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martes, 21 de junio de 2011

Pensando en hielo

Cuando mi piel tocó la pared un grito desesperado salió de mi garganta. Se me abrasó toda la piel. Intenté mantener la concentración al máximo para no perder el control. Empecé a pensar en el bosque oscuro, en las sombras que había visto, pero no servía. Miré arriba hacia el pequeño ser, me estaba sujetando la mano con toda su fuerza para que no cayese. Tenía razón, no podía dejar que esto acabase así. Intenté concentrarme más aún. Imágenes de hielo vinieron a mi cabeza, glaciares que había visto en los viejos libros. Mi respiración empezó a ser más fuerte y noté como la energía comenzó a circular por todo mi cuerpo. Por unas milésimas de segundo me quedé en trance y la energía llegó hasta mi mano. Se produjo un estallido de luz azul y la parte de tierra que rodeaba mi mano se quedó fría.
No era suficiente, me lamenté. Nuevamente cerré los ojos, y esta vez en mi mente aparecieron las manos surgidas de la tierra. Con mucho esfuerzo un nuevo destello de energía explotó. Ahora las manos empezaron a girar en el mismo sentido, se habían vuelto de color azul, tal y como la energía que las había hechizado. Todas giraban al unisono. Yo ya estaba en las últimas, miré al pequeño ser, el me devolvió la mirada con ojos suplicantes. Esa mirada me llegó hasta el alma, pero ya no aguantaba más, mi energía se había consumido del todo con aquellos intentos de salvarme. 
Mis dedos empezaron a resbalar, uno a uno se iban soltando. El pequeño ser me miró otra vez, aunque ahora no le pude devolver la mirada, mi último dedo se soltó. Empecé a notar el calor de la masa naranja y en un segundo vi todas las imágenes de mi vida en la cabeza. Los juegos con mis hermanos, las lecturas con mi padre y las tartas de mi madre. 

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