé atónito. No esperaba que nos abandonase en esos momentos de necesidad.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Movimientos ralentizados

Un polvo rojizo inundó toda la superficie. Se posó sobre nuestros hombros e hizo que  todos nos estremeciésemos. Aquel polvo afectó incluso a Skule y Asks, así, como al maestro druida. La mujer del árbol sonrió satisfecha, y siguió lanzando su hechizo mágico. Intenté esquivarlo, pero mis movimientos se habían ralentizado. Cada uno de mis músculos pesaba una tonelada.  Miré al pequeño ser en busca de ayuda pero también tenía problemas con sus movimientos.
Me centré en el fondo de la explanada. Mucho  más allá de los soldados. La lucha de magia se había paralizado y los oponentes se miraban desconcertados. Aquella pausa suponía para ellos un giro inesperado de la situación. Skule había perdido la ventaja que tenía porque sus enemigos se estaban recuperando de sus ataques.
Cuando volví a mirar a la mujer del árbol, los diablillos ya no se encontraban con ella. Giré la cabeza con mucho esfuerzo. Era complicado verlos, porque el aire todavía estaba cubierto por la neblina negra. Entorné los ojos para fijar más la atención en los pequeños detalles. Allí los vi, jugando entre los soldados. Dando saltos y estudiándolos minuciosamente. Ellos se divertían, pero los monstruos se enfurecían por momentos.
Concentrado en aquella imagen, me sobresalté cuando el pequeño ser puso su mano sobre mi pierna. Había superado aquel estado de ralenti. Cogió mi mano y me impregnó de su energía. Mis manos empezaron a brillar y pronto me sentí más ligero. Un pequeño destallo de energía apareció a mi izquierda. Los poderes de Skule estaban volviendo, debía aprovechar aquel instante que tenía de ventaja. Cogí el bastón y empecé a atacar a los soldados. Se escucharon gritos de asombro primero, que pasaron a gritos de dolor. Un fuerte golpe en las rodillas, otro golpe certero en el cuello. Un chillido agudo, significaba el reventón de una vena. La sangre salpicaba toda la explanada. Los súbditos de Skule se enfurecieron hasta límites insospechados. Debía actuar rápidamente, porque en cuando recuperasen sus movimientos, irían a por mí con más ahínco que antes.

