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martes, 14 de junio de 2011

Temblores

Según me fui acercando, la angustia se apoderaba con más fuerza de mí. Oía todo, pero no veía. Caminé a gatas por la hierba, lo más deprisa que pude. Después de unos momentos, que se me hicieron eternos, pude tocar al pequeño ser. Efectivamente estaba inconsciente. Con los ojos cerrados puse mi mano sobre su cuello e intenté concentrarme al máximo. Abrí los ojos y pude distinguir sombras. Por lo menos mi visión había mejorado. Con mucho esfuerzo, podía más o menos visualizar el panorama.
El cuervo se encontraba a un metro de distancia. Y sus ojos parecían más brillantes que nunca. Se desplazaba rápidamente de un lado a otro para despistarme. Se había dado cuenta que mi vista no funcionaba muy bien. Empezó a lanzarme pequeñas bolas de fuego para comprobar hasta que punto podía aprovecharse de mi deficiencia. Además la pierna me estallaba de dolor.
Ahora el cuervo tan solo estaba a medio metro de distancia. La tensión se iba acumulando en mis músculos y cada vez mi respiración era más y más rápida. Tenía que encontrar una solución rápida. Miré a mi alrededor durante un segundo. Todos estaban ocupados, nadie podía ayudarnos. Miré al pequeño ser, intenté reanimarlo, pero no abrió los ojos. Puse nuevamente una mano sobre él e intenté concentrarme al máximo para que la energía fluyese entre nosotros.  Después de varios segundos en esta posición, el pequeño ser tuvo un gran espasmo que hizo que su cuerpo se elevase por encima del suelo. Aún inconsciente, y experimentando un extraño trance se quedó de pie. Dio un paso hacia mí, y según piso el suelo se produjo un fuertísimo temblor de tierra. Todos pararon sus ataques y nos miraron asombrados. El pequeño ser dio un nuevo paso y otro temblor de tierra apareció de la nada.  Al terminar, un gran estruendo sonó por todo el bosque. Se empezaron a formar grietas por todas partes. El pequeño ser se cayó al suelo.

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