Me golpee la espalda con uno de los brazos, sentí un dolor fuerte entremezclado con las dulces imágenes de mi familia. Por el otro lado, mi pierna fue a dar contra la pared. Mi espalda se arqueó de dolor. El calor cada vez era más insoportable y mi mente estaba cada vez más perdida en el horizonte.
Mi brazo magullado se llevó otro golpe. Esta vez sentí como el hueso se me rompía. El dolor hizo que casi perdiese el conocimiento. Mis ojos se cerraban y al instante se abrían. Sentía como todo se ralentizaba, mis movimientos, el tiempo, y mi caída. La luz que había debajo de mí se acercaba.
A escasos tres metros del centro del abismo mi mano tocó uno de los brazos de la tierra. Por un momento sentí que me paraba. Intenté mirar a mi alrededor, no sabía si era mi imaginación o era la realidad. Todo estaba quieto, congelado en el tiempo. Giré la cabeza lentamente. Vi como el brazo saliente se había quedado quieto también y uno de sus dedos estaba en contacto con mi mano. Miré a mi alrededor, el resto de los brazos seguían en movimiento, pero la masa naranja había dejado de avanzar. Giré otra vez mi cabeza hacia el brazo. Un estallido de luz se produjo repentinamente. Inundó todo el agujero con su intensidad y a mi me dejó ciego. La fuerza que tenía aquella luz era tan fuerte que se produjo un nuevo temblor de tierra.
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