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jueves, 4 de agosto de 2011

El árbol rojo

La magia empezó a fluir de mis manos. Tenía una ligera idea de lo que quería hacer, pero no sabía cuales serían las consecuencias. Intenté proyectar toda mi fuerza hacia el árbol. Era complicado, nunca había intentando algo tan grande con un ser estático. Skule no me prestaba atención, estaba entretenida haciendo sufrir al pequeño ser.
El árbol empezó a moverse lentamente de un lado hacia el otro. Parecía como si despertase de un largo letargo.  Empezó a cambiar de color progresivamente. Adquirió la misma tonalidad que mis manos. Cuando casi había completado su transformación, Skule se dio cuenta y sus súbditos empezaron a atacar al árbol. Con sus hachas causaban fuertes dolores al árbol en las raíces. La savia comenzó a salir de su interior en forma de lágrimas.
La negra hechicera sacó un amuleto y lo proyectó hacia mí. Era una piedra de color azul oscuro que desató un brillo infernal a su alrededor.  Un rayo de luz salió de ella, atravesó la barrera mágica de la hechicera, e impactó en mi cuerpo. Hielo es lo que sentí. Una capa de hielo invisible envolvía todo mi cuerpo y me impedía respirar. Intenté no perder la concentración. El color del árbol seguía aumentando, la vida estaba volviendo a él. Si conseguía aguantar un poco más con mi magia, la voluntad propia del árbol también aparecería. El hielo me estaba entumeciendo los músculos. Poco a poco, los dedos de la mano me dejaban de funcionar. La palma de la mano también se congeló y mi magia se interrumpió.  Miré a Skule con despreció, estaba disfrutando mucho con aquel momento. A los dos nos tenía a su merced. No podía moverme, luchar contra ella era imposible. De aquel amuleto surgió una cuerda de fuego. Me apresó sin ninguna dificultad. El contraste entre hielo y fuego fue brutal. El dolor que sentía era tan profundo que no podía parar de gritar. Sentía como iba a estallar en mil pedazos. Dos titanes habían chocado en mi cuerpo y estaban luchando por ganar. Cada choque entre fuego y hielo, hizo que mi cuerpo sufriese un calambre. Siempre terminaba con un fuerte espasmo.
Skule me elevó hacia el cielo. A la misma altura que al pequeño ser. Ahora los dos eramos marionetas de la tormenta. De reojo me pareció que el árbol empezaba a brillar y movía sus ramas con más rapidez. Skule debió de darse cuenta también porque miró de inmediato. Sin darla tiempo a reaccionar, una de las ramas alcanzó mi cuerda. La rompió en dos y me precipité al vació. Fui perdiendo el conocimiento por momentos. A veces luz, otras sombras. Me golpee la cabeza cuando toqué el suelo. Perdí el conocimiento. Justo cuando estaba cayendo en un sueño provocado, me pareció ver una sombra grande entre los árboles. Después oscuridad.

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