Al caer, nos quedamos todos un poco aturdidos. Cuando nos levantamos por nuestro propio pie, los hombres empezaron a entonar un cántico con tonos muy graves. Jamás había experimentado tanta angustia al escuchar un sonido. Las notas se clavaban en mi piel como espinas y sus voces retumbaban una y otra vez en mi cabeza.
Entre todo ese malestar distinguí un nuevo sonido. Miré al cielo, se estaba formando una tormenta muy fuerte y grandes truenos y relámpagos aparecieron. Primero se dispersaron por todo el cielo, pero poco a poco se fueron concentrando, hasta que se quedaron únicamente entorno a nuestra explanada.
Los hombres empezaron a cantar más grave todavía y los rayos empezaron a impactar en el suelo, a nuestro alrededor. Escasos centímetros nos separaban de morir por su impacto. Mientras tanto, el hombre de los ojos rojos empezó a mirar de forma desafiante al pequeño ser, el cual estaba nuevamente aferrado a mi pierna.
Después de unos minutos de intercambio de miradas, el pequeño ser soltó mi pierna.Cerró los ojos, lanzó un suspiro muy profundo y se situó enfrente de mi´. Poniéndose de puntillas me alcanzó las manos y puso sus palmas sobre las mías. Nuevamente cerró los ojos y mis manos empezaron a brillar. Lanzó un suspiro mucho más largo que el anterior y la tierra comenzó a temblar. Los hombres cesaron el canto sorprendidos, pero los rayos no desaparecieron.
Una masa celeste empezó a crecer de la tierra. Crecía a una velocidad de vértigo y pronto formó una capa protectora entorno a la explanada. Los hombres empezaron a cantar otra vez, y los rayos se volvieron más grandes y más agresivos. Empezaron a impactar contra la capa protectora.
El pequeño ser empezó a sudar, abrió los ojos que estaban inyectados en rojo sangre, y mis manos empezaron a brillar más aún. Empecé a notar cansancio y las piernas me empezaron a temblar.
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