martes, 9 de agosto de 2011

Personificación tallada en madera

Aquella nube de polvo negro nos dejó en la más absoluta oscuridad. Era imposible mirar a algún lado, y, el valiente que lo intentaba conseguía, por respuesta un abismal escozor en los ojos. Sonidos huecos y golpes al aire se escuchaban perdidos por el horizonte. Aquella pérdida de visión había enfurecido a los monstruos. Destellos muy leves salían de sus armaduras, casi imperceptibles. Debía intentar concentrarme en mis otros sentidos.
Sentí la mano del pequeño ser apoyada en mi gemelo. Me daba la seguridad que yo había perdido con cada golpe recibido. Cerré los ojos y abrí mis oídos. Demasiados sonidos lejanos y ninguno cercano. Debía separarlos y meterlos en cajones diferentes de mi mente. Intenté escuchar los detalles.
Tenía un soldado enfrente. No podía calcular exactamente a que distancia estaba. Di un paso hacia él, pero no sentía su presencia. Intenté ser cuidadoso y dar unos pasos más. Cuando sentí el calor que desprendía su cuerpo, mi bastón habló por si solo. En círculos golpeó sus rodillas haciéndole caer. Gritó de dolor y alertó a los demás. Vinieron corriendo tropezándose con todo lo que había a su paso.
En el otro lado del claro, una llama azul empezaba a renacer. Era débil y parpadeante. El hechizo que había ejecutado Skule era demasiado fuerte para poder contrarrestarlo. Mientras intentaba concentrarme, recibí un certero golpe en la cabeza. Un dolor agudo estalló en todo mi ser. Con dos grandes zancadas me alejé de allí. Eran demasiados para poder salir victorioso. Debía idear algún otro plan.  Aislé mi dolor como pude y volví a concentrarme en el oído y en el olor. El repicar de las hachas empezó a ser rítmico. Estaban destrozando algo, aunque no sabía el que.
Miré a lo lejos, las llamas azules de Asks seguían sin producir luz suficiente. Algo estaba sucediendo y  huía de mi conciencia. Me estaba poniendo nervioso. Unas cuantas astillas llegaron a mis manos. Ahora lo comprendía, aquellos abominables seres estaban intentando talar el árbol.
De repente una luz potente roja se encendió. El árbol entero se iluminó y comenzó a brillar. Sus raíces empezaron a moverse en todas las direcciones posibles. Iluminó toda la superficie con su color.  El tronco parecía como si estuviese hirviendo. Salía vapor de agua por cada una de sus hendiduras. Las astillas que se habían desprendido por los cortes, empezaron a flotar por el aire. Las raíces renacían de sus magulladuras, para ser más fuertes que antes. El tronco empezó a cambiar. Una figura se dibujaba y desdibujaba en cuestión de segundos. Tomaba la forma de una mujer.  Sus ramas se convirtieron en millones de largos dedos acabados en afiladas uñas. Cuando todas y cada una de las ramas adoptaron su forma apareció en el tronco la imagen de una mujer.  Unos grandes ojos se movieron observando todo. Sus uñas empezaron a moverse y las formas de unos pequeños diablillos empezaron  a nacer de las astillas rotas. Se colocaron junto a ella y  también comenzaron a observar todo lo que les rodeaba.
La batalla se había quedado paralizada. Incluso Skule y los druidas miraban boquiabiertos lo que estaba sucediendo enfrente de sus ojos.  Las facciones perfectamente angulosas de la mujer y la dureza de sus ojos, hacían de ella un ser asombroso.
Con una de las ramas, ahora convertida en brazo se tapó la cara y empezó a soplar a través de sus dedos.




lunes, 8 de agosto de 2011

Armaduras azules y hachas rápidas

Me di la vuelta para comprobar donde se encontraba el pequeño ser. Fue un microsegundo, pero una de las bestias se acercó y me dio un zarpazo en la cara. Noté como la sangre caliente empezó a resbalar por mi mejilla. Aquello me enfureció más. No iba a dejar que aquellos tiranos acabasen con nuestras vidas. Intenté correr esquivando a mis oponentes. Mis manos desnudas no iban a ayudarme en la lucha, necesitaba alguna ayuda.  A pesar de que mis movimientos eran rápidos, varios zarpazos hicieron trizas algunos de mis músculos.
Al final, conseguí llegar a uno de los druidas. Me tiró un largo bastón de madera. En comparación con las poderosas hachas, parecía un juguete. Lo miré preocupado por mi vida. No tenía otra opción, dos monstruos se acercaban corriendo hacia mi. Intenté mantener la calma y concentrarme. Mis músculos ensangrentados y doloridos me pedían a gritos un alivio. Debía realizar un esfuerzo mayor para controlar mis impulsos. Flexioné las rodillas y extendí los brazos. Me quedé quieto a esperar aquellos segundos antes del combate que se hicieron eternos.
El primero vino dando saltos muy grandes, tenía una agilidad asombrosa. Intenté impactar mi arma en su estómago pero fallé y me golpeó la cabeza. Me quedé aturdido. Intenté reaccionar lo más rápido posible, el segundo soldado ya estaba allí. Blandió su hacha y golpeó el suelo. Aparté mi pie en un acto reflejo y salvé mis dedos de la masacre. El primer soldado volvió al ataque. Me giré hacia la derecha, después a la izquierda. A pesar de su fuerza, yo le ganaba en velocidad. A lo lejos me pareció distinguir al pequeño ser corriendo hacia mí.
Un nuevo salto al aire, antes de que le diese tiempo a preparar su ataque, un golpe certero en las rodillas. Soltó un grito que resonó en todo el bosque. Su armadura brilló y empezó a caer con torpeza. Le golpee en el estómago. No conseguí mucho, la armadura azul estaba muy bien reforzada. El segundo guerrero se acercó, hice movimientos de confusión. Intentaba cambiar mi trayectoria. Me agaché lo máximo que pude. Su hacha se clavó en un árbol, aproveché el momento. Le di un certero golpe en los tobillos. El primero vino cojeando, pero muy enfadado. Corrí hacia él. Imprimí fuerza a mis piernas y salté. Mi bastón se clavó en su cabeza. Cerré los ojos, demasiada crudeza. Escuché un reventón.  Caí de espaldas. Sabía que detrás de mi dejaba a alguien sin vida.
Miré hacia Skule, seguía habiendo destellos azules, blancos y negros. La fuerza magnética que se estaba creando a su alrededor era espeluznante. Se estaba transformando en una burbuja que en poco tiempo los aislaría del resto. Las luces cesaron un momento. Asks, el gran felino de guerra estaba al lado del maestro druida. Los dos miraban desafiantes a Skule. La miré a ella, tenía la piel intacta, tan solo unos pequeños arañazos en su ropa. Con una mano cogió el amuleto que tenía en el cuello y con la otra empezó a lanzar un potente humo negro. Pronto toda la superficie se sumió en la oscuridad.

