Unos segundos después se produjo un nuevo temblor. Las hojas de los árboles cercanos a la explanada se cayeron. El pequeño ser aún estaba inconsciente en el suelo y yo a su lado. El cuervo había parado su ataque por un momento asustado por el temblor. Puse mi mano sobre el vientre del pequeño ser y una potente luz verde empezó a expandirse por toda la explanada. Cuando la luz llegó a todos los lugares posibles, se produjo un estallido, y rápidamente volvió al origen y el pequeño cuerpo lo absorbió.
De repente abrió los ojos de una manera muy violeta y empezó a mirar angustiado el panorama. Todavía estaba débil. Me miró con sus grandes ojos y me cogió las manos. Las puso nuevamente sobre su vientre y noté como la energía de mi cuerpo empezó a decaer. Me miró nuevamente con ojos lastimeros. Intenté relajarme y concentrarme en las energías que fluían entre nosotros. Mis manos empezaron a lanzar cortos destellos de luz, que hacían que la respiración del pequeño ser se volviese más fuerte.
Los cuervos se dieron cuenta de la situación y empezaron a atacar otra vez a los druidas. Estos se defendían con diversas magias, pero los grazilius eran muy ágiles. Conseguían esquivar muchas ofensivas. Mientras tanto, el pequeño ser me agarró con más fuerza y empezó a soplar un humo blanco por la boca. A nuestros pies, se abrió un pequeño agujero y todo el humo se empezó a filtrar dentro de la tierra. Cuando terminó se sentó a mi lado, puso mi mano verde sobre mi pierna. El dolor de las quemaduras desapareció y mis ojos empezaron a ver con más claridad.
El cuervo negro que nos acechaba se volvió hacia nosotros, y una vez más con paso firme, empezó a acercarse. Cuando estaba a escasos centímetros de nosotros, un nuevo temblor sacudió la tierra y de las grietas comenzó a salir un denso humo.
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