Intenté dialogar con el pequeño ser aproximadamente una hora, pero no entraba en razón. Seguía aferrado a mi pierna con fuerza. Empecé a dar vueltas sobre mí mismo, a ver si así me dejaba en libertad. Cogí tal velocidad, que todas las ramas y las lianas que estaban cerca se levantaron del suelo. Paré de inmediato, confundido por la fuerza que había cogido mi movimiento. Estaba sufriendo cambios en mi cuerpo y en mis habilidades que no llegaba a comprender.
Cuando me dejó de dar vueltas la cabeza, miré mis piernas, pero el pequeño ser seguía ahí. No se había movido ni un milímetro. No sabía que más podía hacer con él.
-¿No te vas a despegar de mi?- le pregunté , a lo que me miró con los ojos muy abiertos- de acuerdo- resoplé.
Recogí mi mochila y las pocas pertenencias que se habían caído y le hice un gesto al pequeño ser para que me siguiese. Se acercó a su madre, le tocó la zona dañada del vientre y con una lágrima se despidió de ella. Era una escena de lo más conmovedora. No entendía porque aquel pequeño había considerado que era necesario separarse de ella. Quizás algún día lo averiguaría.
Nos adentramos en el bosque otra vez, en aquel laberinto sin escapatoria. A los pocos segundos, a lo lejos una pequeña luz brilló.
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