Sus ojos estaban centrados en mí. Brillaban de un color azul celeste que incluso llegaban a hipnotizar. Intentaba mantenerme sereno, pero era complicado. A pesar de su fiero aspecto todo su cuerpo me invitaba a ir hacia el. Era una situación contradictoria. Mi cuerpo iba hacia él, mientras que mi mente se negaba. El pequeño ser intentaba frenarme.
El felino seguía avanzando sin dejar de mirarme. El hielo llegó hasta mis pies y me hizo retroceder un poco. Cuando aquel hielo llegó al final del pasillo, unas ondas empezaron a desprenderse. Se metieron en mi mente y empecé a marearme.
Al pequeño ser le empezaron a brillar los ojos de una manera como nunca antes. Se sentía en verdadero peligro. Tan solo estábamos nosotros dos. Esta vez nadie nos podía ayudar para salir de esa situación. El gran felino se giró hacia el. Sentía que una amenaza que no esperaba estaba creciendo ante él.
El pequeño ser empezó a levitar y sus ojos se tornaron de color azul oscuro. Empezó a desprender un vaho blanquecino de la boca que se iba congelando cuando más se acercaba hacia donde se encontraba el felino.
Entre ellos dos se formó una extraña conexión, los dos se miraban fijamente. El hielo que se había formado entre ellos estaba lleno de energía. En la parte más próxima al pequeño ser el hielo empezó a cambiar a color rojo. En el otro extremo el hielo cambió a color celeste. Poco a poco se iba tiñendo todo. Cuando colisionaron los dos colores se produjo una pequeña explosión. La siguió un temblor que hizo que todo el hielo situado en la parte alta de la cueva cayese violentamente.
No me dio tiempo a apartarme, un pequeño hielo me golpeó la cabeza. Me caí al suelo y borbotones de sangre empezaron a bajar por mi frente. Todo lo que pasó después me pareció difuso. El felino perdió interés en mí y se acercó al pequeño ser.
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