Llegar hasta aquella pequeña luz era más complicado de lo que pensaba. Cuando más me adentraba en el bosque más espeso se volvía. Los árboles eran más grandes y sus poderosas raíces sobresalían por todas partes constituyendo una trampa mortal. Además la neblina grisácea que se estaba formando no ayudaba en absoluto. Intentaba no caminar muy deprisa porque el pequeño ser cada poco tiempo se paraba, y, miraba detrás triste. Echaba de menos a su madre, pero había tomado una decisión, así, que seguía adelante con ella. Tan pequeño y tan valiente, era una actitud digna de los mayores guerreros.
Anduvimos toda la noche, tan solo hicimos dos descansos de escasos minutos. El pequeño ser siempre se acercaba a mi, y me cogía con firmeza de la pierna. A mi me daba la sensación de que eso le daba seguridad y tranquilidad.
Después de una noche dura; de muchas caídas y de muchos ruidos extraños, estaba deseando que llegase el amanecer para tener un poco de visibilidad. Pero mi frustración fue máxima cuando llegó el amanecer y el sol apenas brilló. La neblina grisácea llegaba hasta el cielo e impedía toda visión. Eso no debía ser una buena señal, algo malo estaba presagiando.
Seguimos avanzando sin descanso, aquella luz que habíamos visto hacía tantas horas parecía que se estaba aproximando. Se lo señalé al pequeño ser, el cual, me miró con unos ojos muy atentos pero llenos de desconfianza. Mientras le estaba explicando la situación, giró violentamente la cabeza hacia el cielo; yo también miré inquieto. Me tiré al suelo instintivamente, en señal de protección. Una sombra negra estaba sobrevolando por encima de nosotros y se dirigía hacia aquella luz.
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