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jueves, 18 de agosto de 2011

El respiro final

Todo estaba en la más profunda quietud. Ni siquiera el viento se atrevía a mover alguna pequeña hoja. Todos los presentes nos habíamos quedado vigilantes. No confiábamos en aquella situación. Un sentimiento de culpabilidad revoloteaba en el ambiente. Uno de los caballos blancos se acercó al maestro druida. Este seguía inconsciente, la lucha con la hechicera había mermado todas sus fuerzas. El caballo colocó su prisma encima del pecho del maestro. Empezó a cambiar de color; de transparente pasó a un aguamarina magnético. Desprendía pequeñas luces plateadas que se filtraban por los poros de su piel. Cuando hubo terminado se levantó y se alejó hacia los demás caballos. El pecho del maestro se empezó a mover con regularidad, y su respiración se volvió menos trabajosa. Sus ojos se abrieron y empezó a toser violentamente. Se estaba recuperando poco a poco. Desaparecida mi preocupación por el, observé a todos, pero ninguno resultó gravemente herido. El pequeño ser, me cogió de la mano para que me acercase a ellos.  Instaló mis manos encima de los cuerpos de los heridos. Empezaron a brillar débilmente. Ya que no eran heridas muy profundas, se curaron fácilmente.
Me acerqué a los druidas, pero lamentablemente para algunos era demasiado tarde. Entre la batalla con los cuervos y esto habían caído seis hombres. Aquello no podía volver a ocurrir. Demasiadas bajas en tan solo dos batallas.
Intenté mirar para otro lado para reprimir las lágrimas. Habían dado la vida por mí y yo no podía curarles. Les había defraudado. Me concentré en la imagen que tenía enfrente. El pequeño ser estaba mirando fijamente a la dama del árbol. Los pequeños diablillos estaban a su lado también. Me acerqué a ellos a ver si podía sacar algo en claro.
-¿Quién eres?- pregunté a aquella mujer.
- Soy la ninfa del árbol, y tú me has despertado- contestó.
-¿La magia roja de mis manos fue la que te despertó?- la pregunté orgulloso.
-Si, llevaba dormida tantos años que ya no reconocía a los seres que me rodeaban- sonrió- Estoy en deuda contigo, pero no creo que me pueda quedar mucho más, estoy agotando mis energías. La oscuridad tiene un poder demasiado fuerte- empezó a tornarse a color rojo oscuro para pasar a violáceo.
-¿Los demás árboles son como tú?-  la pregunté.
-Si Erwan, todos son como yo, pero las ninfas duermen profundamente y no podrán despertar a menos que vuelva la luz- parecía muy triste mientras decía estas palabras- Balder y tú debéis tener cuidado, algunos árboles están tan infectados que al final sus ninfas murieron. Ahora están habitados por monstruos oscuros de alma negra- dijo mientras se esforzó en dar su respiro final. Seguidamente se convirtió en el árbol oscuro y quieto que había sido antes.

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