sábado, 6 de agosto de 2011

Sombras guerreras

Mientras me recuperaba del golpe, escuché como el viento empezaba a silbar. Eran sonidos cortantes, como los de un arma.  Me levanté rápidamente. Las sombras se movieron con rapidez. No tenía muy claro quienes eran, pero me dieron esperanza. Me acerqué al que quería ser mi verdugo. Esta vez le pillé desprevenido yo a él.  Le impacté un puñetazo por detrás de las rodillas. Cayó e intentó clavarme una de sus pezuñas. Logré esquivarla en el último momento. Giré hacia la derecha. Le dí un certero golpe en el cuello. Se quedó inmóvil. Intentó atacarme nuevamente utilizando sus escamas. Le engañe y golpeó el aire. Le agarré el brazo, y se lo clavé en el estómago. Se retorció de dolor, cayó. Era el primer caído en batalla. El primer ser al que quitaba la vida. Aquella imagen no se borraría de mi mente. Le dejé atrás. Me acerqué a los árboles para ver de cerca las sombras. El pequeño ser no se apartaba de mi lado. El olor a sangre inundó aquel claro de bosque. Las sombras se movían con rapidez. Unas luces desconocidas impactaron en algunas armaduras. Lo vi claramente, los druidas habían acudido en nuestra ayuda. Un monstruo se acercó a mí por la derecha. Otro apareció a mi izquierda. No tenía mucho margen de movimiento. Debía actuar con convicción.

