Cuando la sombra ya estaba casi del todo materializada, y yo totalmente preparado para enfrentarme a ella. Desapareció enfrente de mí y se convirtió en una neblina grisácea. Me asusté y me quedé confundido, pero aún así no bajé la guardia. Cosas raras estaban sucediendo. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya no estaba cayendo hacia el vacío. Estaba suspendido en el aire. Miré a los lados, y las llamas seguían demostrando el poder de su esencia.
Mi posición de piernas abiertas y puños elevados no cambiaba. Estaba esperando que iba a ser era lo próximo que me iba a atacar. Repentinamente todas las llamas cesaron y volví a la estancia de la Dama Blanca. Estaba delante del trono y a mi lado se encontraba nuevamente el pequeño ser. Me miró con cara de satisfacción.
-Has superado la prueba- me dijo mentalmente el pequeño ser.
-¿Qué prueba?- pregunté exaltado.
-No rendirte ante circunstancias adversas- continuó hablándome el pequeño ser- el caballo de fuego accedió a llevarnos.
Dicho esto apareció nuevamente el caballo como por arte de magia. Y con un gesto de la cabeza nos indicó que le siguiésemos. Con cautela me dirigí hacia donde él nos llevaba. En el momento justo que íbamos a salir por la puerta se produjo un estallido de luz blanca. Me cegó por unos instantes. Intenté recuperar la vista parpadeando hasta que más o menos alcancé a ver algo. La Dama Blanca se había materializado. Era una imagen muy borrosa y muy débil, probablemente no tenía la energía suficiente para realizar el conjuro.
-Ahora que ya saben que existes, no tengo por qué ocultar tu nombre, Erwan- sonrió la Dama- era indispensable mantenerlo en secreto, pero ya todos saben de tu existencia. Son capaces de notar tu presencia. Ya puedes saber tus orígenes-
-¿Mi nombre es Erwan?- pregunté feliz, por fin tenía otro nombre que no fuese niño o muchacho.
-Y él es Balder- señaló al pequeño ser- representa la personificación de la luz, de la elocuencia y de la sabiduría- dijo orgullosa. El caballo relinchó fuertemente, algo estaba pasando.
- Juntos recorreréis un gran camino, pero tú eres...- y un gran estallido se produjo. Mi oído derecho empezó a sangrar del ruido que hubo. Sonidos de cristales rotos retumbaban entre las paredes. La imagen de la Dama se hizo añicos hasta desaparecer.
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