Al final del pasillo el fuego celeste se hizo más intenso. Era un fuego extraño porque desprendía frío en vez de calor. No sabíamos que estaba pasando. El pequeño ser se acercó a mi pierna asustado. Bajé la mirada y me percaté de que sus ojos rojos brillaban. Allí era donde sobre todo se encontraba su poder.
Miré hacia el pasillo con atención, allí estaban las llamas, creciendo a cada segundo. Cuando tocaron el techo oímos un fuerte gruñido. Mi cuerpo se estremeció. Pero no podía volver atrás, nada me esperaba allí.
Vimos aparecer una pata blanca con una llama centelleante. El cuerpo del pequeño ser empezó a temblar. Estábamos paralizados por el miedo. Poco a poco fue apareciendo el resto del cuerpo. Ante nosotros se encontraba un gran felino blanco cubierto de llamas celestes. Su expresión fiera estaba acorde con sus colmillos afilados. Sus ojos brillaban de la rabia más pura. El fuego azul los inundaba. Se empezó a acercar hacia nosotros con pasos lentos pero firmes. Según avanzaba todo a su alrededor se iba congelando.
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