viernes, 5 de agosto de 2011

Juego de luces

En la oscuridad empecé a ver espectros. No quería estar allí. Estaba volviendo al árbol donde me había encontrado con aquel ser despreciable y su carruaje lleno de almas perdidas. Intenté luchar contra eso con todas mis fuerzas. Me partiría el alma ver a mi pequeña princesa otra vez entre los barrotes.
Cree una fortaleza mental para escapar de allí. Sentía mi cuerpo húmedo, y quería volver hacia él. Escalofríos recorrían mi cuerpo constantemente. Aquella bilocación hacia mermar mis fuerzas de manera más rápida. Intenté concentrarme aún más, pero cuanto más me acercaba a aquel lugar, más recuerdos venían a mi mente y me resultaba muy complicado.
Un calor repentino recorrió mi cuerpo. Me empezaron a arder los pies y se extendió por todo mi cuerpo. Oscuridad. Abrí los ojos y noté como mis pulmones se quedaron sin aire. Oscuridad.
Me costó abrir los ojos y acostumbrarme a aquella luz repentina. Era azul celeste y la fuente  no se encontraba lejos de mí. Me puse la mano en la frente para protegerme los ojos. El pequeño ser estaba a mi lado. También había caído desde las alturas y todavía se encontraba inconsciente.
El grito de Skule me devolvió a la realidad. Era un grito desgarrador, lleno de odio y rabia.  La luz era demasiado cegadora para poder analizar la situación. Me dí la vuelta y allí vi como los monstruosos súbditos de la hechicera negra se acercaban a pasos apresurados. Me levanté de un salto. Grité al pequeño ser. Debía despertarse, teníamos que enfrentarnos a ellos. Yo solo no podría con todos ellos.
En el lado de la luz, los ruidos y gritos eran muy extraños. Skule estaba luchando contra alguien. Volví a mirar al pequeño ser, se estaba despertando poco a poco. Un sudor frío empezó a resbalar por mi espalda. Los primeros ataques los tendría que afrontar yo solo. Eran demasiados. Necesitaba un plan. Otra vez percibí varias sombras detrás de los árboles lejanos. No sabía si era mi imaginación, estaba confundido. No había tiempo para pensar más, volví a mirar las armaduras azules. El primer soldado dio un salto inesperado e impactó contra mí. Me tiró al suelo. Mi columna vertebral crujió por el impacto. Me había pillado desprevenido. Me costaba respirar.

jueves, 4 de agosto de 2011

El árbol rojo

La magia empezó a fluir de mis manos. Tenía una ligera idea de lo que quería hacer, pero no sabía cuales serían las consecuencias. Intenté proyectar toda mi fuerza hacia el árbol. Era complicado, nunca había intentando algo tan grande con un ser estático. Skule no me prestaba atención, estaba entretenida haciendo sufrir al pequeño ser.
El árbol empezó a moverse lentamente de un lado hacia el otro. Parecía como si despertase de un largo letargo.  Empezó a cambiar de color progresivamente. Adquirió la misma tonalidad que mis manos. Cuando casi había completado su transformación, Skule se dio cuenta y sus súbditos empezaron a atacar al árbol. Con sus hachas causaban fuertes dolores al árbol en las raíces. La savia comenzó a salir de su interior en forma de lágrimas.
La negra hechicera sacó un amuleto y lo proyectó hacia mí. Era una piedra de color azul oscuro que desató un brillo infernal a su alrededor.  Un rayo de luz salió de ella, atravesó la barrera mágica de la hechicera, e impactó en mi cuerpo. Hielo es lo que sentí. Una capa de hielo invisible envolvía todo mi cuerpo y me impedía respirar. Intenté no perder la concentración. El color del árbol seguía aumentando, la vida estaba volviendo a él. Si conseguía aguantar un poco más con mi magia, la voluntad propia del árbol también aparecería. El hielo me estaba entumeciendo los músculos. Poco a poco, los dedos de la mano me dejaban de funcionar. La palma de la mano también se congeló y mi magia se interrumpió.  Miré a Skule con despreció, estaba disfrutando mucho con aquel momento. A los dos nos tenía a su merced. No podía moverme, luchar contra ella era imposible. De aquel amuleto surgió una cuerda de fuego. Me apresó sin ninguna dificultad. El contraste entre hielo y fuego fue brutal. El dolor que sentía era tan profundo que no podía parar de gritar. Sentía como iba a estallar en mil pedazos. Dos titanes habían chocado en mi cuerpo y estaban luchando por ganar. Cada choque entre fuego y hielo, hizo que mi cuerpo sufriese un calambre. Siempre terminaba con un fuerte espasmo.
Skule me elevó hacia el cielo. A la misma altura que al pequeño ser. Ahora los dos eramos marionetas de la tormenta. De reojo me pareció que el árbol empezaba a brillar y movía sus ramas con más rapidez. Skule debió de darse cuenta también porque miró de inmediato. Sin darla tiempo a reaccionar, una de las ramas alcanzó mi cuerda. La rompió en dos y me precipité al vació. Fui perdiendo el conocimiento por momentos. A veces luz, otras sombras. Me golpee la cabeza cuando toqué el suelo. Perdí el conocimiento. Justo cuando estaba cayendo en un sueño provocado, me pareció ver una sombra grande entre los árboles. Después oscuridad.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Hechizo de cuerda

