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viernes, 5 de agosto de 2011

Juego de luces

En la oscuridad empecé a ver espectros. No quería estar allí. Estaba volviendo al árbol donde me había encontrado con aquel ser despreciable y su carruaje lleno de almas perdidas. Intenté luchar contra eso con todas mis fuerzas. Me partiría el alma ver a mi pequeña princesa otra vez entre los barrotes.
Cree una fortaleza mental para escapar de allí. Sentía mi cuerpo húmedo, y quería volver hacia él. Escalofríos recorrían mi cuerpo constantemente. Aquella bilocación hacia mermar mis fuerzas de manera más rápida. Intenté concentrarme aún más, pero cuanto más me acercaba a aquel lugar, más recuerdos venían a mi mente y me resultaba muy complicado.
Un calor repentino recorrió mi cuerpo. Me empezaron a arder los pies y se extendió por todo mi cuerpo. Oscuridad. Abrí los ojos y noté como mis pulmones se quedaron sin aire. Oscuridad.
Me costó abrir los ojos y acostumbrarme a aquella luz repentina. Era azul celeste y la fuente  no se encontraba lejos de mí. Me puse la mano en la frente para protegerme los ojos. El pequeño ser estaba a mi lado. También había caído desde las alturas y todavía se encontraba inconsciente.
El grito de Skule me devolvió a la realidad. Era un grito desgarrador, lleno de odio y rabia.  La luz era demasiado cegadora para poder analizar la situación. Me dí la vuelta y allí vi como los monstruosos súbditos de la hechicera negra se acercaban a pasos apresurados. Me levanté de un salto. Grité al pequeño ser. Debía despertarse, teníamos que enfrentarnos a ellos. Yo solo no podría con todos ellos.
En el lado de la luz, los ruidos y gritos eran muy extraños. Skule estaba luchando contra alguien. Volví a mirar al pequeño ser, se estaba despertando poco a poco. Un sudor frío empezó a resbalar por mi espalda. Los primeros ataques los tendría que afrontar yo solo. Eran demasiados. Necesitaba un plan. Otra vez percibí varias sombras detrás de los árboles lejanos. No sabía si era mi imaginación, estaba confundido. No había tiempo para pensar más, volví a mirar las armaduras azules. El primer soldado dio un salto inesperado e impactó contra mí. Me tiró al suelo. Mi columna vertebral crujió por el impacto. Me había pillado desprevenido. Me costaba respirar.

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