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miércoles, 17 de agosto de 2011

Retorno para la salvación

Las raíces seguían creciendo y moviéndose intentando golpear a su enemiga. Ella por su parte, no se quedaba quieta y lanzaba rayos contra él. En una de las ocasiones, dio de lleno en una de sus raíces. Esta, en vez de morir, se duplico en dos. Se separó justo en donde había impactado aquel rayo. La ramificación había sido increíblemente simétrica. Esto no gustó a la hechicera, y, decidió dejar de utilizar aquella magia. Se concentró y comenzó a utilizar su propia energía. Lanzaba conjuros que hacía que saliesen manchas negras en el árbol. La dama del árbol se enfureció y produjo un pequeño terremoto. Hizo temblar todo y produjo profundos surcos en la tierra.
Mientras tanto, los colmillos no se movieron del sitio. Justo por encima de ellos se veían unos ojos que estaban estudiando todos y cada uno de los movimientos. Era muy confuso saber como iba a evolucionar aquella situación. Skule había descendido al suelo y se veía contrariada por las reacciones de la mujer del árbol. No se lo esperaba, y no sabía muy bien como actuar. Pero era solo cuestión de tiempo, puesto que era mucho más fuerte. En cuanto encontrase una oportunidad, ganaría aquel duelo.
Miré hacia el bosque. No había ni rastro de aquel ser. Ningún brillo que denotase su presencia. Sentí una nueva cuerda en mis pies. No contaba con aquello,inmediatamente me preparé para defenderme. Pegué un salto y la cuerda atrapó al pequeño ser. La hechicera tiró de ella y el pequeño ser salió volando por los aires. Fue a parar a sus pies. Con ello consiguió que los ataques de las raíces cesasen. Nos encontrábamos en una situación complicada. No podíamos dejar que el pequeño ser fuese su rehén. Sopesé todas las posibles soluciones, pero ninguna me convencía. Un pequeño brillo distrajo mi atención.  Los colmillos volvieron a aparecer. En dos saltos, aquel ser se situó por detrás de Skule. Mi sorpresa fue máxima cuando descubrí de quién se trataba. Era la bestia. Con un poderoso zarpazo arañó toda la espalda de Skule. La había pillado desprevenida. Soltó la cuerda del pequeño ser, el cuál se quedó atónito. La hechicera se volteó y sin tiempo a nada más cayó de espaldas. La bestia se abalanzó sobre ella. La clavó sus pezuñas en los hombros y enseñó su furia. Su cabeza se movió con fuerza hacia el cuello de Skule. Quería arrancárselo de cuajo. Justo en aquel momento, la hechicera se convirtió en una estela de polvo negro y desapareció.
La bestia perpleja se quedó mirando el suelo unos instantes. Después nos miró a nosotros, inclinó la cabeza a su hijo y con tres saltos desapareció en la oscuridad del bosque.

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