Otro rayo alcanzó una nueva raíz del árbol. Esta vez se estremeció entero. A pesar de ser un árbol oscuro, parecía que no estaba de acuerdo con aquel tipo de abuso. Se volvió a estremecer. Skule miró con el entrecejo fruncido. Aquel árbol, aunque mínimamente, se estaba revelando. Si ella decidía fulminar algo, la enfurecía que alguien intentase lo contrario. Movió los brazos en círculos para acentuar la tormenta. El estruendo que producía era más monstruoso que antes. El caballo relinchaba sin parar, quería librarse de sus ataduras. Debido a las espinas cuanto más se movía más daño se hacía. Estaba desesperado. Al mirarle sentí una punzada de dolor en el pecho, sus alas tenían serios desgarros.
Rayos empezaron a impactar por todos lados. Primero iban por decenas, pero ahora no dejaban un lugar sin devastar. Toda la superficie olía a quemado. Estaba masacrando los pocos árboles que había quedado a nuestro alrededor.
Nuevamente  satisfecha, centró toda su atención en nosotros. Se acercó aún más y contempló atentamente al pequeño ser.
-¿Qué especie de animal eres tú?- preguntó y al ver que no contestaba se enfureció otra vez, lo consideraba una ofensa.
-No sabe hablar- intervine rápidamente.
- Encima de ser unos niñatos, ¿ estáis  mudos?- y se empezó a reir con malicia- esto va a ser más aburrido de lo que pensaba si no me podéis suplicar clemencia- .
Invocó una cuerda y la ató en la cintura del pequeño ser. Lo elevó por los aires en dirección a la tormenta. Me quedé paralizado de miedo. El pequeño ser intentaba librarse de aquello pero no podía. Sus ojos era donde residía su fuerza, pero no conseguía que cambiasen de color para hacer magia. La influencia de Skule era demasiado fuerte y su magia demasiado negra. Había perturbado su equilibrio.
Verle tan indefenso me lleno de ira. Mis manos empezaron a brillar. Esta vez no eran ni verdes ni amarillas, era un color rojo oscuro. Según más veía en peligro a mi compañero, más me brillaban. Intenté    salir de aquella trampa en la que estaba metido. Era imposible, todavía no tenía tanta fuerza. No podía enfrentarme a Skule de manera directa.
Uno de sus súbditos se dio cuenta de mis movimientos. Empezó  a gruñir hasta que llamó la atención de su ama. Ella miró divertida, y reforzó la magia que me tenía cautivo.  Mientras, con la otra mano soltó  un trozo de cuerda y el pequeño ser quedó expuesto a los rayos.
Un nuevo impacto en una rama cercana hizo al árbol temblar. De repente una idea brilló en mi mente. Chasqueé los dedos y coloqué mis manos encima del tronco. No sería suficiente, pero por lo menos ganaría tiempo.

