El carruaje desapareció con la misma velocidad que había venido. Me quedé solo. Todo el mundo se me vino encima y la oscuridad se adentró en mi alma. Incluso el silencio se hizo pesado. Miré a mi alrededor. No sabía como volver hacia la cueva.
Recopilé las pocas fuerzas que me quedaban y empecé a caminar hacia el árbol. Era donde todo había comenzado y donde esperaba que todo finalizase. Eran pocos metros, pero mi cabeza trabajaba a una velocidad de vértigo. Multitud de imágenes pasaron por ella. Intenté hacer un recopilatorio de todo lo que había visto. Analicé cada detalle. La carroza, las almas, incluso analicé los lienzos y al monstruo. Tenía que encontrar la relación entre todo. No entendía del todo a quien representaba aquel personaje. ¿Acaso era un hechicero?, ¿un asesino?, ¿un enterrador?. Sea quien fuere no podía permitir que las imágenes que tanto me habían torturado se hiciesen realidad. Tendría que hablar con el pequeño ser. Llegaríamos al fondo de esta cuestión.
Ahora estábamos debajo de la tierra. Por lo visto la morada de las almas. Habíamos dejado atrás el bosque sin luz. Tenía la esperanza de volver pronto a la superficie. Cuando llegué a la zona de las raíces del árbol, me senté y traté de concentrarme. Debía volver. Me imaginé la cueva que había abandonado. No pasó nada. Lo intenté otra vez, lo desee con más fuerza incluso. Noté como mi cuerpo empezó a flotar. Me elevé sin esfuerzo. Intenté concentrarme aún más. Dejé de elevarme.
Repentinamente mi cuerpo empezó a brillar. Cuando sentí que la luz invadió todo mi cuerpo. Estallé en millones de partículas. Sentí como cada partícula de mi ser comenzaba a desvanecerse.
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