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miércoles, 13 de julio de 2011

Ventísca

Dejó al pequeño ser de lado. El fuerte zarpazo que le había dado le había dejado satisfecho. Del pequeño ser no salía sangre, sino un extraño líquido muy espeso de color granate. Mientras pensaba que hacer, le miraba y sentía al felino a escasa distancia. Sus ojos ahora eran de un color azul cían a juego con sus llamas. Las rallas negras del cuerpo le habían desaparecido y su cuerpo era enteramente blanco. Yo no sabía a que se debía esa transformación pero no presagiaba nada bueno.
Con un rápido salto me tiró al suelo. No me lo esperaba, esta vez el felino no había esperado a estar cerca de su presa para atacar. El golpe que me di en la espalda fue tan grande que hizo que todo mi cuerpo se estremeciese. Por suerte había caído en la superficie plana, no en los cortantes hielos apilados. No me dio ni tiempo a levantarme. La velocidad del felino era vertiginosa. Con un golpe seco puso su zarpa sobre mi tronco. Sentí un dolor que me traspasó el cuerpo mientras oía como me crujía una costilla. La fuerza de aquel animal era indescriptible. En sus ojos había una satisfacción que daba temor. Quería acabar conmigo.
El pequeño ser dejó de lamerse la herida en cuanto vio como yo volaba por los aires. Para no llamar la atención se fue acercando sigilosamente hacia nosotros. No tenía muy claro que iba a hacer, pero quería que fuese un ataque sorpresa. Cuando el felino se percató que estaba a nuestro lado, no tuvo el suficiente tiempo para reaccionar. El pequeño ser se agarró fuertemente a mi pierna y cerró los ojos.
Noté como una energía extraña traspasaba mi cuerpo. Mis manos empezaron a cambiar de color. Una luz dorada empezó a brillar a nuestro alrededor. Poco a poco empecé a notar una leve brisa que no sabía desde dónde venía. 

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