martes, 2 de agosto de 2011

Baile de luces y sombras

Las armaduras de color metalizado brillaban más que nunca. Era de noche y la luna impactaba de lleno en ellas. La hechicera pensaba detenidamente cual iba a ser su próximo paso. A mi lado, el pequeño ser  intentaba respirar profundamente para paliar su miedo. En cambio, yo no sabía disimular tan bien, un sudor frío resbalaba por mi piel. Había momentos en los que mi respiración se entrecortaba, y entonces era capaz de oír los latidos de mi corazón.
Para matar el aburrimiento mientras pensaba que hacer con nosotros, Skule empezó a derribar árboles. Con pequeños movimientos de sus dedos, conseguía que se partiesen en dos. Después de crear un círculo de árboles destrozados entorno a nosotros sonrió.
-Ahora ya no tenéis forma de huir, estáis solos y abandonados- en su voz se podía distinguir la excitación de un depredador que va de caza- tantos años esperando al salvador, para liquidarte tan pronto- se acercó a mi. Había dejado de hacer magia negra, sus ojos volvían a ser de un inquietante amarillo.  Cuando estaba tan cerca de mí que podía sentir su aliento en mi nuca, el último árbol cayó.
El caballo relinchó fuertemente. El árbol le había rozado y de un salto salió de su escondite.  A pesar de la sorpresa Skule reaccionó rápidamente y hizo crecer una enredadera de espinas de la nada. Rodeó al caballo con habilidad a pesar de la resistencia que opuso este. Nuestro sueño de escapar se había esfumado en cuanto la primera espina rozó al caballo. Nos habíamos quedado sin el factor sorpresa. Me encontraba a al intemperie, intentando surcar una tormenta demasiado grande.
La hechicera miró al cielo y susurró unas palabras. Las nubes negras se empezaron a agolpar encima de nuestras cabezas. Se avecinaba una gran tormenta. El primer rayo no tardó en llegar. Impactó en una de las raíces de nuestro árbol. Empezó a oler a quemado. Mientras tanto, los truenos empezaron a escucharse por todas partes, retumbando en los oídos. Los relámpagos hicieron del cielo un baile entre luces y sombras.

lunes, 1 de agosto de 2011

Remolino de ramas

Sin dejar de mirarme levantó los brazos y empezó a hacer gestos de un lado a otro. Con ello consiguió que se apartasen todas las hojas de los árboles cercanos. El pequeño ser y yo quedamos a la vista de todos. Los seres monstruosos se quedaron boquiabiertos. Enseguida levantaron sus lanzas en señal de feroz alegría. Pensaban que íbamos a ser un excelente manjar.
Skule nos miraba fijamente, ni parpadeaba. Se empezó a acercar poco a poco. Cuando estaba a escasos metros, se paró y dio una patada a la corteza de un árbol. Cuando miró sus ramas, los ojos negros la empezaron a brillar y comenzó a soltar aire gris por la boca. Las ramas del árbol fueron arrancadas bruscamente con aquel aire. Se formó un gran remolino que fue a parar directo a nosotros. Fue un movimiento tan rápido que no tuvimos tiempo a reaccionar.  Sin darnos cuenta eramos el epicentro de aquella bestia de aire. Sus paredes invisibles nos impedían movernos del lugar y escapar. Skule había sido muy hábil al conjurar aquello. Se quedó parada observando nuestra reacción. Al ver que estábamos atrapados, su carcajada resonó entre los árboles. El pequeño ser se estremeció con aquella risa. No revelaba nada bueno. 
Intentando disimular lo máximo posible miré al suelo. El caballo de fuego seguía escondido detrás del matorral. Por suerte no le había descubierto.  Miré otra vez a la mujer. Seguía teniendo la sonrisa dibujada en su cara. Chasqueó los dientes y se elevó por los aires. No alcanzó mucha altura, pero si la suficiente como para mirarme a los ojos directamente. Se acercó caminando sobre el aire.
-Así que tu eres el temeroso Erwan- me dijo con una profunda voz- con tu fiel escudero Balder- y se rió nuevamente- no sois más que apestosos niños-. 
Sus monstruos la siguieron y se colocaron en un círculo debajo de ella. Comenzaron a golpear el suelo con el pie de forma muy violenta. Sus lanzas y sus hachas miraban al cielo y se movían a un ritmo frenético. Estaban excitados ante la visión.