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viernes, 10 de junio de 2011

Mestizo

Ahora comprendía mejor porque era tan diferente de su madre. Era un mestizo. Y de alguna manera tenía cierta magia en sí mismo, de la cual, una pequeña parte había traspasado a mí. Eso era lo causante de mis quemazones y el brillo de mis manos.
-¿Cómo te llamas muchacho?. me preguntó el líder.
-De pequeño me llamaban niño, y , ahora me llaman muchacho- contesté triste.
-Ya veo que no tienes nombre- contestó pensativo- veo que las costumbres no han cambiado desde que me encontré al último humano. Debes buscar tu nombre-.
-¿Han existido más humanos que hayan superado la niñez?- pregunté emocionado.
-Cada sesenta o setenta años consigue llegar alguno a tu edad, pero ninguno ha sobrevivido en este bosque. Nosotros, los druidas negros, depositamos nuestras esperanzas en ellos, pero la oscuridad y los habitantes negros ganaron la batalla- relató angustiado el hombre- ahora mismo creo que eres la única esperanza de los humanos y la luz. Con la ayuda de tu pequeño mestizo-.
Se oyó un murmullo de confirmación por parte de los demás druidas. Tenía tantas preguntas sin respuesta, que no sabía por dónde empezar. Abrí la boca para proceder a mi segunda pregunta, pero un mal presagio me paró de inmediato.
El pequeño ser empezó a mirar con mucha atención a nuestro alrededor. Sus orejas se pusieron alerta, había escuchado algún sonido que no le gustaba. Levantó los brazos y empezó a dar vueltas sobre sí mismo. En pocos segundos la masa celeste desapareció y pudimos ver con claridad lo que nos estaba esperando.

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